«Hoy, cuando con más saña se está atacando a los sindicatos, al sindicalismo de clase, quiero decir con la voz bien alta y clara que ¡Soy sindicalista y a mucha honra! Al sindicato de CC.OO. he dedicado la parte fundamental de mi vida y no me arrepiento en absoluto de ello; todo lo contrario, me siento orgulloso y feliz de haberlo hecho así, de haber estado, junto a cientos y cientos de sindicalistas, hombres y mujeres honestos y honrados, y de trabajadores de todos los sectores y de todas las edades, luchando por un mundo mucho más justo, igualitario y solidario y haberlo hecho especialmente desde el sindicalismo, sin haber dejado de estar comprometido con la política de izquierdas, en la que sigo creyendo pese a su desprestigio actual.
La cúpula de la derecha económica, política y mediática está llevando a cabo desde hace ya bastante tiempo un ataque feroz, encarnizado, sin piedad, contra el sindicalismo de clase. Lo quieren destruir, quieren arrebatarnos esta herramienta, al igual que lo intentó Franco y lo intentan todas las dictaduras.
Y no lo hacen ni por casualidad ni por mero capricho, sino con una razón y con un objetivo muy claro: eliminar todo aquello que pueda significar oposición o freno a sus objetivos de imponer sus medidas de destrucción, de demolición de los derechos sociales y laborales, y de conversión de los elementos básicos del Estado del Bienestar: la sanidad, la educación y los servicios sociales, en negocio para ellos. Su objetivo no es otro que tener a los trabajadores bajo su puño y poder imponer con más facilidad, sin oposición, sus medidas, que no son otras que las de llenar sus carteras a costa de la inmensa mayoría de la sociedad.
Detrás de cualquier avance, de cualquier derecho, de cualquier progreso o conquista social nueva siempre ha estado el sindicalismo. Los trabajadores lo sabemos. Sin él el mundo no hubiera avanzado ni en derechos, ni en igualdad, ni en progreso, como lo ha hecho. El sindicalismo ha sido siempre el motor de las transformaciones sociales, ha sido el instrumento que hemos tenido y tenemos los trabajadores para intentar equilibrar el poder del empresario, del capital. Los sindicatos de clase les estorban, por eso los quieren debilitar, cuando no eliminar.
Nunca desde el inicio de la transición la derecha se había atrevido a tanto en este país. Hoy más que nunca el sindicalismo de clase, el sindicalismo que representan CC.OO. y UGT, se hace imprescindible para defender con los trabajadores las conquistas y avances sociales logrados, ya sea en el sector privado o público. No podemos aceptar caer en su trampa».
Juan Antonio Mata, sindicalista y expresidente del Consejo Económico y Social de Castilla-La Mancha