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Artículo de opinión 12/01/2016junio 7th, 2017

«Cuando Santiago Carrillo abandonó la dirección del PCE dijo que dicho partido era como una jaula de grillos, y desde entonces ha ido de mal en peor a causa de los individualismos, y a pesar de sus sucesivas refundaciones. Como militante de base del PSOE pienso que lo mismo podría ocurrir en el Partido Socialista si se continúa con la deriva donde los personalismos se anteponen a los intereses del partido y de los ciudadanos. Siguiendo el símil de Carrillo podríamos decir que el PSOE parece un concierto sin partitura y en el que los músicos, ávidos por dirigir el desconcierto, pretendieran eliminar al director de la orquesta.

El PSOE está al borde del abismo y algunos de sus principales dirigentes, presos de su egolatría, no cesan de empujar para despeñarlo, ayudados en ello por algunos fracasados y resentidos, que presos también de propia egolatría, en vez de reconocer su fracaso y dar un paso atrás, promueven facciones y banderías que enfrentan a los militantes y dividen las bases del partido. ¿Hasta cuándo vamos a permitir los militantes la actitud de estos dirigentes mediocres, incompetentes e irresponsables? ¿Acaso piensan que con su actitud van a mejorar los resultados del 20D, si como prevén será necesario repetir las elecciones? ¿Pretenden con su actitud que continúe la sangría de votos del PSOE hacia la derecha y la izquierda y reducir al partido a la irrelevancia dentro del mapa político español?


En el PSOE tenemos que recuperar las señas de identidad perdidas si queremos aparecer ante los cuidadnos como auténtica alternativa de gobierno, pues se han asumido de forma acrítica, y sin ningún tipo de debate ideológico los principios de la globalización, del libre mercado y la libre competencia, y aceptado que la ley del mercado está por encima de las competencias del Estado, sin tener en cuenta las nefastas consecuencias que el debilitamiento del Estado tiene para los derechos de los trabajadores. El debate no se centra en las ideas, ni en la elaboración de un proyecto común, sino en cuestiones personales que sólo generan rivalidades internas. Se ha perdido la idea de partido como proyecto común de personas que comparten ideas e intereses, y cuyo objetivo, para un partido de izquierdas, no puede ser otro que alcanzar el mayor estado de bienestar posible para los ciudadanos. Se necesita un proyecto común y un líder que lo ejecute, el cual debe ser elegido democráticamente en elecciones primarias, sin manipulaciones por parte de los aparatos del Partido, y cuyos resultados deben ser respetados y aceptados por todos y no ser cuestionados constantemente por motivos personales.

Los militantes del PSOE nos encontramos ante una disyuntiva, o cooperamos para que Pedro Sánchez explore la posibilidad de formar un gobierno de progreso, o dejamos que los barones impongan su criterio y nos retrotraigan a los procedimientos antidemocráticos anteriores al Congreso de 2014. Tenemos un Secretario General, que en su momento fue elegido en elecciones primarias por los militantes, pero que desde el primer momento ha sido cuestionado por algunos de los dirigentes territoriales y por una parte interesa de algunos militantes. ¿Responde esta actitud a un planteamiento o exigencia imperiosa de renovación de ideas, personas, proyecto y normas de funcionamiento interno que suponga una auténtica renovación democrática y una mayor participación de los militantes en la vida interna del partido? Creo que no, por eso considero absolutamente necesario que nos expliquen a los militantes y también a la sociedad a qué se debe tanta prisa por celebrar el Congreso y sustituir al Secretario General, y aunque parece que han aflojado un poco la presión, sin embargo el daño ya está hecho.

Acabamos de celebrar unas elecciones generales cuyo resultado muestra la voluntad de los ciudadanos de una exigencia de cambio en la forma de hacer política y que ofrece dos posibilidades de formar gobierno: una que continúe gobernando el PP, con lo cual todo continuaría igual, y otra de cambio liderado por el PSOE. Las dos opciones tienen la misma legitimidad y las mismas dificultades para alcanzarse. ¿Es lógico que, en estas circunstancias, se cuestione desde dentro del Partido Socialista a la persona que, en teoría, podría liderar ese gobierno de progreso para España y para mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos? ¿Es una exigencia democrática o una prueba más del inmovilismo individualista e irresponsable que desde hace tiempo está destruyendo el partido? Los ciudadanos han hablado en las urnas, y corresponde a los políticos, desde la posición en la que ha quedado a cada partido, dar satisfacción a las expectativas de cambio que esas elecciones habían despertado en la ciudadanía.

Pedro Sánchez representó, en su momento, para los militantes una ilusión y una esperanza de renovación y cierta simpatía entre los ciudadanos, pero pronto se vieron truncadas esas expectativas por la actitud de algunos de los barones que, desde la mediocridad, instalados en sus reinos de taifas, rodeados de aduladores, medradores y oportunistas, dirigen el partido como pequeños sátrapas con procedimientos antidemocráticos e ignorando a los militantes, y que son corresponsables de los sucesivos fracasos electorales del partido desde mucho antes de la llegada del actual Secretario General; por eso, desde las bases, debemos pedirles explicaciones y exigirles responsabilidades por la actitud de acoso y derribo contra él sin tener en cuenta que a quien en realidad perjudican es al partido. Plantearse si Pedro Sánchez debe dimitir o continuar al frente del partido son opiniones y como tales son respetables, pero no constituyen una norma o una regla que esté obligado a cumplir, es una opción personal que él puede tomar libremente si así lo considera oportuno, y no se le debe censurar por ello, lo mismo que si decide volver a presentarse de nuevo a las primarias, pues no corresponde a los barones decidir quién puede o no presentarse a ellas. Es una opción personal que cualquier afiliado puede tomar libremente si así lo desea, y seremos los militantes quienes decidiremos con nuestros votos cuál de los aspirantes es el más indicado para dirigir al Partido. Necesitamos más democracia interna y menos imposiciones. Sin embargo, presionar al S.G. o exigirle que dimita es una injerencia que atenta contra su libertad personal. Pero están tan acostumbrados a decidir, quien puede y quien no ser candidato, que aún no se han enterado, o no quieren enterarse, de que las reglas han cambiado, aunque a ellos no les guste. Necesitamos un profundo cambio dentro del partido si queremos volver a conectar con los ciudadanos, tal vez ya sea tarde, pero hay que intentarlo con valentía y decisión desde la base.

Existen múltiple razones por las cuales el PSOE no puede facilitar, por acción u omisión, que siga gobernando Rajoy. Primero porque el PP no es un partido de Estado, y segundo porque es un partido sectario y antidemocrático que ha sido siempre desleal con el PSOE, pues nunca respetó los pactos que ambos partidos firmaron contra el terrorismo, tratándose como era de una cuestión de Estado, sino al contrario, siempre lo utilizó para desgastarlo, e incluso ha sido desleal con España a la que ha sacrificado a sus intereses de partido y a sus planteamientos ideológicos: «que se hunda España que ya la levantaremos nosotros.» Y que con su anticatalanismo ha puesto a España al borde de la ruptura y que ha aprovechado la crisis, (que no la generó Zapatero, sino el hundimiento del modelo del ladrillo impulsado por Aznar, basado en la especulación y el endeudamiento de las familias y las empresas), para aplicar su modelo neoliberal, reducir el Estado de bienestar y suprimir derechos a los ciudadanos. Y si después de cuatro años no han sido capaces de levantar lo que con su deslealtad contribuyeron a hundir, que no quieran ahora que el PSOE avale el desmantelamiento de bienes, servicios y derechos que ellos han realizado durante estos cuatro años. El PSOE tiene un proyecto alternativo para España y diferenciado al del PP, aunque algunos socialliberales pretendan difuminarlo, y lo que le corresponde en este momento es intentar aplicarlo. El PSOE no puede de ninguna manera corresponsabilizarse de las consecuencias de las políticas económicas y sociales que ha realizado el rodillo del PP encabezado por Rajoy, y menos apoyarlas, ni tampoco de las consecuencias de su política territorial, que con su inmovilismo y su tozudez ha fortalecido Rajoy. El PSOE debe apoyar al gobierno en funciones con responsabilidad y con lealtad institucional en la defensa de la legalidad, pero no para la formación de un nuevo gobierno del PP para que continúe durante otros cuatro años con la austeridad y los recortes, y al que los ciudadanos han dicho claramente NO, aunque haya sido el partido más votado. Si el PSOE facilitara por acción u omisión un gobierno del PP iría en contra de la voluntad de cambio expresada por los ciudadanos, y contribuiría irremediablemente a su hundimiento definitivo, sería su final como partido. Piénselo bien los partidarios del gran pacto.

El PSOE, a pesar de sus malos resultados electorales, tiene la posibilidad y la obligación de explorar un posible gobierno alternativo al PP. Que nadie por razones ideológicas o partidistas imponga líneas rojas a las consecuencias políticas que derivan de lo que los españoles han decidido con sus votos. Los españoles han votado cambio, y ha llegado la hora de la verdad, de que los políticos, los nuevos y los viejos, pero sobre todo los nuevos que son los que más se han presentado como las fuerzas del cambio, dejen de lado los principios inamovibles y los cálculos electorales y pasen de las palabras a los hechos. Que dejen de marcar líneas rojas y de acusarse los unos a los otros de no querer negociar. Que de esa voluntad de diálogo que dicen todos tener, pero que los hechos parecen contradecir las palabras, surja el acuerdo para la formación de un gobierno progresista para España, aunque no sea del agrado de los mercados ni de la derecha española y europea. Lo importante es que sea del agrado de los ciudadanos y que sirva para mejorar sus condiciones de vida, y sobre todo para crear empleo, pues el trabajo es la principal y mayor fuente de creación de riqueza de la que dispone un país.

Si estos políticos, por motivos ideológicos, intereses partidistas o cálculos electorales, no son capaces de ponerse de acuerdo y nos llevan a la repetición de las elecciones, serán los ciudadanos quienes juzgarán si han cumplido o no sus promesas de trabajar por el cambio que tanto han prometido y que realmente necesita el país, o si su discurso era mera palabrería para desacreditar la vieja política y pedir su relevo, pero que en realidad resulta que los nuevos son iguales que los viejos y que lo único que quieren es alcanzar el poder para imponer sus criterios. La sociedad y la historia los juzgarán por los hechos, no por la palbras. Poner líneas rojas y principios irrenunciables antes de ponerse a negociar no es la mejor manera de demostrar ese interés por el cambio que tan necesario consideraban».

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