«¿Que cómo definiría mi vida en una frase? Pues que no me tenía que haber metido donde me metí, en la droga. Porque de niño era feliz cuando no tenía conocimiento de lo que ocurría en mi casa, luego fui feliz a cachos…».
Es solo un retazo de la vida de una persona que ha comenzado a «vivir» a los 57 años, un asturiano llamado Alfredo Luis Menéndez Andrade que en estos momentos reside en el albergue de Cáritas Toledo, dentro de un programa de inserción sociolaboral que dura seis meses y gracias al cual está en la búsqueda activa de empleo.
Su vida es, sencillamente, de película…
«Yo podría escribir un libro sobre mí… Mi familia, por parte materna, es de Toledo. Salí de la cárcel en 2018 y me vine aquí, estuve primero en una casa y ahora, que me he roto la tibia, pedí ayuda a Cáritas». ¿En la cárcel? «Sí, por robos de bancos, cometí unos cuantos. A eso fue lo que me llevó la droga».
23 años, en diferentes etapas, en la cárcel… Hasta que topó con Cáritas Toledo
Su infancia fue como fue… «Mi madre sufrió malos tratos y me fui por un camino que no tuve que coger en la vida. Empecé a los 14 años con porros, pastillas, luego con heroína, cocaína, tripis… todo lo que hubiera, y eso me llevó a robar, a la cárcel, a la calle, a robar, a la cárcel, a la calle… Cada vez que salía tenía que conseguir dinero para comprar droga y la forma más fácil de conseguirlo era atracar un banco, nunca he robado a la gente en la calle».
Nada menos que 23 años, en diferentes etapas, en prisión, ahí es nada.
Y ahora, cuando pasa por un banco… «No pienso nada, he ido a sacar los 10 euros que me quedaban, pero no, no pienso nada…».
«He empezado a vivir ahora, con 57 años, me río, lloro, cosas que antes no podía hacer…»
Su vida, una película en sesión continua, tiene ahora otro horizonte. «Dejé las drogas, me ayudaron, he empezado a vivir ahora, con 57 años… Me río, lloro, cosas que antes no podía hacer. Y aunque sea muy tarde, mi vida ha cambiado a mejor. Siempre he encontrado una ayuda en Cáritas, ellos siempre con una sonrisa, nunca me han dado un no por respuesta…».
Y sí, claro que alguna vez ha tenido que dormir en la calle, «y la gente me ha tirado piedras e incluso me metieron fuego en una cueva en la que vivía. Sí, en la calle hay mucha soledad».
Alfredo se tatuó la palabra «cash» (dinero en efectivo) en los dedos de una de sus manos. Era la necesidad que tenía…
Alfredo tiene una hija, pero… «Mi exmujer se murió y por la droga perdí la relación con mi hija. Ahora estoy empezando a recuperarla gracias a mi hemana… Bueno, estoy empezando. Mi hija está en Oviedo, tengo una nieta de dos años y medio a la que no conozco. Mi hija me envió unos guasap y me puse feliz de la muerte, hace más de 20 años que no la veo. Toqué fondo y ahora estoy subiendo».
Sabe que su paso por el albergue de Cáritas tiene final, «claro, cuando me digan que hay que dejar la cama para otra persona lo comprenderé y me iré».
Una vida rehabilitada que merece una oportunidad…