Los toledanos Marta y Mario, la albaceteña Inés y el malagueño Eloy dedicaron este pasado sábado a recabar material y este domingo se fueron a una de las zonas cero de la tragedia de la DANA en Valencia, Paiporta.
Lo cuenta Marta Sánchez Cabañas, quien insiste en que, contra lo que digan las autoridades, en Valencia «faltan manos», pero también organización para gestionar la tremenda ola de solidaridad que está ayudando a las víctimas para que se recuperen de la catástrofe.
Las dificultades para llegar
Lo primero, las dificultades para llegar. No hay facilidades para los voluntarios que van hacia allá. «Un hombre de buena fe» les dio acceso, relata Marta, quien subraya que en lo único en que hay orden es en los puntos de ayuda, en los que la UME distribuye alimentos y ropa, material que no falta. Pero lo demás…
Marta comprobó en primera persona, junto a sus compañeros, la tragedia que está dando la vuelta al mundo a través de las pantallas: gente cubierta de barro, que está afrontando ya el riesgo de enfermedades por la acción de los virus y bacterias por tanta agua estancada.
El grupo, ya decimos, dedicó el sábado a proveerse de material de ayuda como mantas, toallas, botas, palas, bolsas de basura, escobas, guantes anticortes… Porque esto es lo que falta ahora, sobre todo material (también repartieron comida). Y es que se ve a muchos voluntarios valencianos que acuden desprovistos de casi todo, como no sea el ánimo de ayudar en lo que se pueda.
Un paisaje desolador
Marta pinta con facilidad un paisaje desolador de agujeros y socavones, como uno enorme, que aún están llenos de lodo, que todo lo inunda. «Hacen falta manos y gente que organice a los voluntarios», repite, pero recalca que personas para ayudar siguen faltando, y muchas.
La gente, añade, se muestra tremendamente agradecida con los que llegan para ayudar. El grupo de Marta estaba muy cerca del lugar donde los Reyes y los presidentes del gobierno español y valencianos fueron increpados. De hecho, a Marta, le salpicó de barro el coche de Sánchez cuando se marchaba del lugar. «La gente está desesperada. Se pregunta ¿cuáles son las cifras reales de muertos? Hay mucha crispación».
Marta Sánchez cuenta que todos los bajos de la población están destrozados, que muchos edificios tendrán que ser reconstruidos por los socavones, de tal manera se ha corroído la cimentación. El grupo ayudó a vaciar una farmacia en la que hasta el último cajón del estante superior estaba lleno de lodo. Muchos comercios y casas, destrozadas, farmacias inutilizadas (con el problema sanitario que conlleva)… «En los pisos superiores, aunque sus moradores se salvaron, no hay agua ya que esta se contaminó», explica.
Vías de tren destrozadas
Vías de tren destrozadas: «Transcurrirán meses» hasta que se arreglen las infraestructuras. «Hay mucha gente desaparecida. El lodo de muchos garajes ya se está secando pero un vecino normal no se puede meter en ellos sin herramientas, faltan máquinas, sobra desesperación», añade. «El primer día no sabes dónde poner la mano, tienen que facilitar la entrada de los voluntarios para que estos no se vean obligados a saltarse las normas», agrega Marta, a quien se le pregunta si piensan a volver a Paiporta o a cualquier otro lugar de la tragedia:
«Pues claro, a ver si podemos este fin de semana. Estamos para ayudar», responde.
Esta es la historia de un viaje relámpago, como tantos otros, el de Marta Sánchez Cabañas, su primo Mario Núñez Cabañas, la albaceteña Inés Luján y el malagueño Eloy González, quienes no se lo han pensado para echar una mano y lo que haga falta en la reconstrucción de tantas vidas destrozadas.
ENCLM pudo saber (ella no lo dijo) que Marta tenía la impresión de «haber hecho poco» en ese primer viaje de ayuda a uno de los centros de la tragedia. Si todo el mundo hiciera ese «poco»…