Toledo luce ya su decoración navideña en estos días de puente. Calles abarrotadas, paseos por el casco, restaurantes, museos y tiendas a rebosar, y una estampa que poco tiene de agradable a las orillas del paseo de Recaredo y bajo el puente de San Martín. No hablamos de otra cosa más que de esa espuma que sigue en el Tajo y que desemboca en preguntas de los miles de visitantes que han estado y están en la ciudad durante estos días.
De nuevo, estas espumas de procedencia dudosa se prolongan a lo largo y ancho del Tajo, a su paso por la capital castellano-manchega. Unos residuos que evidencian también la falta de lluvias que provocaría una mayor y mejor disolución de los materiales químicos que provocan estas proliferaciones.
Numerosos han sido los episodios protagonizados por estas grandes enemigas de la sostenibilidad y de la naturaleza. Hace tan solo dos días, en este periódico nos preguntábamos si la Constitución tenía en cuenta al Tajo, ya que su estado biológico desencadena en más preguntas a parte de esa.
Durante meses han provocado críticas así como numerosos titulares, además de denuncias e incluso multas. Pero siguen ahí, impasibles al devenir de los días. Quien visita Toledo hoy puede ver que se trata de «mierda», en estado puro y que esta mierda no hace otra cosa que perjudicar el valor ecológico del caudal del río más largo de España.
Como cuando se miran las nubes para apreciar o imaginar posibles formas que dibujan, sobre la capa superficial del río a su paso por Toledo, la imaginación de los viandantes también puede tener su fruto. Un mapa del mundo, figuras geométricas… ¿Alguien no se ha atrevido ya a poner parecidos?
El Tajo, muy lejos de tener un estado de conservación óptimo, sigue con las espumas en un buen tramo de su cauce, mientras el tema, también está muy lejos de estar resuelto.