Miles de personas salen cada día a las 8 de la tarde a su balcón para aplaudir a los profesionales sanitarios, policías o guardias civiles, trabajadores de supermercados o de la limpieza… En definitiva, a esos héroes anónimos a los que no ponemos nombre ni cara, pero sabemos que existen y somos conscientes de su esfuerzo en la boca del lobo.
Sin embargo, hay heroínas y héroes anónimos en los que ni reparamos pero que dan una lección de fuerza y coraje cada día. Gente que con su particular manual de instrucciones frente a la adversidad se han enfrentado a los daños colaterales del coronavirus solos y en las peores circunstancias.
Es el caso de Elena López, que pasó “25 días y 25 noches sola en casa”. En cuarentena, con una parálisis cerebral que limita sus movimientos, en silla de ruedas, con una enfermedad que afecta a su capacidad pulmonar –incrementada estos días con dosis extra de cortisona-, grupo de riesgo y con su pareja ingresada por Covid-19.
Encastillalamancha.es se ha acercado virtualmente a su casa y os contamos su historia.
“Yo quiero, desde el periódico, dar las gracias a tantas y tantas personas que me están ayudando”.
¿Esperaban reproches o lamentos? Pues olvídense, porque en esta historia Elena le pone sonrisas al sufrimiento y ante la angustia se parapeta con cualquier actividad que se pueda permitir. Todo, menos desaliento.
«La tarde que se llevaron a Jesús creí morir»
Durante más de 25 días, a la tristeza de la soledad sin Jesús Alberca, su marido, se han sumado la angustia por su evolución tras ser ingresado en una residencia de Villacañas contagiado por el Covid-19; el miedo a haberse contagiado ella, más la incertidumbre de pasar sola la cuarentena.
Tras un falso negativo y varios días en casa cuidado por una hermana, el marido de Elena tuvo que ser ingresado. «La tarde que se llevaron a Jesús a las residencias creí morir…», relata.
De la noche a la mañana Elena, grupo de riesgo extremo incluso aunque su pareja hubiera cogido el coronavirus, se quedó sola, con su adversidad, su angustia, sin poder visitar ni ser visitada, con sus pulmones fatigados y mirando el calendario.
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Descontaba los días esperando buenas noticias de la evolución de Jesús. Miraba el calendario esperando que pasara su ausencia. Y caían las hojas mientras consumía su cuarentena y el cuerpo seguía resistiendo sin síntomas.
Seguro que ha habido momentos de lágrimas a solas y algún pesar, pero Elena los desecha y cuando escucha “eres una campeona, no hay quien pueda contigo”, ella dice “el campeón es mi marido, que va muy bien; me dicen que ha superado el coronavirus y está esperando las pruebas para confirmar que está limpio”.
Nos lo contó unos días antes de que pudieran reunirse de nuevo en su hogar, en Toledo.
«No tengo palabras para agradecer tanto a tanta gente»
Sola en casa, obligada por su riesgo y su cuarentena, pero acompañada continuamente al otro lado del teléfono. O del timbre de casa. Llamadas y videollamadas de montones de amigos que se han estado preocupando por ella, ofreciendo su ayuda y transmitiendo ánimo.
“Mi hermana, mi cuñada, mis vecinas se han volcado… Me bajan comida, la compra, me bajan de todo y me compran todo lo que necesito”.
“Al principio me levantaba muchas veces a ver sí había cerrado bien la puerta para que puedan entrar si me pasa algo, pero luego me he ido acostumbrado y tranquilizando…”, nos cuenta.
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