Lo suyo es bucear en los archivos de todo el mundo para recuperar fotografías antiguas de Toledo. Esta pasión de Eduardo Sánchez Butragueño, autor del conocido blog Toledo Olvidado, le llevó hace unos años a descubrir «una de las historias más maravillosas que he conocido», una historia que ha recordado estos días con motivo de la conmemoración del Día Internacional de las Víctimas del Holocausto y que tiene como protagonista a un médico judío de nombre Carl Julius Rothberger nacido en Viena en octubre de 1871.
Eduardo Sánchez Butragueño llegó hasta él por una fotografía de la Puerta de Valmardón que el médico austriaco tomó en Toledo allá por el año 1906 y con la que un siglo después se topó en el libro «Die Kunst in der Photographie» (El Arte en la Fotografía, en alemán), la undécima edición de una especie de anuario fotográfico que el prestigioso editor Franz Goerke publicó con el fin de reivindicar la fotografía como arte.
Este hallazgo le llevó a indagar sobre el autor de la imagen. De él supo que fue el único hermano que no se dedicó a los negocios de la familia y que destacó en cardiología, realizando descubrimientos esenciales para el perfeccionamiento del electrocardiograma. Sin embargo, el hecho de ser judío y su casi absoluta sordera hicieron que no tuviese un merecido reconocimiento académico.
Su matrimonio con Leopoldine Wohlfarth -de raza aria- en 1923, del que nació su única hija, Bertha, en 1928, fue su salvoconducto para librarse en un primer momento de la persecución nazi. No ocurrió así tras la anexión de Austria a la Alemania nazi en 1938. El 23 de marzo de 1938 llegó a ser arrestado, aunque pronto fue liberado gracias a la intervención de un decano.
Cuenta el autor del blog Toledo Olvidado que «sus bienes fueron incautados, tuvieron que añadir el nombre de Sara o Israel a sus nombres de pila como estigma que les identificase y debieron pagar una tasa de expiación por de ser judíos». A su hija Bertha le prohibieron ir a la escuela, si bien iba de manera clandestina con unas monjas que la encubrían a ella y a otros niños judíos.
Era 12 de marzo de 1945 cuando, estando Bertha en el colegio y sus padres en casa, cayó el más intenso bombardeo aliado sobre la ciudad de Viena, quedando todo el centro arrasado. Murieron 300 personas, entre ellas Carl Julius Rothberger y Leopoldine Wohlfarth. La menor, de 17 años, se quedó sola.
Gracias a un familiar logró llegar a Estados Unidos, donde comenzó una nueva vida y formó su propia familia. Dedicó muchos años de su vida a restituir la figura de su padre y a que el estado austriaco devolviese a su familia las pertenencias incautadas.
«Al conocer esta historia intenté contactar con ella para informarle del hallazgo de la foto que su padre hizo en Toledo hacia 1906. Por intermediación del Center for Jewish History pude escribirla. Para mi infinita sorpresa y alegría, Bertha no solo me respondió sino que decidió venir a Toledo a conocerme».
La visita se produjo en el año 2012. Vino acompañada de su hija Anne, descubriendo ambas la ciudad que su padre y abuelo, respectivamente, fotografió 100 años atrás. «Hablar con ella, verla contemplando la ciudad desde el Valle, mirarla a los ojos… fue para mí algo inolvidable». De su propia voz escuchó lo duro que fue su infancia, la vida de casi reclusión que tuvieron sus padres, la paradoja de que estos murieran por los bombardeos de las tropas aliadas y su incansable lucha por defender la memoria de ambos y lo que un día fueron y tuvieron.
Bertha falleció en noviembre de 2018. Ella se fue pero quedó una historia que habla de tragedia pero también de ganas de vivir y en la que Toledo llegó a ser escenario de uno de sus protagonistas.