¿Quién no ha comprado alguna vez en un mercadillo? Pocos podrán decirlo. Los mercadillos son una parte más del paisaje de ciudades y pueblos; una parte que, a través de las voces de los vendedores haciendo ofertas, que son auténticas gangas, da un toque característico al sonido de los lugares.
27.000 familias viven de la venta ambulante en España, según sus propias cifras. Lo definen como un trabajo duro, como lo es la calle, pero con mucha libertad de acción y que algunos aseguran que «engancha». Su mayor queja, las tasas municipales, la ubicación y el riesgo de pérdidas ante cualquier fenómeno, ya sea meteorológico o económico
Nos hemos ido al mítico «Martes» de la ciudad de Toledo para ver cómo y qué pasa en la vida de las personas que atienden los puestos del mercadillo toledano. Este legendario espacio itinerante, que inicialmente se celebraba en la Plaza de Zocodover y a día de hoy se halla en el aparcamiento público del barrio de Santa Teresa, cuenta con aproximadamente 150 puestos autorizados y encastillalamancha.es ha hablado con algunos de sus vendedores para que nos cuenten el día a día de su profesión.
Azucena y la vida «arrastradilla» del vendedor ambulante
Azucena tiene un puesto de ropa para mujeres y nos cuenta que la vida de un vendedor ambulante es «arrastradilla», ya que «en invierno, que si llueve, que si hace mal tiempo… y, al final, trabajas un día y cinco no. En verano, no trabajo casi nada; es un mes de venta, no trabajo demasiado la ropa de verano».
Rafael lleva desde los 10 años como vendedor. Entonces ya venía al Martes con su madre y se le nota que le gusta su trabajo. Para él «la vida de un vendedor ambulante es como la del resto», aunque claro, con sus rutinas propias: «Levantarnos, colocar el puesto y a las 15:00 o 16:00 de vuelta a casa». Al día siguiente tocará otro lugar de trabajo, nos cuenta este madrileño que ofrece sus productos también en Majadahonda o Tetuán, entre más espacios.
Rafael: un trabajo «que engancha»
Para Rafael «hace falta mucho dinero» para mantener el negocio, pero no se victimiza :»Como todo trabajo tiene sus pros y sus contras. Por una lado, como autónomo no tienes que rendir cuentas a nadie».
Dice Rafael, cuyos puestos de ropa serán heredados por sus hijos, con pasión que esta profesión te hace llevar «una vida que te engancha. Haces este trabajo ya no sabes haces otra cosa, no estás igual de a gusto».
Por su parte, Azucena tiene claro que lo mejor es «tratar con la gente, hay que ser amable», pese a que menudo debe ver que sus clientas «se prueban muchas cosas y se van sin comprar nada».
José: ¡Qué dura es la calle!
José Rivera es vendedor de toda la vida. «Lo estamos pasando bastante mal por la pandemia (mucho tiempo sin poder vender); luego Filomena, que supuso sacarnos de La Vega», al deteriorarse el parque y se fueron pensando volver, pero ahora saben que, al menos a medio plazo, se quedan ahí. Además, señala la crudeza de «la crisis económica, la gente no tiene dinero».
José también pone en valor la «libertad» y la proximidad en «el contacto con la gente», pero recalca que es «un trabajo duro, es de calle, como el de cualquiera que trabaje en la calle».
Él, como el resto de sus compañeros, también va a otros mercadillos, como el de Torrejón de Ardoz o el de Guadalajara, y es muy consciente de la crudeza de la situación actual en el sector. Van «de un sitio a otro, buscándonos la vida» y «la crisis la estamos pagando especialmente en los mercadillos. Vamos a peor», sentencia con desánimo.
Matías: «Es un empleo precario y con pérdidas a menudo»
Matías Bermúdez es de Getafe y es un auténtico veterano de la venta ambulante. Junto con su hijo Samuel, vende ropa en El Martes. Nos dice que «es un empleo muy precario y trabajoso», debido al tiempo extremo en invierno y en verano a las «pérdidas que tenemos a menudo»
«Nuestro colectivo es de 27.000 familias» que se enfrentan a unas tasas, que, evidentemente, «hay que pagar» y es «un despropósito lo que se paga en Castilla-La Mancha. Estamos trabajando a pérdidas».
«Nos sentimos muy desprotegidos, parece que no existimos. Los ayuntamientos no hacen ninguna mención a nosotros», lamenta Matías, quién de forma vehemente se dirige a las administraciones para pedirles que se les bajen las cuotas: «en lugar de pagar 700 u 800 euros, pagar 150 o 200. No se puede pagar más», ya que «las ventas nos han bajado un 30 o un 40% » y «solo venir de Madrid a Toledo son 40 euros».
Sentencia que «creamos riqueza donde vamos» y concluye que «hay muchas cosas que se pueden hacer para mejorar esto».
Eva: «Es un negocio muy familiar, pero no da para vivir»
Eva y su hija Esmeralda nos atienden en su puesto de venta de calzado femenino, que mueven tres días a la semana en distintos mercadillos. Vienen de Ocaña y llevan desde su infancia en la venta ambulante. De hecho, heredó el negocio de sus padres.
Este negocio «es muy familiar, estás con tu marido y con los niños», nos señala Eva como un aliciente, aunque lamenta lo imprevisible de las jornadas, «lo malo es que no sabes cómo se va a ir el día». Por ello considera que «no se puede vivir solo de esto; tienes que tener otro trabajo». Los dos miembros del matrimonio están trabajando en otros sitios y ella lamenta que «esto, como siga así, lo vamos a tener que dejar».
Ambas, fieles usuarias de los mercadillos, explican que es «un trabajo duro, pese a tener una clientela fiel. Te levantas a las 6:00 y hasta las 16:00 no llegas a tu casa. Y luego te vas a comprar género».
Sandra: «Lo más bonito, el trato de tú a tú»
La madrileña Sandra Sánchez lleva desde los 10 años en los mercadillos cuando empezó con su madre, explica que «cuando se empieza a ir la gente de vacaciones se nota el bajón de las ventas».
«Lo más bonito es el trato con las clientas. Mi madre vendía a sus madres, yo las vendo a ellas», nos cuenta desde su puesto de venta de calzado, mientras expresa con alegría por «el trato del tú a tú con las personas», además de matizar que ella admite devoluciones.
Fotos: El Martes, así es el corazón de la venta ambulante de Toledo
Es una emprendedora que ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos. Prueba de ello es que también vende online y combina ambas formas de trabajo para compensar las situaciones más complicadas de su empleo en seis mercadillos (solo libra los jueves), siempre ayudada por otras personas.
La fiel clientela de «un trabajo muy digno»
Marilyn es una clienta que nos cuenta por qué es seguidora del Martes: «Consigo productos muy económicos. Y la confianza y el trato es especial». Es una auténtica usuaria de estos rastrillos, va también «a Madrid los jueves y los sábados al Polígono».
Isabel es usuaria de siempre en El Martes. «Pasear, tomar un café…» y la variedad y lo asequible que es al bolsillo» permiten aprovechar al máximo el dar una vuelta y se pasa divinamente».
«Ya nos conocemos todos, incluso al hombre del cupón», nos explica .
Y allá que nos vamos con José María, más conocido como «El Chato«, un popular vendedor de la ONCE desde hace décadas en Toledo. Para él no hay duda: «Hay que venir a los mercadillos», ya que se trata de ayudar a «personas honradas con un trabajo muy digno».
Él es usuario desde siempre y conoce de primera mano «las condiciones tan duras que tienen ellos». Reflejan claramente «la tesitura de estos años que estamos pasando».
Quieren volver a La Vega
En marzo de 2021, como consecuencia de los destrozos causados por el paso de Filomena, el Parque de La Vega permanecía cerrado y los vendedores, que estaban ubicados de forma eventual en Duque de Lerma, fueron destinados al aparcamiento disuasorio de Santa Teresa, para poder cumplir de forma adecuada con las medidas de protección sanitaria debidas a la pandemia.
El Martes abandonaba así de forma temporal, hasta que se realizaran y finalizaran las obras correspondientes de mejora del parque, el lugar en el que llevaba situado más de 20 años. La mayoría nos cuenta que quiere regresar cuanto antes al antiguo emplazamiento.
Matías reclama que se les «busquen sitios adecuados para trabajar, con servicios públicos y en los que poder colocar los vehículos». Pide ayuda a las Administraciones Públicas y «una mejora en las instalaciones». Propone el regreso al Parque de La Vega o la opción de ubicar el mercadillo en Safont. Exige que se les «busquen sitios adecuados para trabajar, con servicios públicos y en los que poder colocar los vehículos».
Para Eva, que señala que el negocio lleva un bajón de ventas desde «hace cinco o seis años», el hecho de haberles trasladado a Santa Teresa no ha sido positivo, «la Vega era mejor» y «los ciudadanos, por lo general nos apoyan»; mientras que José Rivera reivindica con firmeza la vuelta al Parque de la Vega, insistiendo en el que publico mayoritariamente lo apoya.
Es el caso de Isabel que nos dice que por lo céntrico que es el conocido parque, le «gustaba más allí. Aquí no me gusta»; aunque no es la opinión de Marilyn, quien está más contenta con el mercadillo en Santa Teresa, porque es un lugar «muy amplio para comprar y se desplaza uno mejor».
La vendedora Sandra Sánchez no está tan a disgusto con la nueva ubicación, a ella si le gustaría seguir «en esta misma zona, pero con la posibilidad de que pudiéramos dejar los vehículos dentro», pegados a los puestos para poder dejar género en ellos y no tener que descargarlo todo, algo que es «bastante paliza».
Por su parte, Rafael considera que en la zona de Bisagra «pasaba más la gente», al ser un lugar de paso, y, ahora, «solo viene la gente de siempre».
Fuentes del Ayuntamiento consultadas por este periódico han señalado que hasta que no estén concluidas las obras en el Parque de la Vega el Martes no podrá volver a celebrarse allí. Indican que desde el respeto absoluto a los comerciantes, hasta ese momento no se planteará un cambio de la situación actual.
Lo que está claro es que el Martes no solo es un ejemplo de la forma de comercio más antigua del mundo, sino también es el ejemplo del auténtico espíritu de los mercaderes en los zocos. «¡Señoras, señores!, ¡Calcetines, medias… a un euro!. ¡No se lo pierdan!».