El 30 de marzo de 2022 Natalia Khmelova y sus tres hijos, de entre 4 y 12 años, llegaron a Toledo, donde residía desde hacía 15 años Anastasia Chernikova, amiga de la infancia en Járkov (Ucrania): recuerda cómo a las 5 de la madrugada del 24 de febrero del año pasado escucharon explosiones, llamó a su padre, que estaba en Kiev, y él dijo «Ha empezado».
Así comenzó una nueva etapa en la vida de esta psicóloga ucraniana, que había nacido en Rusia y cuyos padres también son rusos pero se sienten ucranianos, hasta el extremo de que el padre de Natalia no quiere salir de Ucrania, ha resultado herido en la defensa de la ciudad y dice que su casa es Ucrania.
Natalia se fue con sus tres hijos a Toledo, donde vivía desde hacía 15 años su amiga Anastasia
Su ciudad fue de las más atacadas en los primeros días y se vio obligada a salir corriendo, con sus tres hijos, hacia la estación para coger uno de los trenes que evacuaban a la población. Pasaron un mes en Ternópil (oeste de Ucrania) antes de salir de su país hacia Toledo, donde vive Anastasia, amiga de la infancia.
Las dos mujeres, de 35 y 36 años, se reúnen en un parque de Toledo mientras juegan sus hijas más pequeñas. Anastasia hace de intérprete de su amiga y explica que el periodo de adaptación a España es «muy difícil», hasta el punto de que muchos paisanos que llegaron a Toledo hace un año y a los que ella ayudó han optado por regresar a Ucrania.
Anastasia: «La adaptación es dura»
«Muchos se han ido, no han aguantado. Muchos se adaptan pero muchos otros no; tienen allí la familia y vuelven a Ucrania aún estando como está. Es muy difícil cambiar toda la vida y la adaptación es dura. Habían venido para uno o dos meses porque pensaban que iba a acabar pronto, y algunos llevan ya un año aquí», subraya Anastasia Chernikova sobre otros ucranianos que han decidido regresar.
No es el caso de Natalia, que permanece en Toledo y puede continuar con su trabajo como psicóloga online, y que confiesa que nunca pensó que viviría una guerra, algo que habían estudiado en libros de texto o veían en películas.
Recuerda que a las cinco de la madrugada del 24 de febrero de 2022 se despertaron escuchando explosiones, llamó a sus padres, que residían en Kiev, y su padre dijo ‘ha empezado’.
El marido de Natalia sigue trabajando fuera
Su marido trabajaba fuera de Ucrania en aquel momento, con lo que ella tuvo que salir del país con sus tres hijos, y todavía hoy el marido sigue trabajando fuera, mientras ellos se adaptan a la vida en Toledo.
Afirma que es más difícil llegar a un nuevo país con niños, porque cada uno necesita su tiempo de adaptación, pero por contra tiene claro que precisamente los hijos son «una motivación para vivir e ir adelante».
Aunque su esperanza es que la guerra termine pronto, cree que no será así: «Esperamos la victoria de Ucrania, y ojalá sea lo antes posible». Y subraya que «lo principal es tener fe y seguir ayudando, animando a la gente y ayudando a Ucrania».
«Un año después, están igual o peor»
Por su parte, Halina Pylypchuk, ucraniana de nacimiento, también reside en Toledo desde hace años y ha ayudado a muchos ucranianos que han llegado a Toledo, entre ellos alumnos que han llegado al centro educativo en el que estudia su hijo, y ha colaborado en el proyecto de llevar una ambulancia equipada a su país.
Un año después de empezar la guerra, ha explicado que siguen enviando ayuda a las familias que siguen allí y que están «igual o peor» porque el país está muy destruido y hay muchos desplazados y muertos.
«Es una guerra bárbara, impensable en el siglo XXI»
«Es una guerra bárbara. Es impensable en el siglo XXI», ha señalado esta mujer, quien ha dicho que al igual que se habla de diamantes de sangre en África, se hablará de «trigo de sangre ucraniano».
En su opinión, «el conflicto tiene que ganarlo Ucrania porque lo contrario será que pierda no solo Ucrania sino Europa y la OTAN», y respecto al presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, cree que está haciendo lo que puede aunque «no es fácil estar continuamente pidiendo y suplicando ayuda a otros países».
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