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viernes, 22 de noviembre de 2024
Tamara, de origen ucraniano, regenta el bar toledano de "El muro" y desde hace una semana "no duermo, no como". Foto: Rebeca Arango.
Tamara, de origen ucraniano, regenta el bar toledano de "El muro" y desde hace una semana "no duermo, no como". Foto: Rebeca Arango.
SU HIJA Y SUS NIETAS YA HAN CRUZADO LA FRONTERA - 02 marzo 2022

Tamara Rudakova les había dicho en muchas ocasiones a sus dos hijos que se vinieran a España, que estallaría una guerra, pero ellos nunca pensaron que eso fuera a suceder: «Que no hombre, que no va a haber guerra», contestaban. Pero de repente, un 24 de febrero de 2022, alrededor de las 6 de la mañana, sus vidas dieron una vuelta de 360 grados, sus vidas y las de los 44 millones de personas que conforman el país.

El marido de Tamara luchó en las tropas rusas durante años

Kiev, la capital, guarda más de 2,8 millones de habitantes y no sufre un ataque similar desde en 1941 cuando la Alemania nazi atacó en plena guerra mundial. Muchos parecen haber retrocedido en el tiempo porque no pueden creer lo que están viviendo en 2022. La capital en los últimos años ha progresado mucho: «Se estaba construyendo mucho, Kiev es tan bonito y Ucrania también». nos cuenta Tamara acongojada.


Ella es de origen ucraniano, tiene 66 años y lleva 20 en España. Desde hace 18 regenta el bar «El muro» en el barrio de Santa Bárbara en Toledo. Su vida no ha sido un camino de rosas, las espinas le han herido en varias ocasiones. En Ucrania, con un marido militar que, por cierto, ironías del destino, durante años luchó con el ejército soviético hasta 1994, se quedó viuda y tuvo que emigrar del país en busca de trabajo. Necesitaba enviar dinero a sus hijos para que pudieran estudiar y así lo hizo: «Les mandaba dinero y ellos han podido estudiar por todo el mundo… Inglaterra, EEUU y ahora tienen buenas carreras».

No sabe nada de su hijo, militar y en primera línea de guerra

Ahora la vida de su hijo e hija, así como la de la familia que ambos han formado, corre peligro. Alexis, su hijo de 45 años, está luchando con el ejército ucraniano en primera línea: «No podemos hablar con él, los militares tienen los móviles apagados«, dice Tamara. Además, la mujer de Alexis, también está en primera línea, como médica: «Tengo mucho miedo» nos asegura…

No es para menos, porque a esto se suma que su yerno, el marido de su hija, también es militar y está en primera línea de la batalla. Aunque, a veces, en pocas ocasiones, Tamara vuelve a coger fuerzas. Es muy probable que en pocos días tenga a su hija y a sus tres nietas en España. «Mi hija me ha dicho que no llame yo a Ucrania, que ella me va llamando y hoy a las cinco de la mañana me ha llamado y me ha dicho que ha cruzado la frontera», la voz de Tamara, ahora, es más firme.

Concentración el sábado, 26 de marzo, en Toledo en contra de la invasión de Ucrania. Foto: Rebeca Arango.

Concentración el martes,2 de marzo, en Toledo en la puerta del bar de «El muro», que regenta Tamara. Foto: Rebeca Arango.

«Mi nieta lloraba porque quería luchar, pero sus padres no lo han permitido»

Su hija y sus tres nietas, de 12,13 y 20 años han podido cruzar la frontera gracias a los aviones que han mandado países como Alemania, Polonia, Hungría y Austria para ayudarles y alojarlos en Europa. «Mi nieta de 20 años es periodista y quería quedarse allí. Lloraba mucho porque quería luchar, pero sus padres no lo han permitido, por la fuerza le han sacado de allí»: y su nieta, de 12 años, es consciente de todo: «Cuenta que Putin va a tirar bombas químicas».

«Yo me siento muy mal. Tengo ya muchos años, a veces pienso que me va a dar un infarto. Llevo una semana sin dormir, pienso en mi familia, en Ucrania, en todo el mundo», relata y acto seguido Tamara da gracias a España: «Es un país maravilloso. He vivido en muchos lugares, pero la gente de aquí es especial, mucha gente ayuda». Por este motivo, nunca volvió a su lugar de origen y siempre ha deseado que sus hijos se vinieran aquí con ella. Le preguntamos por qué no lo hicieron nunca… «Mis hijos tienen trabajos serios, trabajan para el estado, todo y hasta ahora no era malo».

Ucrania antes era feliz 

En Ucrania, según nuestra entrevistada, «la vida es peor», pero «antes, los ucranianos estaban felices». Dice que la gente trabajaba y estudiaba, llevaba una vida normal y nadie pensaba «que iban a ser bombardeados por los rusos«.  La casa de su hija está en el centro de Kiev y «a saber como está. Ella no cuenta nada porque no sabe nada», lo que si sabe porque lo ha visto, es que Kiev está completamente derruida:»Los colegios, las guarderías… donde estudiaba mi nieta pequeña, de siete plantas, lo han bombardeado todo».

«Mamá, quiero venir a dormir y descansar»

De las pocas veces que Tamara ha tenido oportunidad de charlar con su hija durante esta última semana, Ulga que es como se llama, le lloraba: «Mamá quiero ducha, aquí no hay agua caliente, no hay luz, ni comida. Mi hija es asmática y alérgica, lleva una semana comiendo pan. Necesito dormir en una cama limpia y descansar». Son las palabras de una mujer desgarrada que deja a su marido en un país en guerra e intenta luchar por su vida, pero sobre todo, por la de sus tres hijas.

Ellas han dormido dos noches en el metro de Kiev y aseguran que todos los días a las cuatro de la mañana «empezaban los bombardeos». Atemorizada, Tamara, y sincera con este equipo de encastillamancha.es asegura: «Creo que cuando venga mi hija va a llorar durante tres días seguidos». 

Y tú cabeza, Tamara, ¿qué piensa todo el rato?, pregunto. «Que vengan todos vivos. Esto no se puede entender. Nosotros vivimos la guerra de Siria, pero cuando le toca a tu país y lo ves destrozado… Pero no pasa nada, las casas se vuelven a construir, solo quiero que la gente no muera y ya he leído que hay un montón de muertos ucranianos». Y sí, es cierto. No hay cifras exactas de los fallecidos, pero sí se sabe a día de hoy que son miles.

«No quiero ver Kiev destrozada»

Hace apenas dos días, una capa blanca arropaba toda la capital de Ucrania. Una estampa, que en circunstancias normales, hubiera sido preciosa y las fotografías hubieran inundado las redes sociales. Pero ahora no. Ahora no es más que nieve que tapa algo de los muchos escombros que sepultan Kiev. «Mi hija me dice que ha perdido los abrigos de invierno, pero le he dicho que no pasa nada».

Cuando pase todo, que pasará, ¿irás a Ucrania? le digo… «Yo destrozada no quiero verla. No aguanto. Los últimos años estaba todo tan bonito…», asiente entristecida. Quiero terminar la entrevista con un buen sabor de boca, lo que se pueda, y acuden a mi mente todas las informaciones sobre la ayuda que países como España están prestando a Ucrania. Medicamentos, ropa, dinero, casas de acogida…

¿Os sentís arropados? le pregunto. «El primer y segundo día, no. Pero ahora, todos los países han empezado a ayudar, hasta Suiza que nunca lo ha hecho. Estoy orgullosa por Europa, de la buena gente que hay». Es el único aliento de esperanza que nos queda, nosotros mismos. Nuestra empatía, nuestra ayuda y nuestra solidaridad.

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