Desde mitad del siglo XVI y hasta mediados de XIX cientos de hombres ejercieron de verdugos formando parte de un grupo socialmente marginado y endogámico; de hecho, entre 1724 y mediados del XIX los verdugos de Toledo fueron de la familia Sastre, parientes de los verdugos de Madrid.
La doctora en Historia María F. Carbajo Isla, profesora emérita de la Universidad Complutense, ha dedicado doce años a investigar en numerosos archivos para rescatar en ‘La esférica clase. Los verdugos españoles del Antiguo Régimen’ (dos volúmenes) la vida de los verdugos, sus relaciones familiares y sociales, los quehaceres que debían realizar y los motivos que los llevaron a ejercer ese oficio.
La obra, que abarca un largo periodo de 350 años, tiene mucha vinculación con el Derecho porque los verdugos eran, en realidad, los que tenían el poder de aplicar la pena de muerte una vez que el rey firmaba las sentencias.
Afianzada en numerosa documentación, este trabajo aborda los tipos de pena capital que existieron a lo largo de 350 años (degüello, hoguera, horca, garrote), las penas que se añadían a la pena de muerte (arrastramiento, descuartice, encubamiento), cómo se aplicaba el tormento y otros trabajos que tenía el verdugo (los azotes y la vergüenza pública).
Pero, sobre todo, la autora incide en cómo fueron la vida de estas personas, las relaciones entre ellos, cómo accedían al trabajo y el estigma que tuvieron en la sociedad, porque lo que le interesa es la historia de cada persona, la microhistoria.
«En mis investigaciones siempre me ha despertado mucho interés descubrir la historia de la persona, no de un duque o un gran corregidor sino de alguien anónimo a quien me encuentro en un archivo de protocolos y puedo saber cuántos hijos tenía, dónde se casaba o cuántas veces, si era cofrade de tal cofradía o de otra. Esto siempre me despertó mucho interés”, ha explicado a la Agencia EFE.
Archivos generales como el de Simancas o el Archivo Histórico Nacional, archivos catedralicios, históricos provinciales, de diputaciones, municipales, diocesanos, parroquiales o de cofradías han sido analizados para conocer algo más de la vida de estas personas.
![Iglesia de la Magdalena, donde residían alguno de los verdugos. Foto: EFE/Ismael Herrero.](https://www.encastillalamancha.es/wp-content/uploads/2025/02/iglesia-caridad-toledo.jpg)
Iglesia de la Magdalena, donde residían alguno de los verdugos. Foto: EFE/Ismael Herrero.
Verdugos en Toledo y Madrid
Desde el año 1724 y hasta, al menos, mediados del siglo XIX los verdugos de Toledo fueron miembros de la familia Sastre, emparentados con los verdugos de Madrid, lo que facilitó el hecho de que en las ejecuciones de penas de muerte el verdugo de Madrid tuviera como ayudante a su hermano o primo, que ejercían su mismo oficio en Toledo.
«La endogamia era tanto de oficio como de sangre», ha apuntado la autora, académica correspondiente de la Real Academia de la Historia.
Domingo Hernández (1674-1725) era pregonero en Talavera de la Reina (Toledo) a comienzos del XVIII, de allí pasó a Toledo, donde ejerció como verdugo y pregonero 16 años, y luego marchó a Madrid. En segundas nupcias se casó con la hija del verdugo de Ciudad Real (Juan Sastre) y al final de su vida fue sustituido en el oficio por su cuñado, Mateo Sastre, que ejerció, a su vez, hasta los 71 años en Ciudad Real, Toledo y Madrid.
El toledano Antonio Sastre Brizuela (1745-1806), hijo y nieto de verdugos, por línea materna y paterna, desempeñó su trabajo en Madrid, primero ayudando a su padre y luego con el nombramiento en propiedad, y se mantuvo en el puesto casi 40 años superando a cualquier otro verdugo de los que habían ejercido en la capital. De Antonio aprendió su sobrino, Antonio Pérez Sastre, verdugo en Ciudad Real, Cáceres y Madrid y cuyo hijo (José Pérez Sánchez) también fue verdugo.
Carbajo Isla ha rescatado los nombres de los verdugos que ejercieron en numerosas ciudades del país, entre ellos los de Toledo desde 1611 hasta los últimos (1806-1833), Santiago y Manuel Sastre Carnero.
Ha documentado que desde el último cuarto del XVII en adelante estos verdugos toledanos residieron en el entorno del Alcázar y en largos periodos fueron feligreses de la parroquia de La Magdalena.
En Toledo, la Cofradía de la Santa Caridad, que es la más antigua de España (1085) y surgió para dar cristiana sepultura a los muertos, ha sido la encargada durante siglos de hacerse cargo de los ajusticiados, a los que enterraban, junto a los muertos en batallas o ahogados, en un pequeño cementerio próximo al actual Museo de Santa Cruz: se llamó ‘Pradito de la Caridad’ y aún se conserva una placa que lo recuerda.
![Paseo del Carmen cerca de lo que fue el cementerio de la Caridad. Desde mitad del siglo XVI y hasta mediados del XIX cientos de hombres ejercieron de verdugos formando parte de un grupo socialmente marginado y a la vez endogámico. Foto: EFE/Ismael Herrero.](https://www.encastillalamancha.es/wp-content/uploads/2025/02/paseo-carmen-toledo.jpg)
Paseo del Carmen cerca de lo que fue el cementerio de la Caridad. Desde mitad del siglo XVI y hasta mediados del XIX cientos de hombres ejercieron de verdugos formando parte de un grupo socialmente marginado y a la vez endogámico. Foto: EFE/Ismael Herrero.
El origen de la investigación
Carbajo Isla recuerda el origen de su extensa investigación: durante años había tomado notas de asuntos que le iban interesando y en el año 2000 decidió retomarlas y averiguar algo más de los verdugos de Madrid, identificarlos y buscar sus orígenes.
Un día de marzo de 2010 esta investigadora encontró, documentalmente, que un verdugo de Madrid había solicitado permiso para casarse en Segovia, pero se lo denegaron y se casó por poderes: y en ese acta de matrimonio que localizó en Segovia encontró que había tres verdugos: el novio, su hermano y el suegro.
«A partir de ese día decidí que mi trabajo no solo sería de Madrid sino que lo abriría a cuantas ciudades del país pudiera llegar e investigar en sus archivos. Y a ello dediqué doce años, a seguirles la pista», ha manifestado.