Después de pasar por un proceso de limpieza y restauración, el Quijote de mazapán más grande del mundo acaba de regresar al obrador de Santo Tomé, en Toledo, donde de nuevo vuelve a atraer las miradas y los objetivos de las cámaras de numerosos turistas.
Fue en 2016, con motivo de la conmemoración del cuarto centenario de la muerte de Miguel de Cervantes, cuando un grupo de maestros confiteros de Santo Tomé -por encargo del Gobierno de Castilla-La Mancha- se pusieron manos a la obra para, con un peso de 700 kilos y más de 3,5 metros de altura, elaborar una enorme figura del Quijote a base de mazapán, para lo que se emplearon 350 kilos de almendra, 300 kilos de azúcar y 50 kilos de miel. De esta forma, dos años después, lograban batir un récord Guinnes.
Fueron más de 500 horas las que se invirtieron en su realización, primero en modelado y después en cromado, con diferentes tonos de color conseguidos gracias a colorantes alimentarios.