Si el año 2018 fue inolvidable para Federico Martín Bahamontes, cuando su ciudad, Toledo, al fin le homenajeaba erigiéndole una estatua y en un acto en el que estuvieron casi todas las máximas luminarias del ciclismo español, 2019 también lo sería por un suceso negativo.
Poco podría pensar que en el mes de julio, en el que se cumplían 60 años de su gesta en el Tour de Francia (la organización de la carrera le felicitó en su página web, a él, el campeón vivo más veterano), concretamente el día 28, un domingo, aparecía su estatua yacente en el suelo, partida en dos, después de que días antes apareciera con pintadas y alguna parte de la figura dañada, como las cadenas de la bicicleta. Así que la estatua tuvo que ser retirada para ser restaurada.
El propio Bahamontes decía, al enterarse de la triste noticia, que las «tripas» se le habían puesto «de color de rosa» ironizando al respecto, lamentando que hubiera gente «que no agradece nada». Pensaba que la estatua «debería estar rodeada con vallas o cadenas».
[ze_gallery_info id=»329290″ ]Tras la retirarada del monumento, las autoridades se reunieron para tomar decisiones; ya se barajaba la idea de instalar cámaras de seguridad. Todo pasaba por la reinstalación de la estatua, convenientemente protegida, a fin de que estuviese lista para el 13 de septiembre, fecha de la llegada a Toledo de una de las etapas de la Vuelta a España.
Arreglar el monumento le iba a costar 10.000 euros al Ayuntamiento, lo que cobraba la empresa de fundición (en Arganda del Rey, Madrid), donde se llevó para restaurarla, a lo que se le añadió lo cobrado por el autor de la obra, el escultor valenciano Javier Molina. En teoría, los gastos de la reparación debían ir por cuenta de los autores de la «gracia», aunque a día de hoy no han sido encontrados.
…Y por fin, el 13 de septiembre, cinco días antes del inicio de la Vuelta a España, casi un mes y medio después del fatal derribo, el monumento volvía a presidir la «cumbre» de la calle del Arrabal. Se arregló la zona de los pedales, también algún dedo que había sido seccionado, y se consolidó la estructura para que la base tuviera más estabilidad.
Unas semanas antes, el 8 de agosto, se había colocado en la zona una cámara de vigilancia para controlar el tráfico rodado y que, además, sirviera para controlar la escultura, a fin de evitar que volviera a suceder lo mismo. La réplica del «Águila de Toledo» ya estaba lista para acoger la llegada de la etapa de la Vuelta a España.
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