El Palacio Arzobispal de Toledo acoge uno de los mayores archivos que posee la Iglesia en España. La importancia de sus documentos y las dimensiones que llegó a tener la Diócesis de Toledo le otorgan esta relevancia, también el valor de ser uno de los principales notarios de la historia de nuestro país desde el siglo XVI, que es cuando empezó a constituirse como tal.
El Archivo Diocesano de Toledo es, a pesar de ello, un gran desconocido. Las estanterías de sus diferentes salas guardan auténticas joyas documentales, como los más de 3.000 volúmenes manuscritos entre los que se encuentran las actas del sínodo que convocó el cardenal Cisneros en el año 1497 o un manuscrito de 1679 escrito en pergamino con una bella ilustración que retrata a Carlos II, Mariana de Austria y al cardenal Pascual de Aragón.
Otros documentos hablan de figuras ilustres de la época, apareciendo en ellos las firmas de Pedro Calderón de la Barca, Lope de Vega, El Greco…también los hay que relatan las diferentes reformas y obras acometidas en la Catedral de Toledo y en otros grandes edificios de la diócesis; sucesos milagrosos; testamentos; procesos de beatificación; escrituras… Los hay más curiosos, como un cuadernillo de recetas de 1600 o un manual de caligrafía. En total, siete kilómetros de documentos guardados en más de 30.500 cajas que dan cuenta de cómo era la vida por aquel entonces.
[ze_gallery_info id=»272342″ ]Fue a finales del siglo XV y principios del siglo XVI cuando el Archivo Diocesano de Toledo comenzó a tomar forma y a aglutinar todos los documentos repartidos por un área de influencia que llegó a ocupar toda la provincia de Toledo, toda la provincia de Madrid, casi toda la de Ciudad Real, la mitad de Albacete, la mitad de Guadalajara, parte de Extremadura, parte de Ávila, Orán -en el norte de África- y las zonas de Cazorla y Huesca.
[ze_summary text=»El Archivo de la Bula de la Santa Cruzada destaca por su valor histórico»]El Archivo de la Bula de la Santa Cruzada destaca por su valor histórico[/ze_summary]Todo este territorio que abarcaba la diócesis generó una basta documentación. El director del archivo, Juan Pedro Sánchez Gamero, ponía de manifiesto que se trata de una información «muy amplia y variada». Destacaba los fondos propios de la parroquias, que son los que dan una idea más fiel de cómo era la vida en los pueblos; también los fondos de visitas, donde se deja constancia de cómo había un sacerdote o vicario encargado de ir pueblo por pueblo viendo cómo estaban estos, los religiosos que había, si había médico, si la gente respondía…
Procedente igualmente de las parroquias son los fondos sacramentales, los relacionados con los bautismos, los matrimonios y las defunciones. Aunque el texto original lo guardan las diferentes iglesias, éstas tienen la obligación de mandar una copia al Arzobispado, algo que fue de utilidad tras la Guerra Civil, momento en el que se destruyeron muchos archivos, lo que -de no ser por el Archivo Diocesano- habría dejado a numerosas personas indocumentadas para recibir una pensión o para certificar en qué año habían nacido.
Otras de las colecciones más abundantes son las de «órdenes», con miles de expedientes de personas que se ordenaban sacerdotes; las de los procesos o pleitos; y las de las capellanías, fundaciones y obras pías. Por su valor histórico, el Archivo de la Bula de la Santa Cruzada representa otra pieza fundamental y -por la conflictiva época que vivió España- también lo es el fondo formado por el archivo privado del cardenal Isidro Gomá y Tomás, arzobispo de Toledo entre 1933 y 1940.
Dos incendios y una guerra civil
En la «biografía» del Archivo Diocesano de Toledo hay momentos difíciles, como el que se vivió en 1925, en el que por culpa de un incendio se perdieron muchos documentos. Luego llegaría la Guerra Civil. «He visto legajos atravesados hasta la mitad por una bala», comentaba Sánchez Gamero, quien igualmente mencionaba el incendio que -una vez concluida la contienda- tuvo lugar en 1939. Los productos químicos del depósito móvil farmacéutico que guardaba una de las dependencias del Palacio Arzobispal fue el origen de un fuego que hizo grandes estragos en el edificio y que se llevó por delante la vida de un bombero.
Hace 10 años el archivo -que ocupa las antiguas estancias de verano de los arzobispos- sufrió una importante reforma, una tarea de modernización en la que se le dotó de mayor amplitud -gracias a estanterías sobre bases movibles- y seguridad.
Junto al técnico Cristian Bemerjo, Juan Pedro Sánchez Gamero lleva ya 34 años realizando una labor «inmensa y apasionante» de la que queda mucho por hacer ya que «seguimos descubriendo cosas muy interesantes». Fue el cardenal don Marcelo quien le envío a Roma para estudiar Archivística e Historia. En 1984 regresó a Toledo y compaginó su trabajo en el archivo con el de párroco de Noez y Totanés -localidades que dejó ya hace años- y de profesor en el Seminario.