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viernes, 22 de noviembre de 2024
Arantxa Echevarría, directora de cine. Foto: Sara M. Trevejo.
Arantxa Echevarría, directora de cine. Foto: Sara M. Trevejo.
Directora de la película "Chinas" - 10 noviembre 2023 - Toledo

¿Qué significa ser español, uruguayo, chino o iraní? ¿El color de los ojos nos define? ¿Quiénes somos, ante nosotros mismos y ante los ojos de los demás? El cine de Arantxa Echevarría nos plantea siempre preguntas existenciales. Esta directora, cineasta, guionista lleva toda una carrera creando películas, pero no fue hasta 2018 con Carmen y Lola – un relato sobre la relación amorosa entre dos mujeres gitanas – que le llegaron los reconocimientos. Sus retratos sociales miran debajo de esa alfombra donde queremos ocultar lo que molesta y lo muestra a través de la pantalla. «No creo que cambie la vida a la gente, sino que de pronto tienen un referente diferente», cuenta la cineasta en una entrevista con ENCLM, con motivo de la presentación de su última película, Chinas, en el Festival del Cine y la Palabra (CiBRA). No será la última vez que Echevarría pise el CiBRA porque su relación con el festival es cercana, fluida y de respeto mutuo.

Chinas (2023) se cuela dentro de la hermética cultura asiática para hablar de los problemas de integración, de racismo (explícito e implícito) y, sobre todo, de amistad, a través de la mirada de dos niñas de origen chino que viven en el barrio madrileño de Usera, quizás el único «Chinatown» que tenemos en España. «Dos niñas de origen chino van al mismo cole y todos los profesores piensan que deben ser amigas, cuando una es una niña adoptada española (Ella Qiu), más española imposible, y la otra niña que sus padres tiene un bazar (Daniela Shiman Yang). No puede haber personas más diferentes, pero que parezcan lo más semejante», dice Echevarría. La cinta nace de la propia relación de amistad entre la directora y una niña china. «Me hice superamiga suya, fuimos colegas, le ayudaba con los deberes. Creamos un vínculo especial hasta que su madre me entregó una carta suya de los Reyes Magos», relata la directora. Ese es el punto de partida del relato audiovisual, que está en cines desde el 6 de octubre y que cuenta con un reparto mixto, con actrices como Carolina Yuste o Leonor Watling que se intercalan con otras que se estrenan en las pantallas como Ella Qiu, Daniela Shiman Yang o Xiny Ye.


La identidad cambiante, estanca, prisionera

Quizás, lo más complicado es desligarse de quiénes somos para poder acercarnos a esas otras identidades con las que convivimos y de las cuales no sabemos tanto. «Cuando hablamos de raza, aspecto físico, sexualidad, los juicios de valor pueden ser muy dolorosos. Ser la china en vez de la persona, ser el mariquita en vez de ser el chico, estas cosas pueden definirte mal. Intento hablar con mis películas para no mirar desde fuera y que miremos desde dentro. No somos nosotros y ellos, sino que somos todos nosotros«, reflexiona Echevarría. «La identidad es algo que está sobrevalorado», continúa, mostrando la prisión que ejerce la ese quien soy y la pertenencia a un grupo social determinado.

«Me encantaría ser del mundo, libre, poder transformarme. Pero no, estamos acotados a quién eres, donde naciste, qué emociones tienes, qué sexualidad sientes… Ahora, los jóvenes molan mucho porque fluyen y eso en mi generación no estaba permitido», subraya Echevarría.

«Tenemos un lenguaje lleno de microrracismos»

La inmersión de Echevarría en la cultura china ha sido completa. La película ha contado con la ayuda de asociaciones como Liwai para acercarse a una cultura tan cercana como desconocida. En cada esquina, en cada bazar, en cada restaurante, en cada casa, hay un mundo que aún desconocemos. «Es algo que tenemos que hacer, conocer al otro, dejar de prejuzgarlo y saber que son madres, padres, que tienen que pagar un alquiler exactamente igual que nosotros», defiende Echevarría, cuyo trabajo de documentación para hacer la película ha sido exhaustivo.

«Allí donde están las fronteras de mi lengua, están los límites de mi mundo», acuñó Wittgenstein. Lo que no se nombra no existe y, a su vez, cómo nombramos los conceptos es el origen de cómo los pensamos. «Tenemos un lenguaje lleno de microrracismos. Decimos voy al chino, en vez de decir tienda, no me cuentes cuentos chinos, son microrracismos igual que panchito o moro. El lenguaje ya está definiendo a la sociedad. Si cuidamos el lenguaje estamos empezando a ayudar un poco», expone la cineasta vasca.

«Hacer una película es una responsabilidad política y social»

El reconocimiento y los proyectos han llegado a Echevarría con una gran experiencia en el sector audiovisual. Su figura ejemplifica como pocas ese trabajo oscuro, alejado de los focos, para sacar sus historias adelante. Con Carmen y Lola, la cineasta logró el Goya a Mejor Dirección Novel – y descubrió a Carolina Yuste como una de las mejores intérpretes de España (Goya a Mejor Actriz de Reparto – después de debutar casi una década antes con el corto Panchito (2010). Desde ese 2018, la directora ha encadenado proyectos mucho más populares como la serie El Cid (2020) o la comedia La familia perfecta (2021). Conjugar cine social con historias para el público más dispuesto a otras historias no ha supuesto ningún problema para Echevarría, al contrario. «La comedia y el cine de masas es muy necesario. Se puede hacer mucho tipo de cine y contentar a todo el mundo. El cine comercial es muy necesario también para desahogar, el día que quieres matar a tu jefe te vas a ver una comedia como Nine to Five con Dolly Parton y dices ‘que a gusto estoy'», ríe desprejuiciada la cineasta, ejemplo de que el compromiso no está reñido con acercar las pantallas a todos los públicos.

Sin embargo, su objetivo lo tiene fijado. «Hacer una película es una responsabilidad política y social. Cuando hago reír también y si no hago reír estoy fallando», se abre Echevarría, cuyas historias rescatan lo real y lo importante de lo accesorio. «Cuando hago cine social, mis películas, tengo la obligación moral de contar algo importante», sentencia la cineasta .

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