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jueves, 21 de noviembre de 2024
Corona de los camafeos, perteneciente al ajuar mortuorio de Sancho IV, hijo y sucesor de Alfonso X. Foto: Rebeca Arango.
El repaso a la vida y obra de un rey sin igual (7) - 13 junio 2022 - Toledo

Alfonso X no consiguió poner en práctica todas sus innovadoras medidas políticas, orientadas a ejercer su preeminencia y control sobre los sectores privilegiados, la nobleza y la Iglesia.

Al ver que su poder quedaba socavado, dichos sectores protagonizaron violentas revueltas que atentaban contra la autoridad del rey y buscaban incluso su destitución. Las exigencias tributarias del monarca se produjeron, además, en el momento de una crisis económica que afectó al reino y que no se superó a pesar de las medidas adoptadas.


El fracaso en sus pretensiones de alcanzar el trono imperial limitó también su autoridad. Hubo ocasiones en las que miembros de su propia familia encabezaron las revueltas. A tal extremo llegaron los enfrentamientos que Alfonso X tuvo que dar marcha atrás en algunos de sus planteamientos políticos y los proyectos legislativos en los que se sustentaban.

La muerte en 1275 del heredero, el infante don Fernando de la Cerda, acabó provocando una intensa crisis sucesoria, tanto personal como política, que marcaría profundamente los últimos años de su reinado, en los cuales se tuvo que enfrentar a su segundo hijo, Sancho IV.

El heredero: don Fernando de la Cerda

Don Fernando de la Cerda era el primer hijo varón de Alfonso X y quien en principio estaba destinado a sucederle. Se casó con Blanca de Francia, hija de Luis IX. Los esponsales se celebraron en Toledo el 6 de mayo de 1269 y unos días después, el 13 de julio, en una solemne ceremonia, se firmó el acuerdo matrimonial. Las bodas tuvieron lugar en la catedral de Burgos el 30 de noviembre de aquel mismo año. El 20 de julio de 1275, estando ausente su padre, que se encontraba en Beaucaire (Francia) intentando defender sus últimas pretensiones imperiales ante el papa, murió en Villa Real (Ciudad Real) sin haber llegado a cumplir los 20 años. Sus restos mortales descansan en el monasterio de las Huelgas (Burgos).

La crisis sucesoria

El infante don Fernando de la Cerda estaba destinado a ser el sucesor de Alfonso X. Sin embargo, su inesperada muerte desencadenó un grave conflicto sucesorio. Según el sistema tradicional correspondía la sucesión al hermano siguiente, el infante don Sancho. Pero el rey había introducido en las Partidas una novedad: si el heredero fallecía, el derecho a gobernar pasaba a los hijos de este. Don Sancho no se resignó y junto con un grupo de partidarios se rebeló contra su propio padre.

La muerte del rey

Después de algunos titubeos, tanto en el testamento del 8 de noviembre de 1282 como en el posterior codicilo del 10 de enero de 1284, pocos meses antes de su muerte, Alfonso X no dejó como heredero a su hijo Sancho. En esos textos simplemente señalaba «mi heredero», sin indicar nombre alguno, aunque su deseo siempre fue que hubiese sido su nieto mayor.

Enfermo, el rey murió en Sevilla el 4 de abril de 1284 antes de cumplir los sesenta y tres años. Su intención inicial siempre fue que sus restos descansaran en el monasterio de Santa María la Real de Murcia, pero en su testamento indicó que se le enterrase en la capilla real de la catedral de Sevilla, junto a las tumbas de sus padres. Aunque dispuso que su corazón fuese llevado a Jerusalén y sepultado en el Monte Calvario, esto nunca se llevó a cabo y hoy, junto con sus entrañas, se conserva en una urna dentro de la catedral de Murcia.

El sucesor: Sancho IV

Aunque Alfonso X no le dejó como heredero en su testamento, tras la muerte de este en 1284, Sancho contó con apoyos suficientes para imponerse y ser reconocido como nuevo rey con el nombre de Sancho IV. Las ciudades, entre las que se puede señalar a Toledo, jugaron un importante papel en el conflicto sucesorio, poniéndose de su lado.

No siendo todavía rey, Sancho IV confirmó privilegios a la catedral y a la ciudad, algo que demuestra que esta estuvo a su favor. El sucesor de Alfonso X siempre mantuvo una especial relación con Toledo, pues en su catedral fue coronado (por el arzobispo don Gonzalo García Gudiel) y allí fue enterrado en 1295, en la capilla de Santa Cruz, que él mismo fundó. A comienzos del siglo XVI sus restos serían trasladados a su emplazamiento actual, en la capilla mayor.

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