Pocas instituciones hay en Toledo que superen los 100 años de vida. Creado en 1910, y gracias en buena parte al trabajo desarrollado durante este tiempo, el Museo del Greco es el artífice de que hoy en día la ciudad y el pintor cretense –considerado uno de los artistas más significativos de la pintura universal- se hayan convertido en dos elementos inseparables que no se entienden el uno sin el otro.
Actualmente es uno de los monumentos más visitados de la capital regional, solo por detrás de la Catedral, el Museo del Ejército y el Museo Sefardí, y uno de los tres museos estatales –gestionados directamente por el Ministerio- con más afluencia en España. Tras los 174.000 y 192.000 turistas que recibió en los años 2012 y 2013 respectivamente, el Año Greco –en 2014- supuso un gran espaldarazo y reconocimiento a su labor, alcanzando entonces las 300.000 entradas. El director, Juan Antonio García, explica –no obstante- que «el reconocimiento no fue todo el que debió ser» ya que «cuando yo llegué aquí, en verano de 2013, el museo no estaba incluido en el programa cultural para la conmemoración del IV centenario de la muerte de El Greco». Finalmente fue incluido «pero no tuvimos una participación excesiva», algo que esta institución compensó con las numerosas actividades organizadas para relanzar la figura del pintor y los espacios en los que tiene presencia en Toledo.
Como es lógico, en 2015 bajó algo la afluencia -241.000 visitas- y de cara a 2016 se espera rondar las 250.000. Estudiantes, familias y turistas que acuden a la ciudad en busca de sus elementos patrimoniales más importantes nutren el perfil del que accede a él.
La historia del Museo del Greco está ligada a la figura de Benigno de la Vega-Inclán, más conocido como marqués de la Vega-Inclán, quien fue uno de los mecenas más importantes de la primera mitad del siglo XX. Fue él el que, coincidiendo con la revaloración y redescubrimiento de la obra de El Greco en torno a 1900, adquirió en plena judería toledana una casa en ruinas del siglo XIV con el objetivo de rehabilitarla y recrear sus ambientes domésticos para mostrarla como la verdadera casa del pintor.
En realidad el museo se ubica muy cerca de donde vivió el artista (se cree que en un edificio del paseo del Tránsito), concretamente sobre el palacio de Samuel ha Leví, tesorero del rey Pedro I de Castilla y responsable de la construcción de la cercana Sinagoga del Tránsito.
Tal y como afirma Juan Antonio García, los tres principales elementos que componen este museo son «la fantasía que genera sobre la figura de El Greco»; un espacio emplazado en el corazón de la judería toledana en el que recrear esta fantasía; y las colecciones de obras, entre las que sobresale el Apostolado, el más importante de los que realizó el pintor cretense; el lienzo de «Las lagrimas de San Pedro»; y el retablo de San Bernardino, a las que hay que sumar piezas de otros grandes autores como Luis Tristán, Francisco de Zurbarán, Joaquín Sorolla, Raimundo de Madrazo…
El recorrido por este centro cultural arranca en el patio y las estancias que recrean cómo pudo llegar a ser el hogar de El Greco. Ya en la planta superior, una sala recoge los cuadros que el marqués de la Vega-Inclán fue reuniendo para convertirla en un auténtico museo de arte español, con obras como el retrato que Sorolla hizo del marqués o lienzos de Passerotti y Madrazo.
Tras la recreación de un estudio, el museo pasa de lleno a analizar la obra del pintor con la sala «El Greco antes de Toledo», en la que se habla de su Creta natal; de Venecia, donde conoció a Tiziano y Tintoretto; y de Roma.
Ya con El Greco en Toledo, a donde llegó en 1577, se abre al público el espacio que más miradas atrae. En él el cuadro «Vista y plano de Toledo» preside una sala con los 13 lienzos del Apostolado,-donde demostró su capacidad para idear personajes de gran humanidad, plenos de nobleza y dignidad (pintó varios Apostolados, de los que se conservan tres completos, siendo éste el de mayor calidad)- y «Las lágrimas de San Pedro».
A continuación, el itinerario lleva al visitante hasta la capilla absidial en la que, sobre un techo de artesonado mudéjar, se encuentra el retablo de San Bernardino, en el que se aprecia la mayor verticalidad que empezó a imprimir el artista a las figuras. Realizó tanto el retablo como la pintura por encargo del colegio del mismo nombre que antiguamente existía cerca del museo.
Más allá de la obra de El Greco, el recorrido también muestra una panorámica de cómo era el Toledo de la época -una época de grandes cambios debido al traslado de la corte a Madrid- y a «El Greco después de El Greco», con obras de sus discípulos y seguidores, siendo Luis Tristán el gran referente.
La visita artística da paso a los jardines que diseñó el marques de la Vega-Inclán y a unas cuevas, el único resto conservado del palacio de Samuel ha Leví.
Hoy en día el Museo del Greco se mueve en base a dos objetivos: consolidarse como activo cultural para la ciudad y lograr una proyección internacional.
Talleres familiares e infantiles, concursos y conciertos suelen formar parte de una agenda cultural que se modifica mes a mes y que atrae a muchos toledanos. Además, dentro del plan «Museos + sociales» trabaja con colectivos como los niños hospitalizados en el «Virgen de la Salud» para llevar hasta allí sus actividades.
Además de seguir consolidando al Museo del Greco como una institución abierta y viva y continuar proyectándolo internacionalmente, Juan Antonio García ponía el acento en que otro de los proyectos de futuro es el de albergar un centro documental de referencia de El Greco, su obra y de la estela artística que éste dejó a lo largo de los siglos, algo que considera viable gracias a las posibilidades que ofrece la digitalización de textos. Por último, en 2016 es más que probable que se haga realidad otro de sus retos: traer en depósito y durante un largo período de tiempo, bajo la tutela del Estado, obras del pintor cretense guardadas en colecciones privadas e instituciones.
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