Paradójicamente, el monarca más representado de todo el arte medieval, plasmado en decenas de miniaturas elaboradas por el ‘scriptorium’ alfonsí, ha tenido después un tratamiento desigual. No existe una iconografía de Alfonso X comparable a las abundantes imágenes de su padre, Fernando III, con quien suele compartir los distintivos de rey conquistador.
La representación de Alfonso X con coraza -a menudo asociada a los símbolos imperiales (la corona con diademas cerradas, el cetro, el manto y el orbe)- fue fórmula habitual, así como la semblanza del rey legislador o literato. Pellegrino Tibaldi lo plasmó en El Escorial como astrónomo en el siglo XVI, mientras que Ramón Bayeu inmortalizó su generosidad ante la emperatriz de Constantinopla en el XVIII.
A partir del siglo XIX, tanto la pintura de historia como la proliferación de monumentos conmemorativos -empezando por la estatua de José Alcoverro en la escalinata de la Biblioteca Nacional- contribuirán a fijar la imagen del rey Sabio que tenemos en la actualidad.
Un rey «obeso, barbudo y de innoble aspecto»
Varios ejemplos, tanto piezas originales como reproducciones fotográficas, pueden contemplarse en la exposición ‘Alfonso X: el legado de un rey precursor’. Por ejemplo, el retrato imaginario que acompañó a la edición de las Partidas realizada en 1807 por la Real Academia de la Historia, semblanza inspirada en una miniatura de la ‘Estoria de España’ que perteneció al marqués de Santillana y que el coleccionista y pintor Valentín Carderera consideraba la imagen de un rey «obeso, barbudo y de innoble aspecto».
Otro ejemplo es un retrato de Alfonso X procedente de la antigua galería de toledanos ilustres del Palacio Arzobispal de Toledo, conservada actualmente en la Biblioteca de Castilla-La Mancha. Fue realizado por Dionisio de Santiago Palomares a finales del siglo XVIII, cuando Alfonso X aún no había adquirido la relevancia que le dieron la pintura y la escultura decimonónicas.
Por último, llamará la atención de los espectadores que acudan a visitar la exposición del Museo de Santa Cruz el cuadro ‘Don Alfonso el Sabio y los libros del saber de astronomía’, obra de Dióscoro Puebla, que reunió en esta pintura dos célebres referentes: el interior de la sinagoga de Santa María la Blanca y el conjunto de herramientas astronómicas -la esfera armilar, los astrolabios- descritas y reproducidas en el ‘Libro del saber de astrología’.