Durante cinco años la Escuela Taller de Restauración de Toledo ha estado volcada en contribuir a dar brillo a la que está considerada la fiesta más importante de la capital regional: el Corpus Christi. En este tiempo se ha ocupado de restaurar los adornos y figuras que decoran y se pasean por las calles y plazas y de sustituir a aquellos ya muy deteriorados.
En total, y desde que la Escuela Taller de Restauración se ocupa de estos menesteres, se han incorporado 1.064 piezas nuevas. Según explica el director de esta institución, Juan Carlos Fernández-Layos, antes esta institución solo se ocupaba de forma esporádica de los trabajos que le encargaba la Junta Pro Corpus.
En sus dependencias en la avenida Carlos III, junto al campus universitario de la Fábrica de Armas, aún se pueden ver -antes de que sean colocados en las calles- banderolas, faroles, telas… Incluso a la pequeña figura femenina que sale encima de la Tarasca y que representa a Ana Bolena, en la que Ana García Encinas –responsable del taller de bordados- ha venido trabajando en el último año para restaurar sus vestidos y su aspecto general.
Fernández-Layos recuerda que una de las actuaciones más destacadas que ha llevado a cabo la escuela ha sido la restauración de los gigantones y la Tarasca, fundamentalmente por el valor que tiene para la ciudad. También resaltaba la intervención en los faroles de dos metros de altura de Moragón que se colocan en la entrada de la calle Comercio o los de Potenciano.
Vidrio, tela y hierro son los materiales sobre los que más trabajan. En el caso del vidrio se ha ido sustituyendo por vidrio emplomado e incluso «este año se ha incorporado la pintura sobre él». La labor que realizan en la Escuela Taller de Restauración de Toledo es imprescindible para la conservación de las distintas piezas ya que debido a su intensa movilidad por el montaje y desmontaje sufren un mayor deterioro, a lo que hay que sumar lo que afecta la exposición del sol sobre las telas.
A lo largo de estos últimos cinco años alrededor de 80 personas han pasado por los talleres del Corpus, jóvenes de 16 a 24 años y mujeres de 25 a 50 años en el caso del taller de bordados que tienen una buena oportunidad para formarse y gracias a los que es posible que la fiesta luzca con todo su esplendor ya que, tal y como ponía de manifiesto Fernández-Layos- «se ocupan de tareas muy costosas».
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