Por los hallazgos realizados y por los descubrimientos que se siguen haciendo, el yacimiento arqueológico de Guarrazar, en Guadamur (Toledo), está llamado a escribir una parte importante de la historia de la Hispania visigoda. Abrió al público el pasado 28 de noviembre ofreciendo visitas guiadas a través de las que comprender la procedencia del famoso tesoro descubierto en el año 1858.
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El recorrido por este yacimiento comienza en la zona de La Basílica, donde en su momento se localizaron abundantes restos constructivos de un edificio monumental. Sus grandes dimensiones -no se conocen de similares características-, dos enormes basas de mármol que sostenían columnas de más de cuatro metros de altura y sus gruesos muros hacen pensar a Juan Manuel Rojas, arqueólogo de este proyecto, que se trata de una basílica visigoda de finales del siglo VI o principios del VII de influencia bizantina y de gran riqueza y tamaño. Su hipotesis pasa por que el famoso tesoro de Guarrazar procede originariamente de aquí y no de Toledo, tal y como apuntan otras investigaciones.
Una vez abandonado de sus funciones, fue ocupado y se tiene constancia de que a finales del siglo X estos moradores hicieron hornos para fabricar cal aprovechando los pilares y columnas de la antigua basílica.
A pocos metros se ubican los restos de un antiguo monasterio del siglo VII asociado al templo. De dos plantas y con forma de «L», de este área las excavaciones han extraído parte de una cruz con láurea y un bloque de caliza de tres oquedades que pudo haber servido de relicario de óleos. Los utensilios descubiertos de épocas posteriores hacen pensar que, tras dejar de ser monasterio, fue ocupado y abandonado a finales del siglo VIII, llegando a hundirse totalmente y quedando sellado por sus propias tejas.
De manera más reciente, durante los meses de octubre y noviembre, se han llevado a cabo excavaciones en una tercera zona de la que están saliendo huellas de lo que parece un antiguo palacio visigodo que pudo ocupar una superficie de más de 2.000 metros cuadrados, una estructura que no se entiende sin las anteriores y que, se cree, contó con la presencia de la realeza.
El itinerario por este yacimiento culmina en el área en el que fue hallado hace siglo y medio el tesoro de Guarrazar, donde hay restos de un edificio de más de 30 metros de largo dentro del que manan aguas de la fuente de Guarrazar y que podría haber sido el origen de la ocupación humana de este territorio.
Para visitar el yacimiento (www.guarrazar.com), situado a dos kilómetros del municipio toledano de Guadamur, es preciso hacer reserva en el teléfono 635900123 o a través del correo electrónico reservas@guarrazar.com.
EL DESTINO DE UN TESORO MUY CODICIADO
La existencia de un manantial permanente y el ser lugar de cruce de caminos -con la presencia de fortalezas-, entre otros aspectos, permiten hablar de Guarrazar como un territorio estratégico que siglos después, y gracias a la casualidad, fue escenario de un importante hallazgo. Fueron los propios descubridores del tesoro, Francisco Morales y María Pérez -un matrimonio vecino de Guadamur-, quienes declararon que un 25 de agosto de 1858, un día después de que cayese una fuerte tormenta con lluvias torrenciales, vieron un objeto brillante a través del hueco de unas losas en el camino de Toledo, a su paso por el paraje de la fuente del Guarrazar. Extrajeron de allí coronas votivas de oro, piedras preciosas, perlas, cruces, cálices… No fueron los únicos descubridores ya que el hortelano Domingo de la Cruz vio al matrimonio sacar el tesoro durante la noche y llegó a obtener un lote similar.
Tanto unos como otros fueron vendiendo piezas a joyeros de manera clandestina, si bien finalmente Francisco Morales acabó entregando lo que le quedaba -nueve coronas- al orfebre de la Casa del Diamantista de Toledo, quien lo vendió al gobierno de Francia a principios de 1859 y quedó expuesto en el Museo Nacional de la Edad Media de París. Un intercambio de obras en 1941 entre el país galo y España devolvió, en esta ocasión al Museo Arqueológico Nacional de Madrid, seis de las nueve coronas.
Del lote de Domingo de la Cruz se conoce que llegó a vender gran parte de lo que halló y que en 1861 entregó a la reina Isabel II las pocas piezas que le quedaban, entre ellas una corona ofrecida por el rey Suintila, que posteriormente fue robada en 1921 y de la que se desconoce su paradero.
El hallazgo de 1858 llevó a realizar las primeras excavaciones arqueológicas en abril de 1859 a cargo de José Amador de los Ríos, un arqueólogo que descubrió los restos de una capilla funeraria en la que había sido enterrado, a finales del siglo VII, un presbítero llamado Crispin. Hizo una descripción del lugar en el que se encontró el tesoro que actualmente está sirviendo de gran ayuda. La segunda intervención fue obra de un equipo de alemanes dirigidos por Christoph Eger entre los años 2002 y 2005. Sus catas y estudios geomagnéticos permitieron precisar la existencia de varias estructuras, unos resultados que sirvieron de base para las labores iniciadas por Juan Manuel Rojas en 2013.
UN YACIMIENTO ÚNICO TAMBIÉN POR SER UN PROYECTO PRIVADO
La importancia de los vestigios encontrados no es el motivo exclusivo por el que este yacimiento es único. También el que forme parte del proyecto personal de Juan Manuel Rojas y que haya tomado forma gracias a una iniciativa privada sin apenas apoyo de las administraciones públicas, algo prácticamente desconocido en España. El objetivo y compromiso de este arqueólogo es dar a conocer un patrimonio tan rico como desconocido, un patrimonio que merece ser sacado a la luz.
Asegura que por el camino se ha encontrado con muchos inconvenientes y obstáculos pero también con el apoyo de sus compañeros de profesión y con un gran interés por parte del público.
El arqueólogo Juan Manuel Rojas.