Joaquín Reyes, artista multidisciplinar que ha impregnado de «mancheguismo» todas las facetas que ha tocado -desde el ‘stand up’ al teatro pasando por una efímera incursión en la ventriloquía-, se estrena como novelista en «Subidón» (Blackie Books, 2021) relatando la vida de Emilio Escribano.
El protagonista es un cómico con raíces conquenses
El personaje, un cómico con raíces conquenses que transita desde una falsa atalaya acomodada bordeando un éxito de cristal hasta su propio abismo de perdedor esculpido desde una vida contemplativa y cobarde y apuntalado desde la incapacidad de tomar decisiones más allá de la de regodearse en su propia fama vacía.
La primera novela de Joaquín Reyes
En una entrevista Reyes admite las similitudes con Escribano, humorista que deja atrás un pasado rural para saborear el éxito en la capital de España, si bien marca distancias y desplaza al personaje a las antípodas de su propia carrera profesional.
«Un trabajo de depuración»
Aunque reconoce que ha otorgado a Emilio Escribano «una voz reconocible» como Joaquín Reyes, argumenta que se trata de un trabajo de «depuración» a lo largo del proceso creativo del libro.
«Al principio escribes influenciado por lo que lees, luego buscas tu estilo y lo que persigues es que la voz de una novela en primera persona llegue de manera directa al lector, y claro, al final utilizo recursos que tienen que ver con mi humor, mi forma de ver la comedia, y todo eso mezclado da estilo al libro», asevera el escritor.
Usa neologismos o palabras inventadas
Los neologismos o palabras inventadas para darle voz forman parte de un juego que no quiso evitar, ya que al final el personaje es también un cómico. «Qué mejor manera de presentarlo que utilizando un lenguaje reconocible que se identifica conmigo».
Aunque Reyes se apresura a dejar claro que Escribano «nada tiene que ver» con él, termina por aceptar que marcar distancias es una manera de protegerse. «Escribano es una persona que no me cae bien, no le veo muchas virtudes, por eso me pongo a salvo de él. Porque es tontísimo, pero claro que tiene que ver conmigo el personaje. Aunque lo que le sucede a él, a mí no me ha sucedido», afirma.
Aún así, el estilo «Joaquín Reyes» cristaliza en la vida y obra de Emilio Escribano a lo largo de todo el texto. «Me parecía que lo más honrado era utilizar mi material para construir al personaje».
Costra de comedia, alma de drama
Página a página el relato va discurriendo desde el éxito vacío del personaje hasta la mediocridad de un ser cobarde por naturaleza, todo vestido de comedia para intentar esconder un drama que se abre paso a golpe de carcajada.
Los momentos cómicos, tal y como explica Reyes, «se utilizan para desmontar al personaje y quitarle solemnidad» en un contexto en el que sufre «subidas y bajadas». Así, mientras en la vida «le va bien y disfruta del éxito del día a día pensando que tiene todo bajo control», el transcurso de la historia termina por enfrentarle a la realidad.
«El humor es un idioma»
«El humor en mi caso es un idioma. Es la manera en la que hago llegar el mensaje. Pero no es un fin. El humor está al servicio de la historia. La vida se compone de momentos divertidos y dramáticos. Al fin y al cabo, lo hago de manera natural. El humor está medido porque también quería que el lector sufriera con el personaje», ha agregado.
Joaquín Reyes empezó a dar forma a la historia hace 4 años y durante esta particular olimpiada le ha dado tiempo a rescribirla varias veces, ya que aunque «estaba clara», llegó el momento en el que Emilio Escribano «andaba solo», algo que llegó a sorprenderle.
Un «ejercicio de reescritura» encaminado a que el estilo «no fuera una cosa muy artificial» evitando así la tentación de que todo fuera «muy ingenioso».
«Tener buenos propósitos no es suficiente»
Joaquín Reyes presenta a Escribano como un personaje «que se deja llevar, y cuando de alguna manera parece que las cosas le van de cara» se enfrenta a su principal problema, una relación sentimental rota ante la que huye de la culpa.
«Es autocomplaciente y no toma ninguna decisión. Apenas se comunica con su pareja y en un monólogo interior incluso se justifica. Y, aunque se culpa, va actuando según la vida le va llevando entre dejar su relación o luchar por ella. Vive instalado en esa inercia de ir posponiendo decisiones y piensa que con eso es suficiente», apunta.
«Todos somos Emilio»
En el transcurso de su recorrido, Escribano llega a justificar que «tiene buenos propósitos», algo con lo que se da por satisfecho. En cierto modo, reconoce el autor, le tiene cariño a su criatura. «Todos somos Emilio. Yo he sido así también. No me cae bien, pero no podía ser excesivamente cruel con él».
«Yo disfruto mientras ella sufre»
Los dos mundos de Emilio Escribano engarzan en una relación rota en la que, de puertas para fuera, todo funciona; mientras que de puertas hacia dentro, todo va a peor. Con su vida marital como bisagra de dos mundos, el personaje de «Subidón» llega a justificarse con una frase a modo de piedra angular de toda la historia: ‘Yo disfruto mientras ella sufre’.
«Le doy muchas vueltas a esa frase porque el protagonista la vive como algo injusto para él. Él, que está en un buen momento, tiene que lidiar con el mal momento de su novia. Considera una descortesía que ella no haga un esfuerzo por dejar de lado sus problemas. Es un pensamiento muy egoísta», asevera.
De forma paralela, extrapola este prisma al mundo real. «Esto también se esconde en esta sociedad donde parece que nada te puede o te debe amargar, que tienes que apartar los problemas y el sufrimiento, esconderlos, aparentar que eres feliz. Eso es algo que está muy presente en nuestra manera de vivir. Pero la vida es muchas veces lidiar con esos momentos, afrontarlos y reconocerlos».
Gestionar el éxito, esa es la cuestión
La gestión del éxito de Escribano acaba por atragantar al personaje a cada página, algo de lo que su creador se aleja. «Yo el éxito no lo he gestionado mal, pero hablar mal de uno mismo es horrible. He hecho tonterías, he caído en tics ridículos, seguro, pero el éxito lo tienes que medir».
Al hilo, añade que el posible éxito que le acompaña tras dos décadas de carrera «es de gama media-baja». «Tengo suerte porque más o menos estoy teniendo una carrera larga».
Un éxito en el que se ha dejado acompañar por el público. «Uno no se puede permitir el lujo de ser desagradable con la gente. Hay que ser agradecido».
«Parece que para progresar hay que ir a la ciudad»
Por contra, el personaje al que ha dado vida en su primera novela experimenta un viaje cada vez más habitual radicado en un éxodo rural como punto de partida. «Parece que para progresar hay que ir a la ciudad».
En la novela hay, por tanto, «dos mundos», el del pueblo y el de la ciudad, una cara y una cruz que hace a Emilio navegar desde el fracaso de su infancia a sentir que «es otra persona» sólo por recalar en Madrid.
«Él no era el más popular del pueblo pero se resarce porque su éxito está ligado a la ciudad. Eso tiene mucho que ver con este país», asegura.
«Subidón» dibuja su punto final con el regreso de Emilio Escribano al pueblo, algo que hace «por la necesidad de sentirse perdonado» en un final que queda abierto en la última página. «Después de una semana muy loca, vuelve al pueblo». Y el pueblo elegido para dar raíces a Emilio Escribano fue Tarancón. «La sonoridad ayuda. Es un pueblo grande y conocido».
Una segunda novela en el horizonte
Tras esta primera incursión en su enésima faceta, ahora como escritor, Reyes no renuncia a seguir explorando esta disciplina. «Me apetece seguir por este camino y estoy pensando en una novela que en este caso hable del arte contemporáneo».
El hilo argumental que le ronda la cabeza es ahora «un artista famoso en crisis que echa la vista atrás», una premisa que casi recuerda a Jaime Walter, el director del ‘Museo Coconut’, otra de las creaciones del equipo ‘Chanante’ en el pasado.