Autor de las biografías de Dionisio Ridruejo y Ortega y Gasset, Jordi Gracia se adentra ahora en la vida de Cervantes con un punto de vista novedoso, «narrando en primera persona y por riguroso orden cronológico sus vivencias como si llevara una cámara subjetiva sobre la cabeza», ha dicho el autor de «Miguel de Cervantes. La conquista de la ironía».
Además de esa cámara subjetiva imaginaria que Gracia sitúa sobre Cervantes, el autor señala en una entrevista que su pretensión es escribir «la biografía adaptada de un sujeto del siglo XXI que lee la obra de Cervantes, que se propone narrar desde las sensaciones del autor su peripecia vital, sin hacer trampas, es decir, sin adelantar cosas que no han sucedido, y siendo fiel a sus padecimientos».
Detrás de «Miguel de Cervantes. La conquista de la ironía» (Taurus) está el atrevimiento de Gracia de «intuir la voz de la persona que está detrás de la voz del autor» y de ese modo «conjeturar que cuando habla un narrador o un personaje habla Cervantes, algo que vale para ‘Galatea’, el teatro, ‘El Parnaso’ o el ‘Quijote'».
Considera que en ningún caso se debe rebajar la entidad de obras que hoy nos parecen menores, pues para Cervantes eran muy importantes, como «La Galatea».
Gracia admite que, al contrario de lo que sucede con Shakespeare, pareciera que Cervantes es autor de un libro: «El Quijote ha abducido a Cervantes y ha eclipsado las razones por las que Cervantes ha escrito el Quijote, como si fuera el resultado de algo sin historia, sin biografía».
«No se puede comprender esa mixtura de todos los géneros posibles de su tiempo en un solo libro que hace Cervantes sin detectar la huella en muchas de sus obras anteriores, en las ‘Novelas Ejemplares, en los ‘Entremeses’ o en la refinadísima ‘Galatea’. Se inventa la novela moderna, tiene la capacidad de idear otro formato, que lo tiene todo».
El autor de Alcalá de Henares «nos educa en la complejidad de lo real, en la pluralidad de estilos y de formas, y en el antidogmatismo, sobre todo, porque fue el primer dogmático y dejó de serlo».
Su modernidad transpira, además, por la defensa que hace de la mujer: «Hace un repudio batallador de la vejación de la mujer de su tiempo y por eso sus obras son tan conmovedoras, tan completas, tan solventes, por eso repudian el chantaje sentimental de sus enamorados y por eso deplora el comercio con las mujeres por parte de sus propietarios, sea el padre o el marido».
«CERVANTES ENTIENDE QUE LA IRONÍA ES LA MEJOR FORMA DE COMPRENDER AL HOMBRE»
En relación al subtítulo de su obra, Gracia apunta que «tras 50 años de existencia, Cervantes aprende que la ironía es el mejor mecanismo de comprensión y conocimiento de la complejidad humana. Sin ironía sólo hay sectarismo, dogmatismo».
Aún celebrando este año, el 400 aniversario de su muerte, Cervantes sigue siendo un autor de actualidad, porque «solo los clásicos viven como auténticos modernos» y el autor de «Rinconete y Cortadillo» es «el primer ejemplo de transversalidad del éxito, digan lo que digan los curas preceptistas de su época».
Éxito no es sinónimo, sin embargo, de vivir de la literatura, aclara Gracia, pues «vivir holgadamente de la literatura fue y es una fantasía o casi» y «ni Lope de Vega vivía de la literatura, sino de tener un mecenas, de lo que Cervantes disfrutó los tres últimos años de su vida».
Otra de la características del personaje es la «vitalidad hedonista y con convicciones morales irrenunciables, pero revisables» que transmite, y «la conquista de la ironía es el centro de ese motor de revisión, sin perder jamás ni el buen humor ni la simpatía por la diversidad ingobernable de la condición humana».
A pesar de tener una vida llena de contratiempos a los ojos actuales, considera Gracia que «sufre poco, sus frustraciones están siempre compensadas por su vitalidad, su lucidez y nunca transmite la dificultad por la que ha pasado porque la jovialidad bloquea la autocompasión, excepto una vez, cuando se revela contra las vejaciones que nacen del entorno de Lope de Vega, que le llama cornudo, arrogante y extravagante».