Periodista y escritor, Manuel Juliá acaba de presentar la nueva reedición de su libro “Cuarenta latidos. Una fábula sobre la vida y la muerte”. Además, recientemente recibió el Premio Nacional Clarín de Cuentos 2011.
¿Qué representa para usted haber ganado el Premio Nacional Clarín de Cuentos?
Soy poco dado a presentarme a premios. Si no me falla la memoria esta debe ser la segunda o tercera vez. Pero en este caso, con el Clarín, había una razón sentimental, casi juvenil, pues recuerdo de mi época estudiantil en Madrid que soñaba con ganarlo, ya que es uno de los más prestigiosos de España. Además, era un apasionado de la narrativa de Clarín, incluso escribía artículos grotescos firmados con el seudónimo de uno de sus personajes: don Sinibaldo de Rentería, nombre en verdad llamativo.
Entonces, ¿este premio ha representado la consecución de un sueño?
Sí. Y puedo decir que conseguir sueños, en esta realidad de tan opresivo pragmatismo, es de un placer sentimental muy gratificante. Además, el hecho de que lo concedan escritores, más en concreto la Asociación Nacional de Escritores y Artistas Españoles, fundada en el siglo XVIII, y por la que han pasado nombres muy eminentes, tiene un valor especial, pues son los colegas quienes valoran tu obra y eso es siempre difícil.
¿El cuento sigue siendo un género vivo?
Por supuesto. Aunque pueda parecer que tiene poco mercado enlaza muy bien con el tiempo vertiginoso que vivimos. Un libro de cuentos es para mí literatura zapping. Vas pasando de un asunto a otro con rapidez. Además, como soy poeta, creo que el cuento es el género que mejor se adapta a la prosa poética, que es lo que más me gusta en la literatura.
¿Novela o poesía?
Literatura. Cada vez creo menos en los géneros y conozco las novelas que tienen más poesía que muchos poemas, y poemas que tienen más vida que muchas novelas. Como decía Gil de Biedma lo importante es la literatura, que haya literatura y lo demás es silencio, o debería ser silencio. En mi caso me gusta mezclar géneros. En la reedición que la editorial Endymión ha realizado de mi último libro «Cuarenta latidos», he integrado dos poemas que van dentro de los textos en prosa y que pertenecen al libro que tengo ahora entre manos. Pero la novela, y en general la prosa, me encanta, y cuando digo poética lo digo porque sólo soy capaz de escribir prosa poética hasta cuando realizo un ensayo o conferencia.
Desde ese primer artículo que escribió con tan solo 17 años bajo el seudónimo de Don Silibaldo, ¿hacía dónde ha evolucionado su literatura?
Hacia la sencillez, hacia la ausencia de afectación, hacia el espiritualismo de la naturaleza, hacia una permanente inmersión en la nostalgia de los recuerdos, hacia el dolor por el enigma de la trascendencia y por tanto de la vida, hacia la felicidad honda por la palabra libre, hacia la consideración del lector como un confidente, hacia la búsqueda de la belleza, hacia la desorientación vital, hacia el diálogo con Dios, y con el diablo, hacia la luz y la sobra, hacia la búsqueda de la esencia de las cosas, hacia la indagación de la muerte… Son temas muy presentes en mis obras.
¿Qué obra es la que le falta por escribir?
Muchas, estoy empezando en esto.
¿Cuáles son sus autores de referencia?
Shakespeare, Cervantes, Keats, Proust, Homero, Platón, Rabelais, Stevens, Marías, Montale, Bachmann, Lorca… Entre otros que harían la lista demasiado larga.
¿Actualmente está inmerso en algún proyecto literario?
En poesía hay un libro casi acabado con el título provisional «Las brumas de la distancia». También un ensayo poético sobre el vino, que tengo redactado en un 50 por 100. Un libro de cuentos que sólo está comenzado y una novela que tengo apalabrada con la editorial denominada «Luna en el alba».