En el Viña Rock se puede ver absolutamente de todo. Se puede pasar del concierto más épico a la rave más esperpéntica. De la felicidad plena escuchando tu canción favorita a la depresión del día después. De dejarte las suelas de las zapatillas en los conciertos a no poder mover ni las piernas cuando te despiertas en la tienda de campaña.
Porque en el Viña puedes esperar largas colas solo para entrar a un Mercadona. Encontrarte con un diluvio acompañado de un viento huracanado. Sudar la gota gorda en un pogo (los corros de personas donde se baila a empujones) para después volver a una tienda de campaña llena de hielo en la madrugada. O más estrambótico todavía, puedes ser «arrasado» por un tornado de basura. ¿No me creen? Pues miren este vídeo:
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Retumbó el «no es no»
Si hubo una tónica que se repitió concierto tras concierto en el Viña Rock 2018 fue la enérgica condena a la sentencia contra La Manada. Algunas bandas fueron más sutiles, otras más contundentes y muchos desearon a los miembros de La Manada todo tipo de males. Pero lo que retumbó en todo el recinto fue el «no es no», incluso algún grupo como en el caso de Dremen lucieron camisetas con el «yo sí te creo».
Despedidas de La Raíz y de Riot Propaganda
El cartel y los conciertos programados por Viña Rock eran de auténtico lujo. Desde la fiesta previa del viernes con Gatillazo y Che Sudaka, pasando por el sábado con Boikot o Muchachito, el domingo con La Pegatina o Soziedad Alkoholica, o en la jornada final con La Raíz y Dubioza Kolektic, todos hicieron vibrar a este especial auditorio. El buen rollo y los pogos se sucedían y los asistentes se dejaban hasta el último hilo de voz coreando con sus canciones favoritas.
El sábado, cuando oficialmente empezaba el festival, Vendetta y Los Porretas calentaban la tarde con su «Pao pao pao», «La del fútbol» o «Marihuana». Más tarde llegaría un momento de intensidad máxima en el Viña: el concierto de Boikot. Con un público entregado a los clásicos de la banda madrileña, el momento de máxima expectación fue en su canción de condena a la violencia machista, «Bajo el suelo». La fiesta continuó con Muchachito, Reincidentes, Tote King y La Sra. Tomasa, quienes montaron una fiesta enorme y cuya fusión de estilos con base electrónica exprimió las últimas fuerzas que les quedaban a los viñarrockeros.
El domingo también venía cargado con un completito cartel. Desde la tarde el ritmo era intensivo. Los Benito (anteriormente Benito Camelas), Russkaja y Kaótico calentaban el ambiente hasta dar paso a Trashtucada, que hizo mover de lo lindo los esqueletos desde el escenario Negrita. Entonces llegó el momento cumbre y más loco de la segunda jornada: el concierto de Desakato. Pepo, el cantante de las voces graves, comenzó el concierto cantando sobre la gente. Sí, manteado y «pisoteando» a los asistentes arrancó el concierto, acto que se repetiría en la última canción, cuando el público llevó en volandas al cantante asturiano hasta casi la mesa de control. Miren este espectacular vídeo de Pepo caminando sobre las aguas los viñarrockeros:
Pero a la segunda jornada todavía le quedaban muchas sorpresas. Mientras el ex de Violadores del Verso, Sho-Hai, actuaba en el Sensi Seeds, Rulo y la Contrabanda volvían a actuar en el Viña, a quien le sucedería Soziedad Alkoholiza, un clásico nacido del punk y que critica con severidad el fascismo, el racismo y el machismo. En ese momento llegó el confeti y la fiesta de La Pegatina. Estuvieron encima del escenario con los bosnios de Dubioza, que actuarían al día siguiente, y su temas míticos volvieron a hacer vibrar al joven público del Viña Rock hasta el momento de recordarle a Mari Carmen que su hijo está en el after hour. La jornada terminaría con el grupo valenciano Mafalda, de los pocos con féminas entes sus componentes y con letras cargadas de denuncia a la situación de la mujer tanto en el mundo de la música como fuera de él. Porque las «mujeres estamos, ¡en guerra!», coreó el entregado público.
En último día, el de despedida, no defraudaría. Por la tarde los gallegos de Dakidarría comenzarían a poner ambiente para ir pasando a las estrellas de la jornada. El Último Ke Zierre con su punk-rock y el ritmo garrapatero con el Canijo de Jerez cantando las legendarias canciones de Los Delincuentes terminarían poniendo el tono perfecto para contemplar la primera de las despedidas de la jornada, la de Riot Propaganda. La «banda del crimen», compuesta por Los Chikos del Maíz y Habeas Corpus, realizó una espectacular puesta de escena en su última actuación en el Viña Rock.
A continuación, los asistentes cogían oxígeno con Juanito Makandé para prepararse a la segunda y más esperada despedida de la noche, la de La Raíz, y los valencianos lo dieron todo. Pablo Sánchez, uno de los cantantes de la banda e insignia del grupo, estaba visiblemente emocionado, por momentos no le salían las palabras. Lo que sí le salía era la voz y tras un genial comienzo con «Entre presos y poetas» y «La voz del pueblo» pasaron a «Nuestra Nación» y «Elegiré», que dejó una espectacular estampa con el foso principal de conciertos abarrotado e iluminado por las luces de todos los móviles y encendedores de los asistentes.
Parecía que tras La Raíz estaba todo el pescado vendido en Villarroblado, hasta que llegó Dubioza Kolektiv y metió su ska en el cuerpo de cada villarrockero. Al mismo tiempo y en otros escenarios había otras estrellas, como Warcry en el escenario Argimiro Martínez, el fundador del Viña Rock que murió este año y cuyo nombre se ha puesto en un escenario a modo de homenaje, o SFDK en el Sensi Seed.
Como ante sala del postre estaban los sevillanos de Narco, que volvieron a llevar su particular saeta hasta el pueblo albaceteño, «La hermandad de los muertos», se llama la canción. Poco quedaba ya por ver en los escenarios, a los asistentes les invadía la pena de ver terminar una edición más del Viña, pero todavía quedaba el apoteósico final, la mezcla de rap, rock, ska y sonidos electrónicos que levanta una fiesta brutal, que no son otros que los valencianos de Zoo. Su público, haciendo honor a la fama valenciana de los fuegos artificiales, comenzaron a encender las bengalas al ritmo de «Tempested venen de sud», «Vull», «Estiu» o «Robot» hasta llegar a la canción de despedida del Villarrock 2018: «Esbarzers», el impresionante remix de la canción de La Gossa Sorda cantado por Arnau Giménez, exmiembro de la ya retirada Gossa.
En total, en el Viña Rock se pudieron ver hasta 123 bandas en los siete escenarios que se habilitaron.
Controles dentro del recinto
Una de las imágenes que se repitió una y otra vez en el Viña Rock fueron los controles y los cacheos de la Guardia Civil a la entrada y a la salida de los conciertos. Fue una imagen que cobró una intensidad mucho mayor que la que se había visto en otros años. En muchas ocasiones había una barrera de guardias civiles parando y registrado a los viñarrockeros, en otras seleccionaban a unos cuantos asistentes a los que ponían en filas y pasaban con un perro que detecta la droga.
Con quien se charlara en el festival mostraba su descontento por este incremento de los controles policiales. Había algunos casos en los que la gente se lo tomaba con humor y deambulaban con la denuncia en alto y coreando cánticos contra los agentes.
Los responsables del festival de The Music Republic y del Ayuntamiento de Villarrobledo fueron preguntados por este incremento de los registros policiales en rueda de prensa. El alcalde de Villarroblero, Alberto González, informó en rueda de prensa de que las decisiones sobre seguridad se toman conjuntamente entre el Ayuntamiento, la Junta de CLM y la Subdelegación del Gobierno de España en Albacete, aunque puntualizó que en este caso la decisión de los controles había sido de la Subdelegación.
Viña Rock, el lugar de convivencia de todas las banderas de España
El Viña Rock es un lugar para reivindicar. Este año, como decíamos, la reclamación estrella ha sido contra el machismo y particularmente contra la sentencia de La Manada. Pero también se clama contra todo tipo de injusticias, contra las desigualdades, el racismo o la política. Pero también es el lugar por excelencia para convivencia de gentes llegadas desde todos los puntos y pueblos de país, y parte del extranjero, ya que según informó la organización en rueda de prensa, en la web y las redes sociales oficiales se han visitado desde más de 151 países.
Una de las cuestiones que más llama la atención es que en el Viña Rock es posiblemente uno de los pocos sitios de España donde pueden convivir todo tipo de banderas de los distintos lugares del país con total normalidad. En un concierto se puede ver de todo, desde una ikurriña hasta hasta una estelada, pasando por banderas gallegas con estrella, banderas de la República o de la Castilla comunera.
Más de 200.000 visitantes y un impacto económico de entre 18 millones y 20 millones
Durante la rueda de prensa que dieron los miembros de la organización y del Ayuntamiento de Villarroblado desglosaron las grandes cifras que había dejado esta vigésimo tercera edición del Viña Rock. Más de 200.000 visitantes entraron al recinto durante los cuatro días del festival, contando con la fiesta de inauguración. Además, durante estos cuatro días Villarrobledo cuadriplicó su población, ya que se estima que por la localidad pasaron unas 90.000 personas, las cuales dejaron un impacto económico de entre 18 millones de euros y 20 millones de euros.
Además, durante la celebración del festival se han creado 1.300 puestos de trabajo directos y hasta 2.000 indirectos. La mayor parte de las contrataciones han sido de gente de Villarrobledo y los pueblos de alrededor. En este sentido, muchos de los trabajos han durado algo más de un mes, ya que la preparación del festival comenzó el 26 de marzo. Por último, la ocupación hotelera en Villarrobledo y muchos pueblos colindantes era del 100 por 100 y como indicó el alcalde de la localidad, la habitación de hotel más cercana al Viña se encontraba en Argamasilla de Alba.
Un Viña sin «Antiviña»
El Viña no solo el recinto de conciertos. La vida fuera del festival es otro de los atractivos para acudir. Vivir intensamente la acampada y emborracharse con los amigos; conocer gente y quemar las pocas energías que quedan tras los conciertos en las míticas raves del Viña… Pero este año ha sido diferente. No se han montado los grandes escenarios con enormes altavoces en la acampada, lo que comúnmente se conocía como el «Antiviña». Apenas había varios puntos con música pero que poco tenía que ver con la fiesta alternativa que había otros años. Quizás sea el final del «Antiviña», una tradición que ha llevado a miles de personas a acudir hasta Villarrobledo solo por él. Este año el Antiviña ha sido flojo, pero puede ser peor, es posible que ya se haya quedado únicamente para el imaginario colectivo.
Aún así, la edición que cerró sus puertas en la madrugada del miércoles a buen seguro que dejó un gran recuerdo en las retinas de todos los asistentes, da igual que sea tu primer Viña que el décimo, porque en el festival, podrás esperar colas, tropezarte con innumerables cuerdas de tiendas de campaña, pasar calor, frío, sueño, resaca… pero todo será recompensado siempre por la enorme experiencia de vivir un Viña Rock.