En el año 74, cuando el barrio madrileño de la Elipa era más barrio de lo que nunca ha sido, entre los discos de estraperlo de los Rolling Stones y Deep Purple, aparece uno de los grupos que lucen con todas las de la ley (no de entonces), la etiqueta de leyenda viva del rock: Burning.
Quique, Pepe Risi, Toño y Johnny Cifuentes empiezan a combinar las tascas, el local de ensayo y las salas de conciertos, sin más pretensiones que las inherentes a llevar una guitarra al hombro y tener un nutrido grupo de fans. El proyecto se bautiza como Burning (el día de la elección hacía mucho calor). Tras editar sus dos singles debut en inglés «I´m burning» y «Like a Shot» (1974 y 1975), el grupo soporta como puede sus conflictivas actuaciones, la ida y vuelta de Risi cumpliendo el servicio militar y de distintos baterías que no se ajustan a una forma de entender la música por parte de los miembros residentes: Poco dinero y mucho amor por el rock. Sin embargo, Burning salen de esa turbulenta etapa para volver a reinventarse y entrar en otra no menos tumultuosa que, al menos, es una de las más fértiles del grupo discográficamente hablando.
Burning lleva más de 30 años en el candelero. Han sobrevivido a sus tragedias personales y a los cambios propios de la música. Sin quererlo, colocaron las primeras piedras de la trágica leyenda nacional del rock y escribieron los primeros himnos de la misma. La música de Burning es canallesca, castiza, chulesca y nostálgica. Su música es para perdedores, para solitarios, para los amantes del olvido, de historias inconclusas, de ayeres y de ya te lo dije. Su verbo fácil, su mirada turbia y el olor a humo son, para cualquier alma sensible, un déja-vu. Ejercicios de nostalgia que rememoran una escena no vivida sino por vivir.
La banda, una de las pioneras del rock español, actuará en la Plaza Mayor de Sigüenza (Guadalajara) a partir de las doce de la noche del sábado, 17 de agosto, al domingo, 18 de agosto.