Desde el viernes 30 de septiembre el Museo del Greco acoge la exposición «Signo y Gesto: Metamorfosis. Una visión contemporánea en torno al Greco y Caravaggio», del artista italo-bosnio Igor Boza Borozan. Se muestran 21 piezas, grabados, óleos y acuarelas, además de un pequeño compendio bibliográfico del artista. Este montaje, que finalizará el 27 de noviembre de 2016, se enmarca dentro de la sección denominada «En la estela del Greco…», que expone obras de autores modernos cuya trayectoria artística está influenciada por la pintura del genial cretense.
Obra de Igor Boza Borozan.
En el maestro Igor Borozan, sus imágenes son a la vez signo y gesto, el signo y la forma que dan paso a la expresión más auténtica, llena de contenido y emoción. Siguiendo la técnica del esbozo, construyendo con líneas decididas e inmediatas, el artista quiere conectarse con la gestualidad contenida y al mismo tiempo desbordante de El Greco así como con la profundidad críptica de las obras del maestro Caravaggio.
Las obras que nos presenta en esta exposición temporal son muestra de este camino creativo que Borozan recorre desde hace tiempo. Reinterpretando gestos y signos, que toma de Caravaggio y del Greco, cargados de contenido semántico, ejecuta una metamorfosis abriendo líneas y color a una nueva dinámica, creando así una sintaxis propia.
El recorrido pictórico de Borozan, que podría parecer pura provocación, muestra, en un lirismo pleno, líneas que dan movimiento a camisas que tienen vida propia y parecen seguir el ritmo de vientos henchidos de mar, que hablan de una metamorfosis cultural llena de fragilidad y potencia, de fuerzas ocultas en cada uno de sus pliegues. Su particular visión de algunos elementos icónicos nos habla de la huella clara que en el arte contemporáneo, y en su propia obra, han dejado Caravaggio y El Greco, maestros de la pasión, la emoción y el color, como forma empática de reflejar una espiritualidad trascendente y emocional.
Igor Borozan busca en sus obras e instalaciones una abstracción de emociones que lleven a comprender intuitivamente al espectador los personajes y estados de ánimo que se celan dentro de telas sin una aparente corporeidad pero que esconden códigos conocidos y ocultos y dan la posibilidad de comprender y tener una relación con el personaje aunque no se tengan datos para saber quién es; se puede comprender su dolor, su sorpresa, sus deseos y pasiones estableciendo un nexo que creará un canal de interacción entre el espectador y la obra.
Igor Boza Borozan nació en Sarajevo en 1968, en el seno de una familia de artistas y se educó en un ambiente cultural rico en estímulos. Sus primeros estudios artísticos se desarrollaron en el Liceo de Arte de Sarajevo, así como en Montenegro.
Sin embargo, fue en Italia -donde llegó en 1990- el lugar en el que estudia y se especializa en ilustración, de la mano del profesor Giancarlo Montelli en Roma. Tras ser contratado como escenógrafo pintor en la película «La vida es bella», de Roberto Benigni, funda la «Accademia delle Belle Arti di Terni».
Su lenguaje pictórico es simple e inmediato, y en parte está influenciado por las músicas multiétnicas del compositor Goran Bregovic.
En 2007 inició un recorrido creativo que le acercó a España, con múltiples colaboraciones en el mundo artístico madrileño, expresado en proyectos artísticos tan significativos como el realizado con el cantaor flamenco Diego «el Cigala», denominado «Agua del Limonero». Igualmente ha colaborado con el Taller del Prado, el Circulo de Bellas Artes de Madrid y Caixa Forum.
Ha recibido reconocimientos tan importantes como el Premio San Valentino Oro per l’Arte en el 2008, el premio Bentornato Caravaggio en el 2013 y el Premio Decima Musa Firenze en el 2015.
Su obra se puede encontrar en diversas colecciones públicas y privadas de varios países del mundo.