José Sacristán da vida al ingenioso hidalgo en este montaje de José Ramón Fernández en el que propone un juego metateatral con el que pone de actualidad la necesidad de un héroe que devuelva a esta realidad valores universales como la justicia y la solidaridad. Estará en el Teatro Auditorio de Cuenca el 5 de abril a las 20:30 horas con la obra «Yo soy Don Quijote de La Mancha».
La necesidad de recuperar a un héroe que devuelva la bondad, la justicia y la solidaridad a la realidad actual es la idea que subyace en «Yo soy Don Quijote de La Mancha», el montaje teatral de José Ramón Fernández a partir del clásico título de Miguel de Cervantes, una obra en la que, bajo la dirección de Luis Bermejo, se propone un juego metateatral como mecanismo dramático, con el objeto de que el espectador se adentre no sólo en las aventuras del ingenioso hidalgo, sino también en la elaboración de la obra, trasladando a la actualidad un tema universal y atemporal.
Para dar vida a Don Quijote nadie mejor que José Sacristán, un clásico entre los clásicos, cuya impactante y reconocible voz hace que el espectador se reencuentre con ese héroe del que tiene necesidad. Y acompañándole, Sancho, en la piel de Fernando Soto, el fiel hidalgo que sabe ver el buen corazón de su señor pero cuya obligación es poner la razón, y su hija Sanchina, encarnada por la actriz Almudena Ramos, que representa la rebeldía de la juventud pero también la esperanza del futuro, y que hace de hilo conductor entre los dos mundos en los que nos adentra la obra. Todo ello bajo la música en directo desde el violonchelo de José Luis López, que impregna la atmósfera convirtiéndola en algo único.
El autor, José Ramón Fernández, lo tiene claro y asegura que «el mejor invento de la especie humana es la bondad». Y lo explica: «Ser bueno, es decir, no hacer mal a los demás, procurar hacer el bien y ayudar a quien lo necesita sin esperar ninguna recompensa es el grado máximo en nuestra definición como especie». Pese a ello, es consciente de las dificultades que conlleva, pues la mayor parte de las veces quien la practica es tachado de «tonto», «pardillo», «incauto» e «inocente», o bien se esperará que obtenga algo a cambio de ello.
Fernández resalta que «es difícil, claro, la bondad, pero si no esperásemos que fuera posible de vez en cuando no querríamos seguir viviendo. Por eso –zanja-, en este nuevo siglo cambalache seguimos necesitando a Don Quijote». De ahí la idea de poner en marcha este montaje, de la necesidad que tiene el ser humano de creer en la posibilidad del bien en sí mismo.
Partiendo de esta idea, el autor apunta que el proyecto nació de la directora del Festival de Almagro al tener claro que se trata de una «aventura universal que estremece a personas de cualquier lugar del mundo», asegurando además que «Don Quijote es una parte de todos nosotros». Así, decidió volver a mostrar su esencia desde una nueva perspectiva, haciendo que le acompañe no sólo Sancho sino también Sanchina, «dos personas sin maldad, capaces de ver en Don Quijote al loco y al hombre bueno, capaces de entender que el mundo necesita a Don Quijote».