El vicepresidente de Castilla-La Mancha, José Luis Martínez Guijarro, presentaba esta semana los reconocimientos que la Junta dará durante la celebración del Día de la Región, el próximo 31 de mayo. Una de las medallas de oro es para la fotógrafa Cristina García Rodero, de la que destacaba «su extenso y destacado trabajo fotográfico».
Cuando tenía 19 años supo que el mundo de la fotografía era su mundo. De hecho, reconoce que «voy a seguir trabajando hasta que ya no pueda más porque realmente hay mucho por hacer, mucho para que mis ojos lo descubran, mucho para poder contar después a los demás». Es Cristina García Rodero, medalla de oro de Castilla-La Mancha, fotógrafa, puertollanense, trabajadora incansable y una gran apasionada de su trabajo.
Atiende amablemente por teléfono a encastillalamancha.es y lo hace devolviendo una llamada perdida de un momento antes. Durante más de media hora habla alegre de su trayectoria profesional, un trabajo que se ha centrado en aquellos aspectos sociales más ocultos, en «la gente anónima, la gente que construye un país«. Es más «los famosos nunca me han interesado (para fotografiar) y las noticias, tampoco porque son efímeras. Además, no valgo yo para ninguna de las dos cosas». De los famosos reconoce que, aunque hay gente muy valida, también «hay gente que vive de la estupidez y la cultiva, que son reyes por un día y que nunca más se volverán a acordar de ellos. Lo estamos viendo cada dos por tres en las televisiones».
Ha recorrido el país captando la «España oculta», pero también -pese a hablar solo español e italiano- ha viajado a «muchísimos» otros, «quizá la zona que menos he recorrido ha sido África y Australia», pero «este mundo es muy grande», asegura mientras confiesa que «lo que intento siempre es hacer un trabajo de calidad, sea lo que sea, sea difícil para mí o no. El sentido de que tienes que hacer algo, que estás allí para realizarlo, hace que te tragues los miedos que tengas y las dificultades y lo hagas», porque Rodero afirma que es una profesión «absolutamente difícil y más cuando se es tan pequeña como yo (ríe) y tímida». Sin embargo, «la cámara te da una fuerza tremenda que te hace meterte donde nunca te imaginabas».
EN GUERRAS, EN FESTIVALES ERÓTICOS…
Su carrera le ha llevado a estar en guerras, pero también se ha metido de lleno en festivales eróticos. «Estoy haciendo un trabajo sobre el cuerpo y el espíritu. A mí me cuesta mucho meterme en la intimidad de las personas, siempre fotografío en la calle». Dado que su trabajo requería acercarse también al aspecto carnal de las personas, optó por los festivales eróticos, de belleza, de culturismo… «Me asombra que la gente sea capaz de renunciar a todo», porque también observa a aquellas personas que optan por «una vida de sacrificio y que renuncia a los placeres».
La falta de idiomas no ha sido un impedimento para que haya fotografiado a personas por todo el mundo gracias a que ha logrado empatizar con ellas, empatía que «te ayuda a fotografiar con toda la cara del mundo. Uno sabe muy bien cuando molesta, cuando no molesta… tengas o no permiso».
Lo más difícil para Rodero, apasionada de la cultura popular que pervive siglos porque es importante para las personas, ha sido «sin lugar a dudas ver sufrir a la gente. Eso es lo que me paraliza. Cuando veo que la gente sufre profundamente… Me desarma».
Repasando su trabajo, considera que «ha sido sincero, honesto y libre», que ha supuesto un esfuerzo económico tremendo, porque optó por no trabajar para nadie sino hacerlo en libertad, hacer lo que a ella le interesaba. A ello le dedicaba los veranos, las navidades, las semanas santas… que no trabajaba como profesora de Fotografía en la Facultad de Bellas Artes de Madrid. «He hecho lo que yo creía que tenía que hacer de la mejor manera, y no he tenido que trabajar para dar gusto a nadie».
EL PROFESOR ANTONIO LÓPEZ
Alumna de, entre otros, Antonio López recuerda que llegó al mundo de la pintura cuando tenía 18 años y no tenía ni idea de ella. «No había cogido un pincel nada más para pintar los zapatos con Búfalo«, ríe, mientras rememora lo que le decía al maestro: «Sentía tanto no saber más y él me decía, no se preocupe, ha venido sin vicios». Rodero siempre lo recordará, igual que cuando Antonio López le colocó los colores en la paleta y «guardé el orden durante mis años de facultad».
Al hablar de su trabajo, ha estado en Cuba, Venezuela; se interrumpe a sí misma para afirmar que «son tantos los temas que hay para hacer aún que me faltan vidas», y vuelve a reír.
Le encanta lo que hace, lo ama tanto que su premisa es hacer un trabajo de calidad. «No hay que esperar a que nadie te resuelva las cosas, sino a resolvértelas por ti mismo. Uno se tiene que marcar su propio camino y salir adelante con su esfuerzo«. Seguro que todo ello le sirvió para que la agencia internacional de fotografía Magnum se fijara en ella, porque «todavía no sé ni por qué estoy en ella». A ello se suma, el trabajo tan personal de Rodero que la ha llevado a ser el único representante español en dicha agencia, de la que valora estar rodeada de fotógrafos «sabios» de los que puede aprender. Además, le permite que su trabajo se conserve, «para mí es importantísimo que, una vez que me vaya de este mundo, mis fotografías sigan vivas y cuidadas».
DEDICACIÓN ESPECIAL A SUS PADRES
La medalla de oro se la dedica a sus padres por su ayuda, por su generosidad y sensibilidad. «Me decían, trabajas demasiado, vente con nosotros, si ya has ido a ese país…«, por todo ello y por inculcarle el amor al arte y a la cultura quiere dedicarle este reconocimiento.
Rodero, que no tiene Twitter, ni Facebook, ni página web; se ríe al asegurar se ha quedado anticuada tecnológicamente hablando, pero «es que no quiero porque interrumpen demasiado mi vida privada y lo que quiero es centrarme en mis cosas. Me falta el tiempo y no quiero».
Tecnología que está cambiando «todo lo relacionado con las noticias, con la escritura. Se va a perder el periódico de papel, están cerrando periódicos históricos. Las nuevas tecnologías están siendo tan importantes como yo creo que fue la imprenta en su día», señala Rodero, quien reconoce que vivimos un momento de cambio que hay que afrontar sin miedo, «el miedo como reportera es lo último que se puede tener. Uno tiene que tener arrojo para superar su propio miedo. El miedo es un elemento paralizador y un fotógrafo tiene que aprender a superarlo. No digo que no lo tenga, porque es humano, todos tenemos; pero hay que superarlo».