Antonio y Javier Alberola. O Javier y Antonio. Tanto da. Tanto monta, monta tanto. Los dos, a sus veintipocos, son dos jóvenes árbitros de Tercera División y linieres de Segunda División B, cuyo «sueño», como no puede ser de otra forma, es llegar a lo más alto en esto de arbitrar. Pero saben que lo tienen muy difícil por la alta exigencia de las pruebas continuas a que los someten y por la dura competencia de sus compañeros.
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Son dos jóvenes árbitros prometedores que ya arbitran en Tercera División. Javier, de hecho, ya lleva arbitrando tres temporadas en Tercera. A Antonio le acaban de notificar, como quien dice, el ascenso. Debuta este fin de semana en el duelo entre el Illescas y el Torrijos.
Javier, 21 años, lleva desde los 14 arbitrando. La cosa fue así, tal como lo cuenta: «Yo intervenía de jugador en un partido amistoso cuando falló el árbitro y me puse a pitar. Me gustó. A partir de entonces, el entrenador de mi hermano me llamaba para pitar». El hecho es que con 15 años dejó de jugar en favor del «pito» hasta hoy.
Javier, afortunadamente, no ha tenido problemas de «orden público». No cree, a diferencia de su hermano, que sea más difícil pitar en las categorías inferiores que en las superiores. «Cada partido es un mundo», afirma.
Se toma su labor arbitral muy serio, hasta el punto de estudiar previamente los partidos en que tiene que pitar, analizando a los equipos y a los jugadores. Admite que su caso es precoz. Como es lógico, almacena como un tesoro el sueño de llegar a Primera División. «Lo más difícil es dar el salto a Segunda B. Es complicado», asegura, sobre todo teniendo en cuenta la alta exigencia para con ellos del estamento arbitral: informes y pruebas (físicas y técnicas) continuar y periódicas. En esto inciden los dos, en que los aficionados no saben lo que cuesta, formativamente, ser árbitro.
«Hay árbitros muy buenos y muchas competencia», comenta cuando piensa en ascender a Segunda B.
Desde muy chiquillo, con solo tres años, vive el fútbol. A esa edad ya iba a los entrenamientos del Toledo, y con seis, se le veía por esos campos de Dios, feudos de incluso Primera División.
ANTONIO ARBITRA DESDE LOS SEIS AÑOS
El caso de Antonio Alberola es un poco menos precoz, solo un poco, que el de su hermano. Tiene 22 años y desde seis que arbitra. Jugaba al fútbol, pero fue el ejemplo de su hermano lo que llevó a pitar. Por eso y porque veía que su futuro como futbolista no era «prometedor».
Él, a diferencia de Javier, sí cree que cuanto más baja la categoría es más difícil pitar. Razona que en las divisiones inferiores los equipos «tienen menos rigor, juegan más por divertirse, son menos profesionales que en los niveles superiores, no hay fuerza pública…» Pero toco madera», comenta, «no me ha pasado nada hasta ahora excepto algún escupitajo desde la grada», aunque admite que «a algunos compañeros, sí».
Asegura que quien persiste en el arbitraje, como es el caso de estos hermanos, es «por vocación». ¿Entrenar en Primera?, se le pregunta. «Es un sueño. Hay que entrenar mucho», y alude en este momento a las siete pruebas físicas y técnicas a los que son sometidos periódicamente, además de a los informes emitidos por el estamento arbitral tras los partidos.
Lo dicho: Javier y Antonio, Antonio y Javier Alberola, un sueño llamado fútbol desde la barrera del arbitraje.