Hay un hombre en el Hospital Nacional de Parapléjicos del que algunos medallistas españoles en los Juegos Paralímpicos de Tokio se acordaron, y para muy bien.
Así, la triatleta Eva Moral, bronce; Sonia Ruiz, la capitana del equipo de baloncesto; o Luis Miguel García-Marquina, bronce en ciclismo adaptado. Hablaron maravillas de su trabajo, de cómo influyó para bien en sus vidas, golpeadas de súbito.
Nuestro hombre en el Hospital Nacional de Parapléjicos, desde hace 30 años, es José Miguel López, su monitor deportivo, el que se encarga de llevarles o retornarles a la vida deportiva, tanto a los lesionados medulares que ya hacían deporte previamente como a los que no.
Bronce paralímpico para el taranconero García-Marquina en ciclismo en ruta
Está encantado con su trabajo, al que llegó por casualidad. Tiene ahora 52 años y empezó a trabajar en el Hospital en 1991. Buscaba trabajo y ahí que se quedó. Y nunca se le ha pasado por la cabeza cambiar de «curro». No se pone medallas precisamente. «No está bien que nosotros seamos los protagonistas, son los deportistas», dice.
Una parte importante del trabajo en Parapléjicos es el psicológico, dadas las condiciones en que llegan a él los lesionados. Pero José Miguel asegura que al «gimnasio del barrio«, como le gusta llamar a la sección deportiva del hospital, llegan estas personas en una condición psicológica mucho mejor que la que tenían cuando entraron en él.
Una oferta variada
Parapléjicos ofrece una variada oferta deportiva: además del clásico baloncesto, halterofilia, badminton, tenis de mesa, tenis, fitness, rutas de senderismo… Hay pacientes que se aficionan a algún deporte específico en el hospital, otros que continúan con el que ya practicaban.
En todo caso, el trabajo de José Miguel López debe tener su «fuste». No hay más que comprobar la emoción que embargaba a los deportistas que se colgaban sendas medallas tras el mayor esfuerzo, en Tokio, tan lejos de Toledo, que sin embargo les remitía, objetivo cumplido incluido, a un tiempo pasado y aprovechado en el Hospital Nacional de Parapléjicos de la mano de José Miguel, un hombre encantado con su trabajo.