Los hermanos Romero, castellanomanchegos residentes en la provincia de Toledo, han coronado una cima más de su proyecto «Cumbres del Pacífico», el Pico colombiano Simmonds; y lo han hecho difundiendo más que nunca su mensaje conservacionista, con el añadido además de que lo han traído in situ del líder espiritual de la comunidad indígena Mamarongo, de la etnia Kogui, en plena Sierra Nevada de Marta, la cordillera litoral más alta del mundo.
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Félix y Francisco llegaron hasta los 5.635 metros del Pico Simmonds, la tercera cima más alta de Colombia. La expedición duró nueve días. No empezó bien, con Francisco aquejado de otitis, con la que tuvo que lidiar durante la travesía. Los hermanos Romero comprobaron que la zona es un espacio de alto valor ecológico que se mantiene incólume gracias a los esfuerzos conservacionistas de los cuatro pueblos indígenas que lo habitan: los arhuacos, los kankuamos, los koguis y los wiwas.
Colombia era un destino que se les resistía a estos dos alpinistas, ya que la actividad de las Farc lo condicionaba todo. Los Romero pronto se dieron cuenta de que para estas etnias los elementos de la Naturaleza son sus dioses: los árboles, los ríos, las montañas. «Son reticentes con el turismo irrespetuoso», afirma Félix Romero, quien añade que se comunicaron con los indígenas de la etnia kogui gracias a un muchacho de esta comunidad pero fuera de ella y conocedor de su lengua.
«EL ACCESO A LOS PICOS DEPENDÍA DE LOS PUEBLOS INDIGENAS»
Los hermanos Romero, tras preguntar en el Parque Nacional si tenían permiso para ascender alguna de esta cumbres, les indicaron que ello «dependía de los pueblos indígenas». Así que un consejo de toda la comunidad indígena de Mamarongo les dio el permiso para coronar el Pico Simmonds, no el que pretendían, el pico Colón, sometido por los indígenas, junto al Simón Bolívar (considerados los más sagrados por estos pueblos), a una «limpieza espiritual» para preservarlos durante un tiempo de los abusos a que les sometieron anteriormente los turistas. Se convencieron de que las intenciones de los hermanos Romero eran bien otras.
Cuenta Félix Romero que estos indígenas, cuya población podría andar cercana a las 30.000 personas, son muy pobres. «Los niños y las mujeres caminan descalzos, ellos con botas de agua. Visten con ropas blancas, sencillas y de manera muy austera. Comen yuco, patatas, tubérculos, carne (de vacuno, de cerdo), cultivan coca (que mascan solo los hombres para paliar el hambre y el mal de altura, además de para mantenerse activos) y extraen el jugo de la caña de azúcar», describe.
«Cuentan que cuando hay elecciones les piden el voto, ya que todos tienen el carnet de identidad. Ellos en realidad quieren el aislamiento, por eso rechazan la educación y la medicina modernas», añade.
«NO FUE UNA AVENTURA FÁCIL»
No fue una aventura fácil, ya que querían ascender la cordillera litoral más alta del mundo. «Atravesamos caminos tremendos, de cabras, llegamos a los 4.400 metros de desnivel, pasamos por selvas, bosque de altura, páramos, una zona glaciar: fue un recorrido ecológico maravilloso», rememora. Se les «acoplaron» un canadiense y un colombiano, además del mencionado guía Kogui, que no tenía una gran experiencia en expediciones de alta montaña pero que aprendió mucho con los Romero.
El compromiso con la naturaleza de los Kogui y las otras tres etnias han mantenido incólume la Sierra Nevada de Santa Marta, pero «otros puntos de los Andes, a pesar de la extrema orografía, no han tenido tanta suerte, ya que en ellos se han edificado pantanos, presas, carreteras, se ha transformado mucho su paisaje porque no hay que olvidar que contienen oro», matiza.
El «botín» principal de los hermanos Romero es el siguiente: «El líder espiritual de la comunidad de Mamarongo nos ha dado un mensaje, que nos comprometemos a difundir más adelante. Es un mensaje al hombre blanco: la Naturaleza está mal y no está haciendo nada para remediarlo». Todo un discurso conservacionista en defensa del medio ambiente, tan castigado por el ser humano desde los albores de la revolución industrial.
Por último, las bondades del recorrido ecológico no escapan a una dura realidad, que comprueban los hermanos Romero en cada uno de los viajes: los devastadores efectos del cambio climático sobre la Naturaleza, como la reducción de los glaciares.