Miguel Llaneras Henarejos (Albacete), ajedrecista casi ciego, es un ejemplo perfecto de que este deporte es uno de los más inclusivos, gracias a una serie de adaptaciones que permiten a los invidentes enfrentarse a los jugadores videntes en igualdad de condiciones. Funcionario de la Junta, sufre una enfermedad degenerativa congénita llamada retinosis pigmentaria, por la que acabará ciego del todo (ahora le queda un 2 por 100 de visión).
Aunque sufre esta patología tiene desde el nacimiento, con ella se pierde la vista desde la adolescencia. Llaneras ya tiene 42 años, desde los 30 está federado por la ONCE y juega en el club albaceteño Excalibur, «como la espada», comenta quien la hunde, ya siempre triunfalmente, en las vísceras de una enfermedad tan cruel.
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Miguel Llaneras es un ejemplo más de vitalidad. Aquejado de una enfermedad degenerativa desde que nació, empezó a manifestársele en la adolescencia, y por tanto a perder la vista irremisiblemente, ya que sufre una enfermedad congénita llamada retinosis pigmentaria por la que el enfermo acaba perdiendo completamente la visión, como les ocurrió a su madre y a su tío.
Él, albaceteño, tiene hoy 42 años; solo le queda un 2 por 100 de visión, que aún le permite entrever las piezas de ajedrez, juego que practica federadamente desde los 30 años a través de la ONCE.
Hasta entonces practicaba deporte, como fútbol, baloncesto. También corría, pero tuvo que dejar de hacerlo por la falta de vista. También jugaba para divertirse al ajedrez, pero fue a los 30 cuando se federó por la ONCE y juega en el club Excalibur. Él dice que «no es muy bueno», pero integra el equipo de Castilla-La Mancha que compite en los torneos, formado por cinco jugadores mas el entrenador, el maestro FIDE José Vicente Jiménez, el número uno de Albacete.
Y surge la pregunta básica para los videntes: ¿Cómo juega un ajedrecista ciego?
UNO DE LOS DEPORTES MÁS INCLUSIVOS
En realidad el ajedrez es un deporte de larga tradición entre las personas con discapacidad visual por su facilidad para ser practicado de forma integrada en las competiciones con personas videntes.
Para la práctica del ajedrez, los ciegos necesitan solo algunas adaptaciones en el material de juego. Por ejemplo, el tablero tiene los cuadros negros ligeramente más altos que los blancos para hacerlos diferentes al tacto. Además, las piezas negras llevan, en su parte superior, una protuberancia que las distingue de las blancas.
Cada casilla del tablero tiene un orificio en el centro, en el que se insertan las piezas a través de un pequeño vástago que éstas tienen en su parte inferior. Mediante este sistema, las manos del jugador pueden tocar todas las piezas sin derribarlas.
Las partidas entre ajedrecistas ciegos se juegan en dos tableros. Cada uno de los jugadores mueve las piezas en su tablero de modo que, al tocarlas, no moleste ni sea molestado por su contrario. Los relojes de ajedrez disponen de un mecanismo de voz con auriculares para acceder al tiempo de juego.
En el caso de Miguel Llaneras, tan simpático él, asegura que pierde y gana contra ajedrecistas videntes; todo depende de la puntación del rival. Él tiene 1.700 puntos y está entre los 50 primeros del ránking nacional. Con la Selección de Castilla-La Mancha quedó cuarto en el Campeonato de España, a un paso de Barcelona. En octubre le toca jugar la Copa de España, a eliminatorias.
Sus ajedrecistas de referencia son el mítico Bobby Fischer, el no menos mítico Garry Kasparov («que ha vuelto a jugar partidas rápidas, ¡pegando unas palizas!…» dice de él), y, ya entre los actuales, al campeón del mundo Magnus Carlsen y al actual número uno nacional, Paco Vallejo.
Llaneras se federó para jugar al ajedrez porque, confiesa, es uno de los deportes más inclusivos que hay. Es funcionario; trabaja de telefonista en la Consejería de Educación. Y juega al ajedrez contra rivales videntes. Y les gana. No necesita más tiempo para jugar que ellos. La odiosa retinosis pigmentaria no va a poder jamás con su afición por el apasionante deporte del tablero.