Roberto Encinas, el centrocampista del Toledo que le dio un abrazo al árbitro del partido contra el Rayo B como expresión de su tremenda alegría tras marcar David Sanz el tanto del triunfo, explica la reacción como fruto de un «subidón», un «éxtasis» que fue a parar a la primera persona que se encontró en su camino, en esta ocasión Ceballos Silva, que lo rechazó diciendo «¡Pero quita, qué haces!» Encinas, quien admite que aquello no fue «muy normal», asegura que le extrañó mucho la tremenda repercusión que tuvo la anécdota: «Fue un simple abrazo que quizá sirvió de antítesis al acto violento del partido del Cartagena, que tuvo que ser suspendido», explica.
Mucha, mucha gente lo vio: en pleno éxtasis del Toledo, que era capaz de remontar al fin un resultado adverso en esta liga (a ver si sienta un corto pero intenso precedente en el último suspiro de la liga, cuando se juega todos sus cuartos) frente a los cachorros del Rayo, cuando David Sanz reclamaba para sí la gloria del partido que bien se había ganado a pulso, el también jugador del Toledo Roberto Encinas fue capaz de robarle el protagonismo a aquel ante miles y miles de atónitos ojos cuando, preso de la emoción, le dedicó un sorprendente abrazo al «trencilla» del choque, Ceballos Silva.
Nadie daba crédito. Encinas lo explica así: «Todo el mundo que me conoce sabe de mi entrega al club, a mis compañeros. No nos merecíamos estar donde estábamos, veníamos de dos derrotas, estábamos jodidos… y me dio un subidón. El árbitro fue la primera persona con la que me topé».
Fue, pues, fruto de un arranque emotivo. «Soy muy visceral, muy impulsivo. Se puede ver que el árbitro me dice: ¡Quita, pero qué haces! Lo estábamos pasando tal mal… Fue un éxtasis, una reacción normal, muy humana».
Sabe, evidentemente, que la anécdota «no es algo normal», pero no pudo evitar extrañarse de la tremenda repercusión que tuvo: «No sabía que iba a tener tanta repercusión, fue un simple abrazo, pero fue una jornada en la que el partido del Cartagena fue suspendido por una agresión a un juez árbitro, y quizá fue la antítesis, un abrazo…»