El catedrático de Hacienda Pública de la Universidad de Castilla-La Mancha, Juan José Rubio Guerrero, analiza los indicadores económicos mundiales y nacionales para mostrar la evolución de los mismos.
«Durante los últimos meses se han sucedido un conjunto de señales que apuntan a una desaceleración global que nos sitúa en una situación de fragilidad. Tres hechos destacan en el panorama mundial: la contracción del crecimiento y la demanda de la economía china ( que, por su peso gravitacional, condiciona el resto de la economías mundiales), la consecuente caída del precio de materias primas por reducción de la demanda del gigante asiático y de otros países centrales y la fuerte depreciación de las divisas en los mercados emergentes.
CONTEXTO INTERNACIONAL PREOCUPANTE
El informe de otoño del FMI ha revisado a la baja las perspectivas de crecimiento mundial desde el 3,3% previsto en julio al 3%. El epicentro de esta tendencia desaceleradora se encuentra en China que nos ha dado un susto importante en agosto (siempre agosto). Su demanda se ha desacelerado fuertemente lo que ha provocado un desplome de los precios de las materias primas a nivel mundial. Conviene señalar que, en 2014, China consumía más del 50% de los metales básicos a nivel mundial (hierro, níquel, aluminio,…). Este comportamiento ha motivado una contracción en los países proveedores y, especialmente, de aquellos que exportan materias primas: Latinoamérica, Africa, Rusía y los países exportadores de petróleo.
El precio del petróleo sigue, en estos momentos, por debajo de los 50 dólares barril lo que supone una caída de más del 60% sobre los niveles máximos de 2014. Este desplome se debe a un exceso de oferta que la AIE cifra en 3 millones de barriles diarios y que no se contraerá a corto plazo debido a la oferta adicional que Irán colocará en el mercado como consecuencia del fin de sus sanciones por el programa nuclear. No hay que olvidar que la entrada en producción de sistemas alternativos de obtención de crudo como el fracking y la respuesta de los países productores de crudo convencional, comandados por los países productores árabes y del golfo pérsico, explican de manera gráfica esta dinámica que se inscribe dentro de una guerra comercial que pretende ocupar los espacios que los productores alternativos dejen al situar en la extramarginalidad las explotaciones de extracción de crudos no convencionales. Sin embargo, esta estrategia comercial ha supuesto un recorte significativo de ingreso para los países productores de petróleo: OPEP, Rusia, Noruega, México, Brasil, Colombia o Kazajistán, entre otros. La incidencia en estos países no se debe sólo a menores ingresos por exportaciones, sino también a la ralentización de nuevos proyectos de inversión que condiciona la demanda de infraestructuras especializadas, con su repercusión sobre la creación de empleo en estos países. Además, en algunos casos, se han visto obligados a retirar capital de sus fondos de inversiones en un mal momento de los mercados bursátiles a nivel global.
Por lo que nos afecta, Latinoamérica ha sufrido un frenazo brusco en su crecimiento llegando a situaciones recesivas en países tan relevantes como Brasil y Argentina. Son países que, además de necesitar reformas estructurales serias a nivel interno, dependen de sus exportaciones a China pero también se ven amenazadas por una posible subida de los tipos de interés de la Reserva Federal americana ya que ambos tienen una deuda externa denominada en dólares y podrían verse muy afectados debido a que la apreciación del dólar conllevaría un incremento sustancial de sus costes financieros. Por otra parte, países como Chile, donde existe una alta concentración de reservas de materias primas como el cobre (abastece el 25% del cobre mundial) ha visto reducir su precio de forma preocupante en el último año.
Esta desaceleración convive a nivel global con los problemas de Rusia, de Japón y de la Eurozona. Rusia sufre una situación complicada por la caída de los precios de petróleo o lo que se une las sanciones occidentales por la situación en Ucrania. Todo ello ha provocado la reducción de los ingresos por exportaciones y el recorte de la inversión exterior en aquél país. Por su parte, Japón no acaba de consolidar una recuperación: el Abenomics ha permitido recuperar los precios, pero el PIB sigue estando en recesión, con una caída del 0,3% entre abril y julio.
Por lo que respecta a Europa, nuestra zona económica no va a permanecer ajena a esta dinámica de desaceleración mundial con independencia de que la situación interna de la eurozona no es «para tirar cohetes». S&P señalaba, a finales de septiembre, que el recorte en el crecimiento de China podría suponer un reducción de 8 décimas en el crecimiento del PIB de la eurozona entre 2016 y 2017. En este escenario (suponiendo un crecimiento de China del 4.4% en 2016), la eurozona sólo crecería un 1,4% en 2016 y un 1,2% en 2017. Los países más afectados por su exposición a Asía, serían Holanda y Alemania.
Por su parte, Estados Unidos, aunque con un crecimiento importante que roza el 4% en términos anualizados para el IIT2015, no alcanza los resultados esperados y resulta insuficiente para compensar la desaceleración a nivel global, por lo que no hay un país o zona que pueda considerarse como elemento locomotor del crecimiento mundial en estos momentos.
SITUACIÓN EN ESPAÑA
La gran duda que subyace en toda esta dinámica internacional es verificar si realmente la expansión de la economía española se ha debido a factores externos (vientos de cola como lo denominan algunos economistas) o bien a que los fundamentos de la misma, después de las reformas efectuadas, van a permitir mantener una cierta autonomía de crecimiento al margen de los avatares internacionales. Estamos, pues, ante una situación que será la prueba del nueve para confirmar si las cosas se han hecho bien internamente para mantener una senda estable de crecimiento económico a medio plazo.
La información que se dispone en estos momentos parece confirmar que la economía española está resistiendo con dignidad los embates del panorama internacional, aunque conviene no cantar victoria ya que pueden llegarnos con retardos los efectos de esta desaceleración mundial.
Las cifras manejadas hasta el momento son razonablemente buenas. El PIB ha crecido en el tercer trimestre de 2015 en tasa intertrimestral en un 0,8% (3,4% en tasa interanual), lo que supone prolongar la fase expansiva aunque a un ritmo ligeramente más atenuado que en la primer mitad del ejercicio. Este dato supone una ralentización de dos décimas repecto al segundo trimestre donde la tasa de crecimiento intertrimestral alcanzó el 1%. En todo caso, estas cifras más que duplican las tasas de crecimiento de la UE en promedio.
En todo caso, el panorama de desaceleración internacional comienza a ser internalizado por los agentes económicos españoles. El indicador de confianza de los consumidores ha interrumpido en el tercer trimestre la trayectoria ascendentes de los últimos meses, lo mismo que ocurre con el indicador de confianza del comercio minoristas. A pesar de todo, el impacto del deterioro del contexto internacional sobre el crecimiento de la economía española en el cuarto trimestre de 2015 será limitado por la inercia alcanzada desde comienzo del ejercicio, además de los efectos beneficiosos de la caída del precio del petróleo y otras materias primas, así como el adelanto de la rebaja del IRPF a primeros de julio de 2015.
PERSPECTIVAS DE FUTURO DE LA ECONOMÍA ESPAÑOLA
De cara al futuro, la desaceleración China debe tener menor impacto sobre España que en otros países europeos. La exposición comercial de España con el dragón asiático es del 0,5%, mientras que en Alemania es del 2%. Otra cosa es lo que ocurra con los países emergentes y, especialmente, con Latinoamérica donde el grado de exposición de las empresas españolas es muy alto, pero más preocupante es la inestabilidad política en España con la deriva catalana pendiente de resolver y las elecciones del 20D que pueden cambiar radicalmente el panorama político español y condicionar la senda de recuperación al alterar los patrones de la política económica. S&P ha destacado los esfuerzo realizados en el diseño y desarrollo, aún limitado, de reformas estructurales. En concreto, ha señalado que la economía española se ha beneficiado de dos rondas de reformas del mercado de trabajo desde 2010, que han mejorado la competitividad del sector exportador y del sector servicios. Sin embargo, confirma que los riesgos potenciales son una fragmentación política que induzca desviaciones presupuestarias y un retroceso en el programa reformador, además de incardinación de Cataluña en España.
En definitiva, la desaceleración económica internacional, unido a una cierta moderación del consumo interno y de la inversión residencial han hecho que el crecimiento se redujese ligeramente en el IIIT15. No obstante, El Banco de España mantiene sus previsiones de crecimiento para este año (3,1%) y el próximo (2,7%), más realistas que las aportadas por el Gobierno (3,3% y 3%, respectivamente), debido a las incertidumbres ya señaladas, aunque los efectos sobre el empleo tardarán en notarse debido a los retardos con los que reacciona el tejido empresarial cuando, además, el horizonte temporal es tan incierto como el que acabamos de reseñar».
Juan José Rubio Guerrero, catedrático de Hacienda Pública de la Universidad de Castilla-La Mancha.