La Pastelería Mallorca es uno de los establecimientos históricos de la capital de España, prácticamente un referente empresarial que ha conseguido superar la tercera generación y que sigue adelante con éxito gracias a que ha sabido adaptarse a los tiempos. Detrás de ello se encuentra un grupo empresarial familiar con origen en Toledo, concretamente en Calera y Chozas.
La historia de la Pastelería Mallorca es la historia de un toledano, Bernardino Moreno, que dejó la localidad toledana de Calera y Chozas cuando era muy niño. «Su padre se trasladó a trabajar a Madrid», comentaba María del Carmen Moreno, nieta de Bernardino, quien recordaba que «él siempre mantuvo contacto con la familia que seguía viviendo en Calera».
«En aquellos años era muy habitual entrar de aprendiz y vivir en la trastienda del negocio». Bernardino perdió a su madre al nacer y entró a los 11 años a trabajar interno en un obrador de pastelería.
«Fue el primero de la familia en dedicarse a este sector» y supo hacerlo bien, formándose como un «excelente profesional», alcanzando un gran conocimiento del mundo de la pastelería de esa época.
LLEGÓ LA PRIMERA TIENDA
El destino quiso que Bernardino Moreno pudiese montar su propio establecimiento al ganar el sorteo de Navidad. La suerte unida a su capacidad de trabajo y profesionalidad le llevaron a él y a su esposa María a abrir su propio negocio.
El 31 de octubre de 1931 abrió su primera tienda al público en la calle Bravo Murillo de Madrid.
Ellos se encargaban de la elaboración y venta de los productos que fueron ganando poco a poco más adeptos. Tanto es así que «los domingos había cola para comprar y los hijos José, Manuel y Juana tienen que echar una mano» en el negocio familiar.
UN NEGOCIO CRECIENTE
El negocio fue un acierto. La clientela fija e incondicional animó a la familia a abrir un segundo establecimiento. Esta vez en la Calle Velázquez.
El trabajo en el obrador no cesaba ni de noche y, en la década de los 60, los hijos de Bernardino decidieron abrir la fábrica y el obrador central. Y, en unos cinco años, pasaron de 50 a 150 trabajadores.
A esta expansión le seguirán otras y se abrirán nuevas tiendas. En la década de los 70 se introduce nuevas ideas. Son los años en los que se comienza a hacer pasteles más pequeños, donde se tiene en cuenta la proporción de azúcar y grasa en su composición…
LA TERCERA GENERACIÓN
En la década de los 80 los nietos de Bernardino se van incorporando al negocio familiar. María del Carmen, Olga, Susana, Maite, José María, Manuel, Julio y Miguel participan en la gestión del negocio. Con ellos llegarán nuevos conceptos y la diversificación del negocio lo que hace de la Pastelería Mallorca un establecimiento adaptado a los nuevos tiempos.
Conceptos que toman forma con Mallorca Difusión, empresa especializada en servicios de catering, y también con nuevas tiendas.
EL SECRETO DEL ÉXITO
María del Carmen Moreno analizaba las claves del éxito del negocio familiar. En su opinión se centran en «tener las ideas claras de lo que quieres ofrecer a los clientes, en productos, estándares de calidad…». Además de tener «capacidad para adaptarse a los cambios sociales y a las tendencias del momento». Y en Pastelería Mallorca lo han sabido hacer.
El objetivo es claro, tener en mente «la continuidad de la empresa». Y todo ello siendo empresa familiar que ya se encuentra en la tercera generación y que lo ha logrado «con normas y criterios claros de incorporación a la empresa, transparencia entre los socios, etc.».
DE CALERA Y CHOZAS A MADRID
La nieta de Bernardino recuerda que su abuelo mantuvo siempre contacto con la familia de la localidad toledana de Calera y Chozas. Un contacto que incluso ella también vivió. «Recuerdo haber ido con mis padres y mi abuela, mi abuelo Bernardino murió cuando yo tenía tres años, a Calera a la matanza. Recuerdo ver campos de algodón y pasarlo muy bien», aunque sin duda lo que más le impresionaba era la matanza.
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