Probablemente es una de las empresas más antiguas de la capital castellanomanchega. El obrador de confitería Santo Tomé nació en 1856 y, en la actualidad, ya se encuentra la séptima generación al frente de la empresa familiar.
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De aquel primer confitero, que se llamaba Pérez y que iba a estudiar a París, porque el mazapán se hacía de tres formas (una era la de Sicilia, que lo secan al aire; otra en Alemania, que es al baño María y lo recubren de chocolate; y, finalmente, el que se hace en Toledo, asado en el horno sobre tablas de madera); a los Sobrinos Pérez, después a Francisco Martínez, luego a Rodrigo Martínez, pasando por Ángela Ruiz e Inés Garate, hasta llegar finalmente a Jerónimo, actual responsable de la empresa, han pasado 160 años.
El paso del tiempo se observa también en las instalaciones que acogieron desde un principio la tienda. Arriba, la casa de la familia; abajo, el negocio y el obrador. Y, siempre, confiteros, para vivir durante todo el año del producto que hacían, porque del mazapán «no se podía vivir solo», comentaba a Encastillalamancha Inés Garate, quien destacaba que han vivido muchos cambios, ya que todo quedaba escrito en los libros donde se observa desde la almendra que se gastaba hasta «los acarreamientos de leña» necesarios para elaborar las pastas o los dulces del momento.
Los medios para realizar el mazapán son diferentes. «Antes se cocía con retamas y ahora no, porque las retamas producían una intoxicación importante sobre el alimento. Ahora se cuece eléctricamente. Tiene un control extraordinario, es un postre sano», explica Inés, quien reconoce que siguen abiertos tras 160 años gracias al cliente, porque «somos una pequeñísima historia de una ciudad con mucha historia».
Historia que también pasa por clientes con historia. Por Santo Tomé han pasado reyes como Alfonso XII, Alfonso XIII, políticos como Azaña, Alfonso Guerra, Adolfo Suárez, Calvo Sotelo… y actrices y actores como Sara Montiel o Carmen Sevilla. Incluso, recientemente les visitaba Leonardo Di Caprio o futbolistas como Zidane.
A ello se suma que conservan clientes fieles y aún hay quien le manda una carta a mano con su pedido de Navidad y luego envían su cheque.
El paso de las generaciones también se vive de manera similar en los clientes, de abuelos a nietos pasan por Santo Tomé para buscar los sabores que les descubrieron cuando eran unos niños.
Documentos antiguos donde se observa las horas que trabajaban los empleados, que reflejan el paso del tiempo y el compromiso con los trabajadores y con los clientes. Compromiso que se refleja también en las ISO de Calidad 22.000 y 9.000; y donde se pusieron a trabajar para lograr la trazabilidad del producto. Dado que no había nada similar cuando comenzaron con ello, «cogimos un programa de una casa de coches alemana que tenía todo descompuesto, pieza a pieza, tornillo a tornillo… y lo utilizamos para hacer la trazabilidad de un mazapán».
La nueva generación, con Jerónimo al frente, tiene el reto de mantener la tradición aprovechando el mundo de las redes sociales, donde «hay que estar» porque su objetivo es seguir celebrando cumpleaños.