El próximo 17 de marzo la labor de Fernando Guijarro Díaz y Juan Pablo Culebras Cruz será reconocida en el acto del Día de la Enseñanza que tendrá lugar en Talavera. Ambos son profesores en la cárcel de Cuenca, donde se han convertido en un referente en materia educativa, siendo muy respetados y queridos por los internos gracias a la motivación y al espíritu vocacional que imprimen en su trabajo diario.
Tanto Juan Pablo como Fernando tienen en común muchos años de experiencia enseñando en aulas de cárceles. El primero de ellos ingresó por oposición en el cuerpo de Instituciones Penitenciarias hace cerca de 30 años. El traspaso de competencias hizo que su plaza pasase a depender del Ministerio de Educación y más tarde a la Consejería de Educación de Castilla-La Mancha, estando adscrito actualmente –al igual que Fernando- en el Centro de Adultos de Cuenca.
La historia de cómo acabó Fernando en la prisión de Cuenca está llena de más casualidades ya que después de 17 años como profesor de niños en un pequeño pueblo de la provincia, motivos personales le llevaron a ocupar esta plaza en la capital con la idea de permanecer en ella no más de tres años. Lo que iba a ser una estancia temporal ha acabado siendo un destino en el que ya lleva nueve años y en el que le gustaría estar durante toda su carrera ya que “esta educación te engancha”.
[ze_summary text=»Estos dos conquenses destacan la complicidad y el estrecho vínculo que se establece entre el docente y el alumno «]Estos dos conquenses destacan la complicidad y el estrecho vínculo que se establece entre el docente y el alumno [/ze_summary]Estos dos conquenses destacan la “complicidad” y el estrecho vínculo que se establece entre el docente y el alumno en una cárcel, una relación “muy paternalista en la que el ‘maestro’ –como así nos llaman- acompaña en todo el proceso formativo al estudiante de una manera muy individualizada y atendiendo a las particularidades de cada uno de ellos”, comentaban.
Reconocen que es un trabajo en el que se necesita un plus de vocación y de implicación. Así, por ejemplo, cada inicio de curso realizan una labor de captación entre los reclusos, sobre todo entre aquellos con más necesidades formativas. De los 100 internos que hay en el Centro Penitenciario de Cuenca, alrededor de 40 suelen matricularse, si bien finalmente -por razones de compatibilidad con otras actividades- son menos los que acaban ocupando un pupitre.
Ya sea por su deseo de formarse o de ocupar el tiempo en la cárcel, lo cierto es que “los estudiantes llegan con mucha motivación”, una motivación que después estos profesores se ocupan de mantener viva.
La recompensa a tal esfuerzo llega en forma de aprendizaje y títulos y de mucha gratificación por lo realizado. Después de los estudios primarios que sacan adelante con Fernando y Juan Pablo, los hay que incluso continúan con la Educación Secundaria, un nivel en el que, aunque no es de su competencia, estos docentes continúan ayudándoles.
Si bien los títulos son importantes, indicaban que “para nosotros lo es más trabajar a largo plazo y que se mantengan constantes en la formación”.
Comentaban a encastillalamancha.es que muchas personas desconocen la existencia de la figura del profesor en las cárceles, como también son ajenas al “ambiente distendido y relajado” que hay en estas aulas ya que “les ayuda a no pensar en la condena”. Juan Pablo, quien antes de Cuenca ha estado dando clases en las cárceles de Puerto de Santa María, Madrid III y Ocaña II, añadía que nunca ha vivido una situación conflictiva y que, incluso, “entre ellos se ayudan mucho”.