viernes, 22 de noviembre de 2024
Entrevista Irreverente a Asunción Díaz del Río, presidenta de Unicef Castilla-La Mancha 01/07/2016junio 7th, 2017

«Se crece en la adversidad, se reinventa, incansable, luchadora, amiga de sus amigos, tiene una energía descomunal y una gran bondad interior…». Es una definición recopilatoria de lo que de ella piensan sus amigos. No en vano, le encanta juntarse con ellos, irse a andar (de hecho, hoy está por la Ribera del Duero haciendo turismo enológico, pero andando), recibirlos en su casa y llenarla de gente…
Es Asunción Díaz del Río, presidenta de Unicef Castilla-La Mancha, tiene 50 años y es natural de Torrijos (Toledo), «nací en la cama de mis padres después de que mi madre rompiera aguas mientras estaba trabajando en la feria. Entonces mi marido dice que ahí me contagió los genes del trabajo…».
Y lo que leen es la Entrevista Irreverente de encastillalamancha.es…
Vive en Toledo desde 2009, «los siete años más felices de mi vida, me encanta vivir en esta ciudad a pesar de todo lo que hemos vivido de crisis en el seno de mi familia, que ha sido durísimo».
Estudió Veterinaria, «en Navidul me fui al departamento de márketing un mes y me encantó, me quedé, hice un master en director de formación y márketing, pasé a comercial, de ahí a Internacional, a Gestión, y después me he doctorado en Economía en la UCLM. Tengo una formación anárquica, como lo es también mi vida profesional, he hecho desde cirugía en pequeños animales en una clínica de experimentación en Alemania donde se ponían marcapasos hasta clases de márketing en la UCLM o una pequeña empresa que estoy montando en la República Democrática del Congo…».
Presidenta de Unicef CLM desde febrero de este año, «me invitó José María Calvo a dar el paso, él lo dejaba y buscaba a alguien, me engañó clarísimamente (dice en broma), porque me dijo que con un par de tardes al mes valdría, pero aquí tienes para las 24 horas al día los 365 días del año. Es un voluntariado y hay noches que se me caen los ojos, pero pienso a quién va dirigido mi trabajo y me vengo arriba… Estoy muy contenta en Unicef…».
Pasen y lean…


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¿Por qué no ha sido charcutera?

Ja, ja, ja… ¡Me hubiera encantado! Ja, ja, ja…

Entonces…

No sé ni cortar jamón, que es como de risa. Una hija de jamoneros… En mi casa lo cortaba todo el mundo fenomenal. Mis padres, mis hemanos. Y mi marido vio el cielo abierto porque se casaba con la hija de un jamonero, él aprendió a cortarlo fenomenal, con lo cual… Yo me he despistado; ja, ja, ja…

Y usted, ni por asomo sabe…

Nada… Bueno, lo he intentado. Pero cada vez que lo intentaba surgía una voz en la cocina que decía: ¡Quién ha metido el cuchillo en el jamón! Y procuraba callarme. Mi madre nos regaló, según nos íbamos casando o independizando sus hijos, una cortadora industrial. ¡No aprendí nunca! ¡Lo corto fatal! Pero sé deshuesar un jamón, que es más difícil. Lo aprendí porque trabajé cuatro años en Gestión de Calidad, en Navidul.

Estuvo un tiempo trabajando en un mundo en el que predominaban los hombres…

Sí, sí, sí, sí… Me sentía fenomenal. De hecho, tras hacer Veterinaria estuve de prácticas en el antiguo matadero de Legazpi y llegué a mi casa diciendo que no sabía lo que quería hacer en mi vida profesional, pero lo que no quiero hacer ya lo sé, que es auditar mataderos. ¡Después estuve cuatro auditando mataderos y salas de despiece! Y me encantó, disfruté mucho. Me recorrí España y toda Europa. En Córdoba recuerdo que empezamos a trabajar a las 11 de la noche y a las 3 de la madrugada paramos a comer un bocadillo. Entramos en la cantina y… ¡Eran todos señores comiendo garbanzos a esa hora! ¡Se hizo un silencio absoluto!

Y todas las miradas hacia usted…

¡Todas! Yo dije: o cruzas el umbral o te quedas aquí para siempre. Alucinaba todo el mundo pensando… ¡Y ésta qué hace aquí! Hace 25 años era un mundo muy masculino laboralmente hablando.

Entonces usted… Ha trabajado entre cerdos.

Ja, ja, ja… Síííííííí… Ja, ja, ja… Sí, sí… Además tienes que revisar los corrales, tienes que meterte en el fango…

No se le caían los anillos y ha hecho todo lo que tenía que hacer con los cerdos.

Es que al final es un trabajo muy bonito. Mira, yo recuerdo que mi padre siempre nos decía: no importa que seáis barrenderos o arquitectos, lo importante es que lo hagáis lo mejor que sepáis y podáis, eso os hace dignos y dignifica vuestro trabajo. Siempre he intentado encontrar la parte chula y no hay un solo trabajo que yo haya hecho que no me haya motivado.

El matrimonio de sus padres fue desautorizado por sus abuelos maternos…

Sí, sí… Mi madre era de una familia de ganaderos, de gente de pueblo pero con dinerete, y mi padre era hijo de un hombre enfermo, de una mujer que sacó a sus seis hijos adelante, aunque era una familia muy unida… Mi padre no era un novio querido para los padres de mi madre. Pero todo hay que verlo en su contexto y la evolución. Porque mi abuelo materno vivió con nosotros cuando se quedó viudo, y tenía muchos hijos donde elegir, mi padre y él tuvieron una relación exquisita… A mi padre, cuando se le conocía un poquito, se ganaba el corazón de cualquiera. Cuando le conocieron mis abuelos maternos la historia cambió radicalmente.

Pero sus padres se casaron a pesar de todo.

Sí. Mi madre, cuando se casó, estaba absolutamente desautorizada. Mi madre siempre ha contado una anécdota… Estaba un día comiendo unos tacos de jamón en la cocina de su casa, pasó su madre y le dijo: ¡Come, desgraciada, come, que con el muerto de hambre que te vas a casar no vas a volver a probar el jamón en tu vida! Y al final se casó con el rey del jamón. Pero luego a mi padre le quisieron con locura.

El mundo del jamón, sin Navidul, ¿qué sería?

Pues hubiera ido más lento seguro. Mi padre fue un hombre pionero, vanguardista y visionario, y aportó grandes llaves al sector del jamón: participó en la creación del Consorcio, en la Asociación de Industrias Cárnicas, tiró mucho del carro… El sector del jamón probablemente habría evolucionado, pero sin Manuel Díaz no sería lo mismo. La primera marca de jamón del mundo la puso él, Navidul, la primera vitola que tuvo un jamón la llevaban sus jamones.

Ahora trabaja con niños y niñas… ¿Usted fue una niña de papá?

Ja, ja, ja… ¡Ojalá todos los niños del mundo fueran niños de papá! Todos los hijos que hemos nacido en hogares normales somos los niños y las niñas de nuestros papás, somos los más guapos, los más listos y los más inteligentes… Y yo fui una de ellas. Lo he sido hasta que, por desgracia, perdí a mi madre hace cuatro años.

¿Qué aporta Unicef a los niños en Castilla-La Mancha?

Todo lo que seamos capaces de aportar los que estamos aquí, los voluntarios que estamos y seamos capaces de convencer a la gente que no lo sea. Por ejemplo, el Pacto por la Infancia, que está sin firmar. Si somos capaces de firmarlo, que creo que lo seremos, porque el Gobierno de Castilla-La Mancha y los otros dos partidos en las Cortes están muy por la labor. Con eso bloquearemos una serie de items que protegen a la infancia, gobierne quien gobierne. Con las Ciudades Amigas de la Infancia conseguimos sensibilizar a la ciudad. Y sensibilizar a los niños, que son los adultos del futuro.

¿Qué ha hecho o haría por sacar la sonrisa a un niño?

Yo le sonreiría. Muchas veces te la regalan ellos antes, pero creo que si vieran una sonrisa franca y abierta, instantáneamente van a devolverla.

¿Entiende que tengamos una crisis de refugiados en Europa desde hace tanto tiempo?

No. Y entiendo mucho menos el tratamiento que se le está dando. El otro día comenté que a veces siento vegüenza por ser europea, no solo por los tratamientos que están recibiendo los niños en los países de camino, sino que llegan a Europa y siguen sufriendo muchísimas agresiones de todo tipo. Cuando van a cruzar el Canal de la Mancha, en la espera que están haciendo en Francia, cuanto más tardemos a nivel gubernamental en poner soluciones más sufren ellos, porque los sicarios, los traficantes de personas se ponen las botas, aprovechan tras estar allí tres o cuatro meses y por dinero les prometen que van a cruzar.

¿Por qué permitimos que haya refugiados?

Primero somos espectadores, lo estamos viendo desde lejos… Y luego llaman a nuestra casa. Y ya no somos espectadores, somos actores de este programa. Hay una serie de niños que han contado sus historias, a través de Unicef, en las redes sociales. Ellos te dicen claramente, con una madurez enorme, qué estamos haciendo mal nosotros. Dicen que cuando llegan aquí les damos miedo, pero cuando pasa el tiempo nos damos cuenta de que son personas normales y no vienen a hacer ningún daño. Creo que tenemos un poco de miedo a la hora de acogerlos socialmente y a nivel gubernamental creo que estamos muy mal legislados, se necesita más celeridad.

Y que la sociedad en general lo primero que piensa es que muchos refugiados son delincuentes…

Sí, ése es el miedo que tenemos. Pensamos que viene lo peor de cada casa, que es la expresión que más oyes en la calle…

¿Cuál es la historia que más le ha marcado en este mundo de la cooperación?

Cuando era más jovencita, entre los 16 y los 20 años, estuve yendo a unos campamentos que organizaba la parroquia de Novés (Toledo). Lo que más me gustaba era la vida de pueblo, cómo viven los hijos de los grandes empresarios con los hijos del zapatero, del cartero, del guardia civil… Eso me gustaba mucho. Como historia única que me haya marcado, la de una madre contando la historia de su familia. En Unicef contó que cuando iban atravesando diferentes fronteras en su movimiento migratorio hacia Alemania lo que hizo fue copiar lo que hemos visto tantas veces en la película «La vida es bella», que cuando cruzaban una frontera les decía: ¡Bien, otro reto conseguido! Y ahora venga, el siguiente reto, tenemos tantos días para llegar a esta otra frontera, vamos a poder comer solo tantas veces… Se lo planteó así y contaba la alegría de sus hijos cuando llegaron al final porque habían terminado este viaje que fue como el juego de su vida.

Y la pregunta del millón… ¿Por qué todavía se permite que mueran niños en el mundo?

La falta de equidad. Creo que no somos absolutamente sensibles con lo que está sucediendo. Una compañera de Unicef me dijo, en el festival de hace unos días en Toledo, que mi discurso a lo mejor era un poco duro. Pero creo que es la única oportunidad que tenemos de contar que estos niños y niñas son violados, que llegan embarazadas cuando vienen a Europa, sufren abusos de todo tipo, trabajan para pagar su billete… Y cuando lo contaba allí, al salir me decía la gente que les había puesto los pelos de punta, es que… Pues es una realidad de nuestro día a día. Creo que no somos absolutamente conscientes de lo que sucede.

¿En Castilla-La Mancha hay niños que sufren?

Sí. El último estudio que ha hecho Unicef en España sobre la brecha de equidad ha trabajado cuatro indicadores. En España los niños de 2004 se sentían mejor en su país que los niños en 2014. Retrocedemos. España suscribió en su día la Convención sobre los Derechos del Niño y adquirió una enorme responsabilidad. Los niños que emprenden el viaje de su vida buscando un futuro mejor son, ante todo, niños. La obligación del Estado es adoptar las medidas necesarias para dar efectividad a todos los derechos reconocidos en la Convención, incluidos el de reunificación familiar y el derecho de no devolución a su país en caso de peligro para la vida. La inversión en los niños y niñas más vulnerables no solo es un acto justo, sino que además es estratégicamente rentable: invertir en sanidad, educación y en protección ante los conflictos es ayudarles a ser personas saludables, formadas y sin secuelas traumáticas, lo que hará que estén en disposición de ayudar al desarrollo de sus países. Sembramos en ellos hoy y el mundo entero lo cosechará mañana.

¿Quién fue su primer amor y a qué edad?

Ja, ja, ja… ¡Se me va a poner celoso el último, que es el gran amor de mi vida! Ja, ja, ja… Pero no me acuerdo, porque yo he sido muy noviera… Entonces amor, amor… ¡El de ahora! Y amorcetes unos cuantos. Desde los colegios en verano, compañeros de carrera… Un poco de todo. ¡Pero no voy a decir nombres para no herir susceptibilidades! Ja, ja, ja…

¿Le han dado muchas calabazas amorosas?

Sí, sí, sí… ¡También! Pero yo he dado más de las que me han dado a mí.

¿Usted hubiera dado la orden de matar a Bin Laden?

No. Nunca hubiera dado la orden de matar a nadie.

¿Alguna fobia confesable?

Los murciélagos. ¡Horrible! Y vivo en el casco histórico de Toledo. Pero tanto que cuando paso por mi patio, si hay muchos murciélagos me pongo algo en la cabeza. Mi marido y mi hijo dice que son necesarios, se comen los mosquitos, no sé qué, el ecosistema… ¡Pero a mí me dan pánico! Tengo dos amigas a las que se les pegaron en el pelo. ¡Mira! Yo pienso eso y… ¡Me da un pánico horroroso!

¿Es partidaria de que las parejas de homosexuales adopten niños?

Tienes mi sí contundente a no hacer esa diferenciación a la hora de la adopción. Unicef, igualmente, velará por los derechos del niño y se apoyará en los derechos humanos, y el primero de ellos dice textualmente que todos nacemos libres e iguales en dignidad y derechos; el segundo lo corrobora diciendo «sin distinción de sexo». En Unicef se busca siempre el bien superior del niño y, por lo tanto, de cara a una posible adopción ése es el bien primordial que se buscará.

¿Alguna anécdota en un viaje?

Íbamos a Canarias con nuestros perros. Habíamos quedado con mi hermano y mi cuñada, y como son prepuntuales, era la época en la que podías llegar con el coche hasta la puerta del aeropuerto… Bajamos las cosas, llegó mi hermano, nos pusimos hablar, entramos y dejamos el coche, con las llaves puestas, en la puerta del aeropuerto. Cuando ya estábamos subidos en el avión mi marido se dio cuenta, pero aunque en principio no le dejaban bajar, al final pudo hacerlo, cogió el coche, lo aparcó bien y llegó a tiempo para subirse al avión… Ja, ja, ja…

La que pudieron liar…

Otra anécdota curiosa fue en el desierto de Arizona, cuando vimos a lo lejos una tienducha, como las de los melones de aquí, y un indio sentado con un cartel en inglés que ponía: «Se acepta VISA». ¡En medio de la nada el indio de 80 años! ¡Y hablaba español! Nos dijo que muchos de los indios navajos ya mayores hablaban español por los jesuitas. Vendía plata, artesanía…

¿Algo desconocido de Asunción Díaz que nos sorprendería? (Esta pregunta fue respondida por la entrevistada después de enviar un guasap a sus amistades preguntándoles qué podría sorprenderles de ella. En su respuesta están algunas de las cosas que le dijeron…).

¡Lo más sorprendente es ver cómo me quieren las personas a las que quiero! Mis amigos me han dicho que me crezco en la adversidad, que si me parece poco sorprendente irme hasta el Congo para vender, que tengo una energía descomunal, que siempre estoy dispuesta a compartir una sonrisa, que he sabido mantener mi bondad interior después de librar batallas de gran magnitud, que soy una persona que envuelvo con mi presencia… Y me dicen que no cambie nunca.

Sea sincera, ¿qué piensa de los periodistas?

Uno de mis grandes amigos, el mayor de mis amigos masculinos, es periodista. Es una carrera que, entre otras, me planteé estudiar. No tengo más que admiración hacia la carrera. Y luego, hacia las personas… Creo que en Unicef sóis una llave importantísima para llevar a todo el mundo la información de lo que se puede hacer, de dónde estamos y hacia dónde deberíamos caminar. Y luego, lo que echo en falta en el mundo del periodismo… Creo que estáis perdiendo credibilidad de cara a los consumidores, de cara a la gente que leemos las noticias, creo que los periodistas se posicionan demasiado en un lado o en otro, política, social y económicamente, y precisamente deberíais ser los salvaguardas del tesoro de la verdad.

¿Cuál fue su primer sueldo?

80.000 pesetas, en Navidul, como auditora de mataderos y salas de despiece.

¿Alguna vez ha cobrado en B?

Nunca.

¿Tiene algún tatuaje o piercing?

No. Me planteé un tatu hace 30 años y las voces de mi entorno… Hoy, probablemente, hubieran gritado y me lo hubiera hecho, pero entonces los gritos fueron tan alarmantes que decidí que no me lo iba a hacer. Quería volverme de Londres con mi tatuaje y no hubo manera de hacérmelo. Hoy ya no me apetece hacérmelo.

¿De quiénes fueron los gritos?

¡De todo mi entorno! Sí, sí, sí… Hasta mis amigos cercanos. Es que los tatuajes en esa época…

¿Qué se quería tatuar y dónde?

Una rosa chiquitita en el tobillo. Ni me dejaron ni yo tuve fuerza suficiente para decir que me lo hacía por encima de quien fuera. Por lo que no sería un deseo tan grande. Ja, ja, ja…

En caso de necesidad, ¿qué estaría dispuesta a hacer? Uno, robar para comer; dos, prostituirse para comer; o tres, engañar a Hacienda.

Tendría que verme en esa situación, ojalá que no, pero si alguna vez sucede espero que el Estado, con los impuestos que pagamos todos los españoles, pueda sustentarme mientras consigo levantarme de nuevo y, si no lo hace, estoy segura de que alguna buena persona de alrededor compartirá su plato conmigo.

¿Le gusta bailar?

¡Me encanta!

¿Con quién le gustaría echarse un bailecito?

Con mi marido, con mis amigos, con la gente a la que quiero… Aunque bailemos peor, lo pasamos pipa y eso es lo que me gusta de bailar: divertirme. Con Joaquín Cortés o, trayéndolo del pasado, con El Cachafaz (un tanguero mítico), lo que querría es recibir unas cuantas clases, pero bailar… ¡Mucho arroz pa tan poco pollo!; en un solo baile estaría tan cohibida que no lo disfrutaría.

¿Pena de muerte sí o no?

Tienes mi no contundente. Unicef se apoya en la Convención de los Derechos del Niño y éstos a su vez contemplan la Declaración de Derechos Humanos, y entre ellos está el derecho a la vida.

¿Ha robado alguna vez?

No, nunca.

Y a usted, ¿le han robado?

Me pilló una vez… Estaba pagando en el banco la matrícula del Instituto Británico, entraron cuatro personas armadas hasta los…, nos tumbaron en el suelo y robaron a los alumnos que íbamos con nuestro dinero a pagar. Nos dijeron que no se moviera nadie y a los 10 minutos de haberse ido ¡allí no se movía nadie! Ja, ja, ja… Salió el director y nos dijo que nos podíamos levantar, yo tenía 18 años. Yo llevaba un cheque y a mí no me lo quitaron porque no tenía dinero. No fui consciente de la situación hasta después, cuando piensas la que se podía haber organizado.

¿El famoso que más le atrae físicamente?

A cada uno en su sitio… Robert Redford en «Memorias de África», Brad Pitt en «Aquiles», Rusell Crowe en «Gladiator», Ben Affleck en «Argo», Paul Newman en… Como son hombres idealizados, pues los idealizo en su contexto. Fuera de esos, el que más me gusta es mi marido, lo tengo… Ja, ja, ja…

¿Qué nos puede contar de la primera vez que hizo el amor?

¡Mejor recordar lo de la última, que aún me eriza la piel!

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