Julián Martín, presidente del Club de Atletismo Toledo, es un hombre bueno y tranquilo. Con cierta sorpresa uno descubre que su deporte favorito fue el ciclismo (llegó a ser ciclista aficionado del mítico KAS), le cuesta mojarse entre Messi y Ronaldo, es muy crítico con la campaña a favor de los Juegos Olímpicos de Madrid, es cauto con el dopping y un tal Pistorius…
Sabe que no son momentos ni para la lírica ni para el deporte, confiesa que el cargo de su hijo (Alfonso Martín, concejal de Deportes en el Ayuntamiento de Toledo) solo le ha traído más de un sinsabor, revela que tiene unos sobrinos en paro a los que no puede ayudar y solo tiene palabras de agradecimiento a las instituciones que han ayudado a su club.
Y es machacón en una cosa: en los valores formativos del deporte, mimados por el CAT, en contraste con lo que se lleva ahora. Y sobre la moda del «running», comenta con sorna que «hay que llevar la cabeza para algo más que llevar la gorra».
Hombre de su época, pareja de su chica de toda la vida, se emociona cuando tiene presente la tragedia de la crisis, que echa a la calle de una patada a tantos inocentes por no tener para pagar la hipoteca.
Veteranísimo al frente del CAT desde sus inicios, allá por 1967, confiesa que quiere un relevo que no surge, que no hay manera, oiga. Pero ahí continúa, al frente de una nave cuya pequeñísima oficina sigue en uno de los pabellones de la Escuela de Gimnasia, atestada de fotos y trofeos, reflejos dorados y añorados de un pasado de amor por el deporte que se resiste a morir.
Y, hombre de su dura época, no duda en revelar que el lugar más raro donde ha practicado sexo es…
Eso mañana, tras la lectura de la entrevista irreverente completa, de la que hoy solo hemos extractado un adelanto.