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Entrevista Irreverente a Ignacio Morión, el mendigo que leía libros porque si no se moría de pena 20/05/2016agosto 13th, 2017 - Toledo

Ha sido el mendigo, ya no lo es, más conocido de Toledo porque se ponía, día sí día también, en un escalón de la calle Hombre de Palo, en el casco histórico de la capital regional, y siempre estaba leyendo un libro mientras mendigaba. Y lo hacía porque si no, se moría de pena, tal y como contó a encastillalamancha.es. (En abril de 2017 regresó a Hombre de Palo y allí le pueden ver, leyendo, a diario).

Ya no le verán porque ahora está trabajando, gracias al Plan de Empleo del Ayuntamiento de Toledo, como ordenanza en Urbanismo (se lo contó este periódico hace unas semanas), y no quiere volver al escalón en octubre, cuando finalice su contrato…


Es Ignacio Morión Cala, tiene 54 años, es de Jerez de la Frontera (Cádiz) pero se crió en Madrid desde los siete años, y lo que leen es la Entrevista Irreverente.

Entre sus aficiones, «la lectura, caminar, una conversación agradable y bonita y una persona sincera a mi lado». Trabajó en Rumasa durante nueve años, en el Banco Bilbao 14 meses como cajero, en hoteles, restaurantes, fue vendimiador en Suiza y en Francia, ha hecho botones de trajes de novia, ha repartido trajes de novia, ha sido frutero, vigilante de seguridad en el Pirulí (Torrespaña), mozo de carga, jardinero…

«Mi vida es como todas, un cúmulo de mis circunstancias, de buena y de mala suerte, pero no hay que quejarse, hay que vivir y capear el temporal, hay que sobrevivir, quejarse no sirve de nada».

Por cierto, ¿volverá algún día al escalón?

«Ya no quiero, pero el 10 de octubre termina mi contrato. No quiero volver ni a ese escalón ni a ningún otro, pero claro… Si no tengo para pagar alquiler, pues… ¡No sé, me lo plantearía! Mi mentalidad… Sería más duro que cuando me puse la primera vez».

Sigan subiendo escalones y lean…

¿Un libro?

«El Quijote». Me lo he leído cinco veces y voy por la sexta. Considero que es un libro misterioso, profundo y único.

¿Ha vuelto a «su» escalón?

No. No he vuelto desde el domingo 10 de abril, que me puse por última vez, porque el lunes 11 empecé a trabajar en el Ayuntamiento de Toledo. He decidido no ir por un tiempo porque quiero despegarme de eso. ¡Aunque no me dejan!

Ese escalón que le ha hecho, entre comillas, «famoso»…

Ese escalón, más que famoso, me ha dado de vivir. Porque la fama yo la entiendo de otra manera y creo que nunca es buena. Famoso entre comillas a mí no me gusta, porque genera una serie de consecuencias que no van con mi personalidad, pero sí me ha dado para vivir. Me ha dado habitación, agua para asearme, una lavadora, comida, el cariño de mucha gente, libros, ropa, calzado…

¿A cuánta gente ha conocido en el escalón?

Tratando con ellas, de hablar con ellas, varios cientos de personas. Intimando, digamos personas con las que hay una relación agradable y podemos charlar o tomar un café, cuatro o cinco. Y verme, miles de personas. Solo con el turismo…

¿Por qué decidió ponerse en ese escalón, en ese sitio concreto?

Porque me dieron tres días en el albergue de transeúntes en Toledo, no me salía nada, pedí más días, me dijeron que no porque era de transeúntes, pasé por ahí y como llevaba varias noches durmiendo en un saco me dije: ponte y pide ayuda porque si no aquí caes. Hacía un frío tremendo, era noviembre de 2013, el invierno más duro, vi ese sitio, me senté, coloqué el cacito con una vergüenza tremenda porque yo nunca había hecho eso, siempre había trabajado… Estaba con una tensión tremenda y vi que había gente que se acercaba, una monedita, otra monedita… Al cabo del día podía reunir el dinero para pagar una habitación, busqué una pensión y le dije que no podía pagarle lo que pedían por un día, pero les aseguré que les iba a dar tanto si me admitían. Me dijeron que sí y ahí estuve durante 67 días.

Luego…

Alquilé un piso compartido, pude tener lavadora, frigorífico, dejé de ir a comer al albergue y mi vida fue un poco cambiando. No a mejor, sino diferente.

¿Cómo llegó a esa situación?

Había trabajado en un hotel en Roncesvalles, en el Pirineo navarro, por las mañanas en mantenimiento y luego dando el servicio de comidas en el restaurante, porque soy camarero. Pero cerró durante cuatro meses porque había quedado bloqueado por la nieve y la empresaria me dijo que estaban muy contentos conmigo y querían que volviera para los ocho meses restantes del año, pero le dije que no, que con la liquidación que me dio, nada, ciento y pico euros, no podía vivir cuatro meses. Me fui a Bilbao, luego a Guadalajara y llegué a Toledo. Pensé que como había mucho turismo y había terrazas seguro que encontraría trabajo.

Pero no lo encontró.

No lo encontré. He presentado unos 300 curriculum, correos electrónicos, he hecho entrevistas personales… ¡En el INEM no me han llamado ni para un cursillo siquiera y he estado dos años inscritos! He hecho todo lo posible. Nunca me llamó nadie. Durante ocho meses y medio escribí en el cartoncito con el que pedía: ¿Puedes ofrecerme trabajo? Gracias. Nadie se acercó… Bueno, sí, alguno que me prometía que me iba a llamar pero nada…

Hasta que le sale un trabajo en el Ayuntamiento de Toledo como ordenanza…

Me presenté a tres planes de empleo y me llamaron por teléfono. Estaba una tarde pidiendo, lo cogí y me dijeron que me llamaban del ayuntamiento para que fuera a firmar un contrato. Me presenté al día siguiente a las seis de la tarde, firmé el contrato y me citaron para empezar el lunes. Me asignaron la gerencia de Urbanismo, en Caracena, y allí estoy trabajando desde el 11 de abril.

Cuando le dijeron que iba a tener un trabajo, ¿que sintió?

Aunque no lo creas, tenía el presentimiendo de que me iban a llamar. No sé por qué, pero tenía una especie de certeza en el pecho de que esta vez me llamarían, pero también el resquemor ese que te queda porque sabes que es un contrato de seis meses y que luego vas otra vez a la calle y que te vas a ver en la misma situación… ¡Bueno, en la misma no se sabe! Pero que te vas a ver parado sí. Pensé mucho y perdí el sueño dos o tres noches pensando si lo iba a coger o no ante esa situación…

¡Seis meses son mejor que nada!

Claro. Seis meses son mejor que nada, aunque el sueldo es bajo, es el sueldo mínimo interprofesional, para pagar las facturas y el alquiler, pero vivo el día a día, con mis libros en casa, hago deporte, mato el tiempo como sea…

Como camarero, ¿dónde ha trabajado?

En el Old Fashion en Madrid, un piano bar de lujo; en un hotel de cuatro estrellas en Tenerife, en Mallorca, en Marbella, Málaga, Granada… Restaurantes, bares de copa, cafeterías…

¿Y no ha conseguido trabajo de camarero en ningún sitio?

No, no… Nunca me han llamado.

¿Alguien le ha recriminado que «viviera» en el escalón?

Sí, mucha gente. Me han llamado ladrón, sirvergüenza, caradura, vago…

¿Sin conocerle?

¡Sin conocerme de nada! Y yo mirar y pensar que tenía dos opciones: o me levantaba y les daba dos mamporrazos o… Pero no, porque me jugaba mi puesto, no merece la pena, los miraba, los sonreía, seguía mirando al libro y seguía leyendo. Alguna vez me he tenido que levantar del escalón y ponerme serio, ¿eh?

¿Cómo?

Porque ha habido borrachuzos y transeúntes que se han metido conmigo, maleantes que llegan y te echan la peste de vino, que eso no lo soporto, y me tengo que levantar y defenderme porque me estás avasallando, me estás humillando y no lo voy a permitir. Pero cuando me levantaba y me ponía serio se iban.

¡Los acojonaba!

¡Se acojonaban rápidamente! Perdona la expresión…

¿Usted lo ha pasado mal?

Sí, lo he pasado bastante mal, bastante mal…

¿Hasta qué hora estaba en el escalón?

He llegado a estar hasta 14 horas, hasta las diez y media o las once de la noche. Todos los días a las ocho de la mañana ya estaba sentado allí. Es curioso, porque ahora estoy entrando a trabajar a las ocho en el ayuntamiento… Una vez, una muchacha del ayuntamiento al pasar por allí me dijo que tenía horario de funcionario. Y yo le dije que era verdad, pero nunca pensé que me llamarían para trabajar allí.

Hay quienes incluso le han dado por muerto al no verle más por su escalón…

Hubo un compañero en el ayuntamiento que me dijo: Ignacio, mira lo que me ha pasado hace un momento en Hombre de Palo, he pasado por allí y había dos chicos que se han preguntado que dónde estaría ese señor que se ponía siempre en el escalón a leer… Y una señora que pasaba les dijo que al parecer había fallecido.

Sus actuales compañeros en el ayuntamiento le conocían de verle en el escalón…

Sí, todos… ¡Es que han sido 41 meses viéndome todos los días de lunes a viernes!

¿Algún famoso se acercó a usted cuando estaba en el escalón?

Un actor japonés muy famoso… No recuerdo el nombre porque yo voy muy poco al cine… Un actor japonés muy conocido de artes marciales… Iba con tres mujeres japonesas, pasó por delante, los japoneses no suelen ayudar, me miran, se ríen y me han hecho miles de fotos, pero este hombre se paró, me sonrió, muy bien plantado… Sacó la billetera y me dio una buena limosna.

¿Cuánto le dio?

20 euros.

Y la limosna más pequeña que le han dado, ¿cuál es?

Un céntimo. Pero lo valoro. Era un hombre y me dejaba un día un céntimo, otro día dos, otro cinco… Lo más que me dejaba eran 20 céntimos. Un hombre mayor y muy conocido en Toledo. Me dejaba su centimito y siempre me decía: ¡Menos da una piedra! Ja, ja, ja… Y yo se lo repetía, nos reíamos los dos y se marchaba.

¿Alguna vez le quisieron echar de allí?

Sí. Muchas veces, incluso otros mendigos. Me he tenido que levantar y enfrentarme, he tenido amenazas, pero como a mí las amenazas me dan igual porque soy una persona que le planto cara a la vida en cualquier circunstancia y contra cualquiera, no me atemoriza nadie…

¿Por qué leía?

Porque me gusta mucho leer desde siempre, me sacaba del aburrimiento y de la tristeza sobre todo por ver que no podía trabajar siendo joven y fuerte después de haber trabajado toda la vida, porque metía la cabeza en el libro y me tragaba un poquito la vergüenza… Como si me hubiera puesto una máscara.

¿De dónde sacaba los libros?

Me hice socio de la Biblioteca del Alcázar y luego me los prestaban. A los que me prestaban los daba preferencia y los devolvía al día siguiente o dos días después. Y algunos me los han regalado porque sabían el amor que tengo a los libros.

¿Es un romántico?

Sí.

¿Cuál fue el primer libro que leyó en ese escalón?

Uno sobre el Camino de Santiago que era muy malo, escrito por una peregrina alemana. El típico libro para vender pero que decía un montón de tonterías. Yo he hecho el Camino varias veces y no lo identificaba.

¿Y el último?

No lo terminé, lo devolví y dije que no me gustaba… Uno sobre una mujer española de familia alemana que vivió la Segunda Guerra Mundial con parte de su familia en el bando nazi. Lo devolví cuando llevaba 25 ó 30 páginas.

¿Ha pensado escribir su libro?

Me lo han dicho muchas veces, pero siempre he respondido que para escribir un libro hay que tener un talento innato. No es fácil escribir, incluso un artículo, no es fácil plasmar lo más interesante de una conversación para que llegue a la gente, eso me gusta mucho del periodismo… Leer es fácil, pero hay que tener talento para escribir.

Su vida tiene un libro…

No creo, hay muchas vidas más bonitas y hermosas en la calle que la mía.

¿Se arrepiente de haber estado tantos años en ese escalón?

No. Hay cosas en la vida de las que me arrepiento, pero de estar ahí no porque me dio la oportunidad de seguir vivo. Eso es inolvidable.

¿Ha sido un mendigo?

Sí, de hecho fui yo el que dijo lo del mendigo de Hombre de Palo.

¿Quién fue su primer amor y a qué edad?

Con 13 años, en el colegio en Moratalaz (Madrid).

¿Le han dado calabazas amorosas?

No. También ha habido pocas relaciones, tampoco han sido demasiadas.

¿Usted hubiera dado la orden de matar a Bin Laden?

No. No valgo para dar la orden de matar a nadie ni para matar a nadie.

¿Alguna fobia confesable?

No tengo fobias, ninguna.

¿Es partidario de que las parejas de homosexuales adopten niños?

Sí.

¿Alguna anécdota en un viaje?

Un viaje en tren, en Francia, llegando a Toulouse, no llevaba billete y se lo contaba a la revisora. Me pidió los papeles, yo los tenía pero, no sé por qué, la mujer me desagradaba y no se los di porque vino con muy malos modales. Llamó a la Policía y vinieron tres gendarmes que a punto estuvieron de esposarme, pero les dije que por favor, que yo era un «vagamundo», que iba con la mochila y dijo que no me esposaran y que me dejaran en paz. Sí, yo era un «vagamundo», pero no un transeúnte. Así estuve siete u ocho años y así viajé por media Europa.

¿Algo desconocido de Ignacio que nos sorprendería?

Lo que me sorprendería a mí que me falta por descubrir. Ja, ja, ja…

Sea sincero, ¿qué piensa de los periodistas?

Que hay periodistas buenos, periodistas mediocres y periodistas malos. Como en todo. He conocido pocos periodistas, pero son gente que me agrada.

¿Cuál fue su primer sueldo?

117 pesetas en Rumasa, en 1976, tenía yo 15 años. Fue mi primera nómina, pero porque era un mes incompleto. La nómina completa fue de 400 pesetas creo.

¿Ha trabajado en Rumasa?

Nueve años. Era botones, luego fui ordenanza y llegué a jefe segundo de departamento. En diferentes oficinas pero como luego lo expropiaron Miguel Boyer y Felipe González… Salimos 60.000 trabajadores y yo era uno de ellos.

¿Conoció a José María Ruiz-Mateos?

Sí, lo conocí personalmente. A veces estaba en su planta, en el ático, donde él tenía el despacho. Cuando el botones de allí no iba, como yo estaba en la planta de la Dirección General, que era la séptima, pues me decían que fuera a Presidencia… Nos hemos cruzado en el ascensor, nos hemos saludado… Era un hombre de pocas palabras, era de Rota, como mi familia, yo soy jerezano… Precisamente mi padre entró a trabajar en Rumasa porque tenían la empresa en Jerez.

O sea, que ha sido botones de Ruiz-Mateos…

Pero solo circunstancialmente, sustituyendo al botones en los días que no podía ir. Llevaba sus sobres personales.

¿Alguna vez ha cobrado en B?

No, nunca.

¿Tiene algún tatuaje o piercing?

Un tatuaje en el brazo izquierdo, una hoja, desde los 18 años. A pesar de que a los 18 años tenía un buen trabajo y la vida más o menos encauzada, siempre me sentí como una hoja que cae, no sé exactamente por qué. Un conocido me lo hizo, pero no como ahora, sino con dos agujas, un palillo, con un hilo… De mala manera y me lo hizo mal, por lo que siempre he querido borrármelo y que desaparezca de mi brazo. Hay un láser que te lo pasan y se te queda blanca la piel, entonces se te queda el tatuaje blanco, por lo que no merece la pena…

En caso de necesidad, ¿qué estaría dispuesto a hacer? Uno, robar para comer; dos, prostituirse para comer; o tres, engañar a Hacienda.

Robaría para comer, porque engañar a Hacienda sería imposible y prostituirme… ¡Jamás! Antes prefiero morirme de hambre. Y sí, he robado para comer, una cesta de comida y salí corriendo porque no tenía nada que llevarme a la boca. No fue en Toledo, sino en el norte. Era desesperante porque no tenía nada, nada, nada… Ha sido la única vez que he robado.

¿Le gusta bailar?

No.

¿Pena de muerte sí o no?

No.

¿Le han robado alguna vez?

Sí. A punta de machete me han robado varias veces en Madrid. Una vez, trabajando en Rumasa, me tiraron todos los sobres, me quitaron el dinero, una esclava que llevaba, una medalla de oro que me regaló mi padre…

¿La famosa que más le atrae físicamente?

No sé, porque llevo mucho tiempo sin ver televisión, sin ir al cine ni… ¡Es que no sé! Ahora mismo no conozco nada de la actualidad, ni de política ni nada.

¿Qué nos puede contar de la primera vez que hizo el amor?

¡Pues que fue un chasco! Ja, ja, ja… Fue todo muy rápido, acelerado y no era como yo quería que hubiera sido.

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