El 7 de noviembre de 1970 varias decenas de litros de un líquido altamente radiactivo se colaron por las alcantarillas de Ciudad Universitaria en Madrid y llegaron al Manzanares, de donde pasaron al Jarama, a la real acequia de ese río y al Tajo. De esta fuga -procedente del procesamiento de combustible nuclear gastado de un reactor experimental- quedaron restos en los márgenes del Jarama, en el cruce de carreteras entre Madrid y Toledo que conduce a Borox, unas revelaciones de las que se hace eco hoy el diario El País, que cuenta que estos residuos están en una zanja de más de 200 metros cuadrados cubierta de hierbajos, a 30 centímetros de profundidad y sin ningún tipo de advertencia.
El diario explica en su información que este es uno de los ochos enterramientos de lodos contaminados que realizó la dictadura franquista a lo largo del canal del Jarama, sin llevar a cabo un plan de contención y ocultando lo sucedido. Es lo que llamaron en aquella época «operación Tajo» de limpieza.
Si bien los responsables del Ciemat (Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas) y el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) hablan de que no existe riesgo para la población, informes internos del segundo de 2012 señalan la necesidad de realizar una «caracterización más completa del alcance de la contaminación» en las zanjas, unas recomendaciones que no se han llevado a cabo.