La incertidumbre es total. Por primera vez desde la llegada de la democracia, los sociólogos no se atreven a vaticinar qué va a ocurrir el próximo 20 de diciembre y, sobre todo, qué ocurrirá a partir del día siguiente, por los posibles pactos entre partidos para gobernar. El bipartidismo no ha muerto, pero algunos partidos políticos nuevos han llegado con tanta fuerza que lo han dejado malherido. Los electores dirán si lo resucitan dentro de dos semanas o le dan la puntilla.
Las encuestas de los últimos meses han sido muy variadas, pero se pueden resumir así: todas dan al PP como el partido ganador, aunque puede perder unos 70 diputados y no tiene garantías de seguir gobernando; el PSOE se sitúa en segundo lugar, en algunos sondeos empata con los populares y en otros es superado por Ciudadanos; este partido es la tercera fuerza política, o la segunda en algunas encuestas; Podemos ha ido perdiendo fuelle y aparece en la cuarta posición; Izquierda Unida seguirá con presencia en el Congreso de los Diputados, y Unión, Progreso y Democracia (UPyD) prácticamente desaparece porque todos los sondeos le auguran un porcentaje insignificante de votos y ningún escaño.
Con este panorama, la campaña electoral que comienza el jueves 4 de diciembre se presenta como una de las que más interés van a despertar, a pesar del desapego de muchos ciudadanos hacia los políticos. Por eso, los líderes de las formaciones políticas y sus dirigentes se van a volcar en intentar convencer a la ciudadanía de que cada uno de ellos y su partido son los mejores para gobernar una España que todavía sigue en crisis económica, en la que el paro es mucho más elevado que en Europa y donde se han perdido prestaciones del estado del bienestar que había costado muchos años y mucho trabajo conseguir.
DE LAS PROPUESTAS SERIAS A LAS IMPOSIBLES
Lo importante es saber lo que proponen los partidos políticos. Algunos prometen lo que no han cumplido mientras gobernaban, pese a que lo reclamó toda la oposición; los hay que traen planteamientos imposibles o muy difíciles de llevar a la práctica; otros, por lo que se ha escuchado hasta ahora, parece que solo ofrecen humo; y están los que presentan propuestas serias, razonadas y con cálculos económicos de lo que costaría ponerlas en marcha.
La gran mayoría de los votantes no va a leer los programas electorales de los partidos. Se informarán por medio de la televisión, la radio, los periódicos en papel y los diarios en internet. A través de esos medios, los ciudadanos van a escuchar -ya llevan varias semanas haciéndolo- promesas y más promesas de unos y otros.
Mariano Rajoy ofrece como garantía su experiencia de cuatro años en el Gobierno, dice que va a rebajar los impuestos y promete otras cosas que no ha hecho mientras ha sido presidente. Él explica que hasta ahora no era posible aprobar determinadas medidas debido a la crisis económica, pero ese argumento no sirve para justificar el recorte de derechos de la ciudadanía y de los trabajadores, la aprobación de leyes muy importantes solo con los votos del PP o el escandaloso abuso de la fórmula del decreto para aprobar muchas normas también importantes sin un debate parlamentario a fondo, como corresponde en democracia.
El socialista Pedro Sánchez recuerda que el PSOE es el partido que más años ha gobernado en España y el que ha puesto en marcha los avances más importanteds en políticas sociales a favor de la ciudadanía.
LOS EMERGENTES E IZQUIERDA UNIDA
Frente a PP y PSOE, los llamados partidos emergentes se presentan como la solución a todos los males: Albert Rivera (Ciudadanos), con un discurso que convence a muchos votantes del PP y se supone que también a los de otros partidos, a juzgar por lo que vaticinan las encuestas; Pablo Iglesias (Podemos), con su habitual falta de humildad y con una indefinición ideológica al menos aparente, porque con tal de ganar votos no le ha importado ir modificando lo que defendía su partido cuando nació según iban cambiado sus expectativas electorales en los sondeos; él dice que eso no es moderar sus planteamientos, sino acomodarse a la realidad y presentar un programa realizable, lo que supone reconocer que algunas cosas que antes proponía su partido eran imposible de aplicar.
Alberto Garzón, el candidato de Izquierda Unida-Unidad Popular, lleva meses recorriendo España en busca de la unidad de gentes y colectivos progresistas -también lo ha intentado con Podemos para presentar una candidatura de unidad popular a las elecciones, pero Iglesias decidió romper las negociaciones-, explicando sus propuestas claramente de izquierdas y sin renunciar a los principios que siempre ha defendido IU.
Andrés Herzog, candidato de UPyD, bastante tiene con intentar que le vaya conociendo un electorado que, según las encuestas, propinará un sonoro bofetón al partido que fundó Rosa Díez.
Lo dicho: la incertidumbre es total. Es deseable que, en las dos semanas que quedan hasta el 20 de diciembre, los electores sepan separar el polvo de la paja, no se dejen llevar por cantos de sirena, distingan entre las promesas serias y el humo y, además, piensen si cada partido ha sido coherente con sus compromisos y ha cumplido sus promesas cuando ha gobernado en España, en comunidades o en ayuntamientos, o si son realistas las promesas de los que nunca han gobernado.