Un año para olvidar, titulamos el Anuario de 2012. Y éste tendríamos que repetir. Otro año para olvidar, porque la luz que se atisba está aún muy lejos para la mayoría y sus reflejos han llegado a muy pocos.
Un año pésimo en lo económico y de transición en lo político, titulé mi artículo en el anuario que realizamos 12 meses atrás. Y bien, un año después, la economía ha mejorado en algunas de sus caras. Acabamos el año con menos parados que lo empezamos y eso es un dato, claramente insuficiente para resignarnos, pero una cifra mejor. Sin embargo, el año de transición en lo político se ha saldado con un balance peor. Los ciudadanos lo cuentan cada vez que les preguntan: los políticos son uno de los principales problemas del país y la corrupción ha entrado entre las grandes preocupaciones. Visto en una encuesta resulta preocupante, pero oído directamente de la boca de la gente en un bar, una consulta o el autobús, la cosa adquiere proporciones de alarma.
Con el PP azotado por el caso Bárcenas y el PSOE aletargado por la falta de liderazgo nacional, que todo lo atasca, los pequeños empiezan a hacer su agosto. Aunque quizás no le sirva a nadie, ni grande ni pequeño, porque parece que nos aproximamos a un Congreso fragmentado de combinaciones imposibles para formar gobierno, salvo acuerdo PP-PSOE, el escenario que hoy parece más imposible de todos los posibles.
Los datos de la macroeconomía dicen que en 2013 las cosas fueron mejor para España. Pero en las regiones como Castilla-La Mancha, donde todo es pequeño menos la extensión geográfica y la deuda de la Junta, no lo notamos. Aquí son más pequeñas las empresas, las pensiones, las inversiones, las contrataciones, el sueldo, la renta per cápita, los índices de lectura de prensa… Total, que hasta que la lluvia fina de las grandes magnitudes cale y nos empape, pues todavía quedan unas cuantas empresas por caer y mucho que sufrir.
Dicho de otra manera, saber que mañana llueve puede alegrarnos, pero hasta que no cae la lluvia la tierra no se moja. Y hará falta que caiga durante mucho tiempo para que nos empape, porque la tierra está seca.
El Gobierno y el PP se agarran, es normal, a la esperanza. Pregonan que se acerca lo bueno y que el camino emprendido es el correcto, tratando de adelantar los efectos del fin de la recesión para que arraiguen en la moral de las filas.
Si el PP se apoya en la esperanza, el PSOE se ciñe a la cruda realidad, en la que, por cierto, algo tuvieron que ver, al menos sus últimos representantes, aquellos a los que en solo un año se les fue la mano en 3.000 millones de euros más de gasto del debido.
Pero el pueblo está cansado de promesas que luego no se cumplen y la experiencia vence a la esperanza en la moral y el pensamiento de los ciudadanos. Hoy PP y PSOE están igual de mal vistos, no se engañen.
La sociedad tirita de frío, toma nota, se enfada y empieza a echar cuentas. Con el cabreo que hay ninguna victoria está segura ni ninguna derrota es inevitable. Ya calientan motores los grandes para encarar 2014, el año en el que cada error u omisión costará caro.