Movidito nos salió 2016, muy en la línea de sus compañeros de década. Imprevisible, delirante, cargado de cambios rápidos y digestiones difíciles, algo más llevadero en lo económico, pero lejos de los mejores años de nuestra vida como país y como región.
El año en el que la desigualdad se hizo patente en cada estudio. La brecha sigue y crece, los sueldos más altos han crecido, los medios y más bajos han menguado, la riqueza se reparte entre menos, la gran franja de clase media sufre y se estrecha. Se debilita el músculo mayor para la democracia y el Estado del Bienestar.
Políticamente tormentoso, económicamente seco, socialmente inestable y ventoso, 2016 nos deja con más pena que gloria aunque todas las cifras insisten en que lo peor ya ha pasado. Lo dicen la economía y las matemáticas, pero la psicología anda escamada y la sociología lo ve aún muy negro, porque la confianza de los ciudadanos en las instituciones de todo tipo y en quienes las dirigen ha estallado a base de engaños que hoy se dirimen en los juzgados con casos de estafa, corrupción, tarjetas black y sobrecostes. La desigualdad impide que regrese la esperanza.
En Castilla-La Mancha han desaparecido la bronca y los recortes como pan nuestro de cada día, pero seguimos viviendo en una región con muchos problemas y pocos recursos.
Los socialistas vivieron un año de pasión en toda España, que tuvo en Castilla-La Mancha una de las estaciones del Vía Crucis. Emiliano García-Page, una de las principales puntas de lanza del PSOE para frenar a un Pedro Sánchez dispuesto a todas las quimeras para convertirse en presidente, ha vivido en un escenario de tensión permanente cada vez que cruza el Tajo.
En Castilla-La Mancha, sin embargo, hace de la necesidad virtud y, forzado por su carácter, sus convicciones políticas y sus circunstancias se trabaja su propia marca, con la que afrontar 2019 con ciertas garantías. Su figura de presidente se ha consolidado en la sociedad castellano-manchega y su nivel de conocimiento se ha multiplicado, producto del cargo, de los kilómetros, del trato uno a uno y de las cámaras de televisión que a menudo convirtieron su rostro y sus palabras en noticia nacional.
El PP cierra el año como el partido más votado en la región y mantiene su hegemonía en las urnas, aunque va acusando llevar año y medio en la oposición. María Dolores de Cospedal, convertida en ministra de Defensa, disfruta de su nueva etapa en primera línea y pelea por mantener su cuartel general en Génova. Pese a su agenda nacional, conserva a los “populares” castellano-manchegos en perfecto estado de revista, pero buena parte de sus liderazgos locales están agotados. Y va calando la idea de que no va a volver a ser candidata en Castilla-La Mancha, aunque ella pregona que sí en cada acto interno y trata de convencer a los suyos en las reuniones de trabajo de que en 2019 recuperarán Castilla-La Mancha.
Podemos rompió el pacto con el PSOE. Fue una ruptura rara e imprevista que la mayoría sitúa más en las necesidades y la voluntad de Pablo Iglesias que en las de su partido en Castilla-La Mancha. A José García Molina, uno de los colaboradores más cercanos a Iglesias, la esperan días tensos a la vuelta de Vistalegre.
El peor año fue el de Ciudadanos, camino de la irrelevancia o la desaparición si no gira 180 grados pronto. Fue un año para olvidar en el partido naranja en CLM.
Para 2017, por favor, manténganse informados y no pierdan la esperanza.