El año 2016 ha sido, para la inmensa mayoría de los ciudadanos, un año casi perdido. La falta de acuerdo entre los principales partidos políticos obligó a repetir las elecciones y, entre precampañas electorales, campañas y bloqueos posteriores a las votaciones, el nuevo Gobierno de Mariano Rajoy no quedó constituido hasta el 4 de noviembre últmo, casi 11 meses después de que la ciudadanía acudiera a las urnas en diciembre de 2015.
El Gobierno ha permanecido en funciones durante casi todo el año, lo que ha impedido que pudiera adoptar muchas decisiones que le corresponden: nada de inversiones en infraestructuras, nada de presentar nuevos proyectos de ley, nada de abordar asuntos de gran trascendencia porque lo ha impedido el bloqueo político tras las elecciones…
UN AÑO DE MERO TRÁMITE
Lo único que ha hecho el Gobierno durante casi un año, porque así lo establece la Constitución, ha sido gestionar los asuntos diarios de trámite para que la Administración pública no quedara paralizada. Eso implica que muchos temas que afectan directamente a la ciudadanía se han visto paralizados hasta que el nuevo Consejo de Ministros ha comenzado a funcionar, en noviembre.
La parálisis obligada del Gobierno no ha impedido que la vida pública continuara funcionando, porque los gobiernos autonómicos y el segundo nivel de la Administración del Estado (secretarios, directores generales y otros cargos) no quedan en funciones tras las elecciones generales sino que continúan en sus puestos con las mismas competencias que tenían. Pero la imposibilidad de que el Consejo de Ministros aprobara muchos asuntos de interés general ha hecho que 2016 haya sido un año prácticamente perdido.
Mariano Rajoy ha dicho a los dirigentes del grupo parlamentario del PP que, tras este año de trabajo a medio gas, la nueva legislatura se presenta como un futuro «esperanzador» pero también «complejo», debido a la composición del Congreso de los Diputados.
EL PP DICE QUE QUIERE ACUERDOS
Rafael Hernando, portavoz del PP en el Congreso, ha dicho que esta legislatura tiene que ser «colaborativa y constructiva». «El camino que se nos alumbra pasa por los acuerdos y el diálogo», ha añadido.
Hace mucha falta el diálogo de todos los partidos políticos, para que este país salga de la crisis y la mejora de la economía que empiezan a apuntar llegue a toda la ciudadanía y no solo a una parte, que no es precisamente la que más ha sufrido.
Pero, además de que el PP varíe su rumbo y cambie desde la imposición -que ha practicado durante sus cuatro años de mayoría absoluta- al diálogo, también hace falta que otros partidos políticos resuelvan sus problemas internos, algunos dirigentes dejen de mirarse el ombligo y trabajen para resolver los problemas de la ciudadanía, que es para lo que han sido votados.
El PSOE, principal grupo de la oposición, está obligado a resolver su crisis interna y a elegir al hombre o la mujer que sea capaz de liderarlo como corresponde. El partido Podemos debe acabar con su división interna y cumplir lo que ha prometido: hacer política de una manera distinta a los partidos tradicionales, para lo cual es necesario que Pablo Iglesias sea más humilde y acepte las discrepancias dentro de su formación. Izquierda Unida tiene que buscar su identidad, trabajando con los movimientos sociales y con otras formaciones políticas progresistas -como ha hecho siempre- pero sin disolverse en ellas como un azucarillo en el agua, que es lo que parece que le está ocurriendo.
Si este párrafo anterior hubiera sido escrito ayer, 28 de diciembre, podría ser tomado como una inocentada. Pero no lo es: hoy es día 29 y el deseo de que cada partido resuelva sus problemas es sincero. La duda es si, tal como se están comportando algunos líderes, serán capaces de hacerlo. Démosles un voto de confianza, que ya habrá tiempo para para lamentarnos y criticarlos si no lo hacen.