jueves, 21 de noviembre de 2024
23/01/2012junio 14th, 2017
César del Río César del Río

O se reduce la escandalosa cifra de parados y se empieza a recortar la terrible e inhumana cifra de facturas que les dejaron sus “amigos” o no hay consejero de Hacienda que aguante al frente del timón. O el Plan Económico y Financiero actúa como la panacea que los empresarios están esperando desde hace meses o da igual quién sea quien esté al frente de las consejerías más comprometidas desde que se conocieron unos números realmente sonrojantes para cualquiera, porque el agua les cubrirá hasta el cuello y solo les quedará el salvavidas para al menos llegar sanos y salvos a la orilla. Aunque ya siempre serán unos náufragos. Que colean, pero que resultan a todas luces inservibles.

Los números mandan. No hay más. Porque recortar también puedo hacerlo yo. Y usted. Nos cojemos el montante de las partidas presupuestarias de cada consejería, las sometemos a una dieta Dukan como la telerealidad manda (al fin y al cabo seguimos siendo, dependiendo del día, un país de charanga y pandereta, nos guste o nos enfurruñe), la pasamos por la turmix y allá que cada uno se apañe como buenamente pueda. Y eso…


Y eso para una comunidad-trampa, que es lo que ha sido Castilla-La Mancha durante los últimos años, no es demasiado halagüeño. Cortar sí, recortar también; pero no a cualquier precio. Porque no todas las cifras son iguales ni todos los colectivos igual de invulnerables. Se entienden los recortes, pero que no sean por igual.

Vale que aquí la táctica en los años pasados era hacer todo lo que se pudiera para decir que yo más y luego guardar las facturas en el primer cajón que tuvieran a mano. Sin pagarlas, claro. Así también gobierno yo. Y hasta?me compro percebes todos los días sabiendo que no los voy a pagar. Demasiado fácil para ser cierto. Hasta que se dieron de frente con la realidad. El problema es que según se iba llenando un cajón se abría otro. Así hasta… Cientos de cajones. ¡Gasta cajones!

Hasta que se cambia de gobierno y la gente explota. Tan incomprensible que casi nadie alzara la voz antes del 22 de mayo como comprensible que quienes estaban callados vean en el nuevo Gobierno la panacea de la salvación.

ENTRE UNA Y OTRA POSTURA ESTÁ LA ZONA GRIS

Quizás la que debía poner en marcha el consejero que moviera los dineros, el que se convirtiera en el salvador de la patria chica y quien se dejara de malabarismos financieros que no llevaban a ningún puerto y nos hiciera comernos una ración de realidad.

En estas que llegó Diego Valle. De política demostró que le faltaban unas cuantas vueltas por la pista olímpica para estar a la altura. Porque era precisamente eso, salto con pértiga, lo que tenía que hacer. Y la pértiga se le rompió a las primeras de cambio. Aunque el ciudadano no quería otro político, sino alguien que manejara los números, precisamente la Hacienda pública. Como si fuera su propia casa.

Y no. Por “h” o por “b” Valle, del que estoy seguro que cuenta con una cabeza privilegiada para sumar y restar, no supo encauzar su camino, que era el camino de todos. Le sustituye Romaní. Arturo. La que le espera es de órdago. Como a Carmen Casero, látigo feroz contra el PSOE cada vez que la arriman las siglas y cuyas algunas de sus comparecencias públicas todavía son recordadas por los periodistas. Lo que debería moderar.

Démosles el tiempo que se merecen. Tiempo habrá para juzgarles.

¿Y Leandro Esteban? Pues más feliz que una perdiz. En apariencia al menos. Consejero de Presidencia, consejero de Administraciones Públicas y consejero Portavoz. ¿Se puede ser algo más? Recuerdo que en la primera fotografía del primer Gobierno de Cospedal tras el 22-M aparecía como el último de la fila. Y además le tocó en suerte, mejor para su desgracia, la espina dorsal del “pescao”, Empleo, donde las cifras suben sin parar y nadie sabe cómo se ha de atajar una sangría laboral que ya no nos deja ni soñar.

Meses después es el número dos. O, lo que es lo mismo, Cospedal en Castilla-La Mancha.

 

PD. Cae una lágrima sobre la letra “D”. De Damián. Y no quiero que sea la última. Suerte allí donde estés, papá.

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