Efectivamente, con el nuevo presidente de Murcia, Fernando López Miras, la cuestión del Tajo va a seguir igual que como hasta ahora. La noticia sería que cambiara de opinión respecto a sus antecesores y que, oh sorpresa, hubiera anunciado que estaba a favor de acabar con el maldito trasvase al Segura que ha dejado al río en una broma pesada de muy mal gusto, pésimo olor y, he aquí lo importante, sin una gota de agua que no esté sucia, contaminada, descolorida o muerta de sed. Es nuestro Ganges particular, pero el Tajo de sagrado tiene poco. Mejor hablemos de su sangrado…

Hablar del Tajo y del trasvase ya es muy cansino

Hablar de cómo está el Tajo ya es cansino, porque solo hay que verlo y acercarse a la orilla para comprobar que no habría tema si imperara la cordura y lo que fue un «aprovechamiento de las aguas» allá por la década de los 30 del siglo pasado se ha convertido en un despropósito de tal calibre que defenderlo es lo más parecido a ponerse gafas de sol en un pajar oscuro con la intención de encontrar la ansiada aguja.

Es pura política. Pero de la mala. Que se cuece a nivel nacional por aquello del supuesto equilibrio entre comunidades pero que va a perjudicar a los dirigentes del PP de Castilla-La Mancha como sigan poniéndose de perfil ante un asunto en el que no se mojan precisamente porque una cosa es lo que se sienten obligados a decir para no salir en los papeles y otra la que les gustaría, públicamente, defender. Salvo excepciones muy excepcionales.