Las elecciones al Parlamento de Andalucía del próximo domingo, 22 de marzo, son algo más que unas elecciones autonómicas: son el banco de pruebas en el que se va a comprobar si los ciudadanos deciden que ha llegado la hora de que entre aire nuevo en la política andaluza con tanto ímpetu como pronostican todas las encuestas para algunos partidos, o si se limitan a abrir las puertas del Parlamento regional a nuevas formaciones junto a las tres que lo integraban hasta ahora -PSOE, PP e IU- pero con resultados bastante más modestos de lo que prevén los sondeos.
Pocas veces los medios de comunicación de toda España han informado de una campaña electoral autonómica con tanta amplitud como en esta ocasión. No es para menos, porque existen motivos más que sobrados para hacerlo. El próximo 24 de mayo se celebrarán elecciones municipales y autonómicas en otras 13 comunicades, en septiembre habrá elecciones anticipadas en Cataluña y, para completar el año con más citas electorales de toda la etapa democrática de España, los ciudadanos decidirán en noviembre si quieren que Mariano Rajoy y el PP continúen gobernando o si consideran necesario un cambio.
EL VALOR DE LAS ENCUESTAS
Las encuestas preelectorales no son una ciencia exacta, pero tampoco hay que despreciarlas. A pesar de sus defectos, de que una parte de las personas consultadas no dicen la verdad al responder y de algunos fracasos muy sonados que han cosechado al predecir los resultados en determinadas elecciones -otras veces han acertado, seamos justos-, esos sondeos reflejan la opinión de los electores en el momento en que son preguntados y apuntan una tendencia del voto. Cuestión distinta, y siempre muy debatida, es si algunas empresas de sondeos, por indicaciones del medio periodístico que les encarga el trabajo, operan después con los datos obtenidos en sus consultas -lo que se denomina la cocina- para favorecer la estrategia de un partido político concreto.
Todos los sondeos, tanto el del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) como los que han encargado y pagado los medios de comunicación a distintas empresas dedicadas a esta labor, coinciden en que el PSOE ganará las elecciones que ha adelantado un año Susana Díaz, aunque perderá unos cuantos escaños respecto a los que logró en 2012; que el PP -que ganó las anteriores, aunque no pudo gobernar debido al pacto de los socialistas con Izquierda Unida-Los Verdes-Convocatoria por Andalucía- sufrirá un retroceso mucho mayor; que Izquierda Unida perderá la mitad o algo más de sus 12 diputados; que Podemos entrará en el Parlamento autonómico con entre 15 y 18; que Ciudadanos obtendrá entre 10 y 12 escaños, y que UPyD se quedará de nuevo sin representación en esa Cámara.
El domingo, los seis millones y medio de votantes andaluces van a ser el centro de atención de muchos ciudadanos en el resto de España y, sobre todo, de los dirigentes de los partidos políticos. Andalucía, con todos sus problemas y sus esperanzas, se ha convertido en una especie de laboratorio en el que los partidos políticos, los de siempre y los nuevos, han estado mezclando ingredientes en tubos de ensayo durante los 15 días de campaña electoral y en la noche del 22 de marzo esperarán ansiosos el resultado como el científico que espera los efectos de la vacuna que acaba de ensayar.
DE LO DICHO A LO HECHO…
En esta campaña electoral se ha visto de todo. Unos políticos han echado los mismos ingredientes de siempre en su tubo de ensayo, con la pretensión de que el electorado los vea como algo nuevo, pero el electorado no olvida lo que han prometido en otros comicios y lo que después han hecho; otros han asegurado que de su experimento saldrá el producto milagroso que resolverá los problemas de los andaluces, pero cargan con el inconveniente de que ellos no pueden presentar aún ningún ejemplo de haber hecho alguna vez lo que ahora dicen; también ha habido quien, fiel a sus principios e ideas, ha ofrecido respuestas concretas a problemas concretos y cuenta a su favor con la experiencia de haberlas puesto en práctica con éxito allí donde ha podido.
En esa maraña de promesas, los electores andaluces tendrán que decidir si creen y votan a quienes ahora prometen lo que antes no han cumplido, si optan por apoyar a los que dicen que van a arreglar todo con fórmulas aún desconocidas o si se inclinan por los que, hasta ahora, han hecho realidad lo que han prometido hasta donde les ha sido posible. Acertarán o se equivocarán, pero ellos van a decidir porque esa es la grandeza de la democracia.
Hay que tener en cuenta los sondeos como tendencia, ya se ha dicho, pero no creerlas como si fueran un dogma de fe. Algunas han cosechado fracasos históricos, como ha ocurrido hace sólo unos días en Israel, aunque la situación no sea comparable: allí, tanto las encuestas preelectorales como las realizadas a los ciudadanos cuando acababan de votar -las llamadas encuestas israelitas- pronosticaban un triunfo de la coalición de centroizquierda frente a la del actual primer ministro, Benjamin Netanyahu, de derechas; finalmente ha ganado éste, tras radicalizar su postura aún más y prometer que bajo su mandato no permitirá la creación de un Estado palestino como defienden Naciones Unidas y gran parte de la comunidad internacional.
PENDIENTES DEL ESCRUTINIO
En Andalucía no existe un problema como el que enfrenta a israelíes y palestinos, pero existe la incertidumbre de lo que vaya a votar el elevado número de personas que en las encuestas han dicho que no han decidido aún su voto. Por eso, y porque lo que ocurra el domingo en Andalucía será interpretado como un anticipo de lo que podría suceder en las demás votaciones de este año 2015 electoral, los políticos seguirán el escrutinio con mayor atención que nunca antes lo hicieron en otras elecciones autonómicas.
Puestos a hacer pronósticos, sin ningún valor científico ni sociológico, aquí va uno: el domingo ganará el PSOE, aunque perdiendo votos; se quedará en segundo lugar el PP, con una disminución mayor que los socialistas; IU perderá algunos diputados, pero no tantos como se dice, y Podemos y Ciudadanos entrarán en el Parlamento andaluz, aunque con menos escaños de los que les auguran las encuestas. Quien comparta este vaticinio y acierte, no tendrá premio; quien falle, tampoco recibirá un castigo.
Y EN CASTILLA-LA MANCHA…
Buena la lió José Bono el 18 de marzo en el desayuno informativo «Espacio Reservado, organizado por encastillalamancha.es. Contestó a todas las preguntas con su gracejo y chascarrillos habituales, pero cuando le preguntaron por la radiotelevisión publica de esta comunidad, que él creó en el año 2000, se le calentó la boca y cometió un grave error: en vez de defenderla, como debería haber hecho, dijo que ahora él la cerraría.
Después pidió disculpas al Comité de Empresa de RTVCM y también públicamente, y reconoció que lo había dicho porque quería protestar ante lo que califica de «uso parcial e injusto» por parte de esa cadena pública al líder del PSOE regional y alcalde de Toledo, Emiliano García-Page, quien sí defendió su continuidad. Bono sabe que existen mecanismos para vigilar a las radiotelevisiones autonómicas -las Cortes regionales y las leyes, entre otros-, y sabe también que éstas son necesarias, bien gestionadas y con una dimensión y estructura apropiada a cada comunidad, porque su trabajo no lo van a hacer las cadenas comerciales de ámbito estatal. Pues eso: a criticar cuando se considere necesario, porque eso es muy sano y democrático, pero sin decir cosas por las que luego hay que disculparse.