Nadie querría haber vivido este año en el que tuvimos que enfermar y morir impotentes o ver como lo hacían nuestros seres queridos sin ni siquiera poder acompañarlos en su sufrimiento o despedirlos al fallecer.
Cuando las noticias son partes de guerra
Ningún ser humano en su sano juicio querría haber vivido este año. Y, desde luego, ningún periodista querría haber tenido que contarlo.
Ser testigos del horror y relatar cada día las cifras de muertos y contagios como soldados que dan partes de guerra es un trago amargo que va taladrándote por dentro. Saber, de antemano, que queda lo peor durante meses. Manejar las cifras del desastre económico y sus proyecciones a corto y medio plazo, con la tragedia que conllevan para miles y miles de familias, es subir cada día un peldaño en la escalera del dolor.
Fallamos a nuestros mayores
Contemplar y contar con horror cómo fallábamos a nuestros mayores, la generación más sacrificada y entregada del siglo, perfora el alma. Ellos, que levantaron un país de la guerra y volvieron a salvar a sus familias cuando la crisis del 2008 hizo de sus pensiones el único sustento, no han podido morir en paz. Y ni siquiera acompañados.
No les supimos proteger de un virus que se cebaba con ellos. No acertamos a curarles y, ¡peor aún!, ni siquiera pudimos atenderles a todos como se merecían.
Sí, 2020 es el año que nunca querríamos haber contado.
En la boca del lobo
Los ejemplos de resiliencia y solidaridad, como la entrega de los profesionales que tuvieron que batallar en la boca del lobo, son historias y noticias para la admiración y la esperanza, pero no restan dolor ni dan sentido a este año de pérdidas y catástrofe.
Sanitarios, Policía, Guardia Civil, Fuerzas Armadas, personal de supermercados, transportistas, agricultores y ganaderos nos dieron una ejemplo de valor y profesionalidad peleando por nuestra vida, nuestra seguridad y nuestro abastecimiento. Ojalá les sirvieran los aplausos en los balcones.
Ojalá la admiración y valoración que han recibido de la sociedad y sus dirigentes por pura necesidad se mantenga cuando el Covid-19 ya no sea una pesadilla.
La ciencia, único camino de salvación
La apuesta por la ciencia como único camino para la salvación en el sentido más estricto de esta palabra es una lección que teníamos olvidada. Deseo se quede para siempre.
Quiero confiar en que Sapiens, tras descubrir que es más vulnerable cuanto más poderoso se cree, apunte estas lecciones en su código genético para que permanezcan en lo que nos quede como especie.
Confinamiento es la palabra del año según Fundéu, pero podría haber sido muerte, dolor, tristeza, incertidumbre o miedo.
Dejamos de decir bésame, abrázame…
Nunca querríamos haber contado el año en el que dejamos de decir bésame, dame un abrazo o cuándo quedamos para repetir palabras que no imaginábamos fuera del diccionario como estado de alarma, confinamiento, toque de queda, coronavirus o nueva normalidad…
Nunca querríamos haber tenido que publicar y aprender siglas extrañas a nuestra normalidad: Covid-19, SARS-Cov 2, IGG, IGM…
¡Por un 2021 con buenas noticas!
Nunca querríamos haber contado un año como 2020, gracias queridos lectores por no habernos dejado solos… ¡Por un 2021 con buenas noticas! ¡Feliz año!