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13/11/2014junio 8th, 2017
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«…Pero el pueblo está cansado de promesas que luego no se cumplen y la experiencia vence a la esperanza en la moral y el pensamiento de los ciudadanos. Hoy PP y PSOE están igual de mal vistos, no se engañen.

La sociedad tirita de frío, toma nota, se enfada y empieza a echar cuentas. Con el cabreo que hay ninguna victoria está segura ni ninguna derrota es inevitable. Ya calientan motores los grandes para encarar 2014, el año en el que cada error u omisión costará caro».


Como queda claro al final del párrafo, no es una descripción actual. Perdonen que me cite a mi misma, pero esto que hoy traigo a este artículo lo escribí hace casi un año y un lector me lo recordó recientemente.

Es el artículo del anuario de encastillalamamcha.es publicado en diciembre de 2013 y si lo traigo a colación no es sino para demostrar que lo que hoy sucede y tiene confundidos a los grandes partidos, muy especialmente al PP, se veía venir.

No es mérito de quien escribe, porque no lo pensaba solo yo, estaba en la mayoría de las conversaciones entre ciudadanos. Bastaba con tener los ojos y los oídos abiertos para saber lo que se estaba engendrando mientras el mensaje oficial se aferraba a predicar una recuperación escasa y a todas luces minoritaria, que el pueblo no sentía y ni siquiera alcanzaba a ver.

Cuando escribía aquello algunos pensaron que éramos agoreros, injustos y, por supuesto, que estábamos alejados de la realidad. Lamentablemente el tiempo ha venido a darnos la razón. Estos barros son de aquellos lodos, de no haber puesto el oído a tiempo y en su sitio. De haber mantenido los ojos cerrados frente a la realidad mayoritaria o centrados solo en la prima de riesgo. Desde luego, también hemos llegado hasta aquí por haber retrasado las soluciones y los cambios que ya entonces eran urgentes.

Y eso que no teníamos ni idea de lo que tenía que caer en cuanto a corrupción, lo que más duele. Pero solo con lo que sabíamos hasta entonces estaba claro cómo iban a evolucionar los acontecimientos. La economía era lo que más preocupaba a los ciudadanos. La corrupción empezaba a crecer entre sus cuitas. Y ni lo uno ni lo otro iban bien ni camino de mejorar. Así que no era difícil aventurar lo que iba a pasar si no se ponía remedio. Y no se ha puesto.

Insisto, no había que profetizar, solo había que escuchar y ya entonces se veía venir que era cuestión de tiempo una encuesta como la última del CIS.

Desde luego que las encuestas son solo avisos de tendencias que se pueden dar la vuelta, pero para ello hay que actuar y hacerlo rápido y bien. Las tendencias siempre se pueden mejorar, pero también empeorar, que es lo que ha sucedido este año.

Hace un año se escuchaba en la calle. Hoy lo dicen las encuestas. No es difícil adivinar qué será lo siguiente si no se actúa radicalmente en la dirección que los ciudadanos demandan.

Hace mucho tiempo que las encuestas han perdido su gran valor, que era predecir. Antes un sondeo permitía prácticamente adivinar lo que iba a pasar en los próximos años, ahora se queda atrasado nada más realizarse el trabajo de campo. Es más fiable escuchar a la calle que esperar a las encuestas.

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